Este domingo comienza el Año Jubilar de Santo Toribio en Liébana con la apertura de la Puerta del Perdón y la posterior Eucaristía que presidirá el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro
El monasterio de Santo Toribio de Liébana, ubicado en medio de un paisaje impresionante y pintoresco cerca de los Picos de Europa, ejerció una gran influencia teológica, espiritual y eclesial en la Edad Media. Y especialmente durante la invasión musulmana, gracias a la labor de los monjes Beato y Eterio. El monje Beato defendió la fe católica frente a la herejía adopcionista que defendía el arzobispo de Toledo, Elipando. También escribió los célebres Comentarios al Apocalipsis que tuvieron una importancia decisiva en la cultura y en el arte, porque fueron copiados y miniados durante los siglos IX al XIII. Estas labores se realizaron en los más importantes escritorios de los monasterios de la época, principalmente en la zona de La Rioja y Castilla y León. Fueron los monjes benedictinos quienes estuvieron al frente de este monasterio durante siglos hasta la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX. Después lo atendieron sacerdotes diocesanos. Y finalmente, desde el año 1961 los padres franciscanos ejercen la custodia del mismo. Es propiedad del Obispado de Santander y fue declarado monumento nacional en el año 1953.
En él se conserva, desde el siglo VIII, la famosa reliquia del Lignum Crucis. La trajo desde Jerusalén –según una venerable tradición– santo Toribio, obispo de Astorga en el siglo V, asegurando que se trataba del trozo más grande de la Cruz de Cristo. Gracias a la presencia de esta preciada reliquia, el monasterio se ha convertido, a través de los siglos, en un importante centro espiritual de peregrinaciones y en un foco de religiosidad popular, que goza del privilegio de los años santos, cada vez que la fiesta de santo Toribio se celebra en domingo.
Los primeros datos que tenemos de él se remontan al año 1181, según consta en el libro Cartulario de santo Toribio de Liébana. Los obispos, Juan de León, Raimundo de Palencia, Rodrigo de Oviedo y Martín de Burgos constituyeron la Cofradía de Santo Toribio, que hoy lleva el nombre de Cofradía de la Santísima Cruz y que pudiera ser la más antigua erigida en la Iglesia con este motivo.
Leemos en el Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia: «Las expresiones de devoción a Cristo crucificado, numerosas y variadas, adquieren un particular relieve en las iglesias dedicadas al misterio de la Cruz o en las que se veneran reliquias, consideradas auténticas, del Lignum Crucis. La «invención de la Cruz», acaecida según la tradición durante la primera mitad del siglo IV, con la consiguiente difusión por todo el mundo de fragmentos de la misma, objeto de grandísima veneración, determinó un aumento notable del culto a la Cruz».
Por su parte, los Papas, a lo largo de la historia, han sido muy generosos con el monasterio de Liébana y le han otorgado gracias y privilegios especiales en atención al Lignum Crucis. Julio II, el 23 de septiembre de 1512, autorizó para que se siguiera celebrando el Jubileo de Santo Toribio, que viene haciéndose «desde tiempo inmemorial». En el año 2012 se celebraron los 500 años de tal acontecimiento. León X, el 30 de diciembre de 1513 y el 10 de julio de 1515, ratificó el Jubileo existente en el monasterio de Santo Toribio, cuando la fiesta de este santo coincidiera en domingo y durante siete días siguientes. Además, autorizaba al prior para que nombrara a los presbíteros que creyera precisos para administrar el sacramento de la Penitencia. Gregorio XIV, en 1591, Urbano VIII, en 1664, y Clemente X, en 1676, concedieron indulgencias plenarias o parciales a los cofrades del Lignum Crucis, en el día de ingreso en la cofradía, «a la hora de la muerte» y el 3 de mayo, día de la Invención de la Santa Cruz. Por fin, el Papa Pío IX, en breve de 4 de septiembre de 1872, concedió a perpetuidad indulgencia plenaria, el 23 de agosto, aniversario, según tradición, de la erección de la cofradía. Hasta el presente son 74 los años santos jubilares documentados.
Todas estas gracias y privilegios concedidos quedaron ratificados y, en cierto modo, superados por el rescripto de la Penitenciaría Apostólica, con la autorización del Papa Pablo VI, el 25 de noviembre de 1967, que concedió la indulgencia plenaria para todo el Año Jubilar Lebaniego.
El recuerdo agradecido de un pasado glorioso no debe quedarse en entusiasmos narcisistas, sino que ha de constituir fuerza y estímulo para vivir el presente y para proyectar el futuro. Lo principal es que la Cruz nos remite al Crucificado. Al venerar el Lignum Crucis, reliquia del madero de la cruz, adoramos a Cristo, que murió en la cruz por nosotros. En ella consumó su sacrificio de amor. Y la Iglesia adora la Cruz cantando: O crux, ave, spes unica (Salve, oh cruz, única esperanza). Por lo tanto a la Cruz de Cristo no solamente le veneramos como a los santos, ni tampoco le veneramos con una veneración especial como a la Virgen María, sino que le prestamos adoración por haber estado tan unida a Cristo nuestro Redentor.
La cruz, asumida por amor, siempre culmina en la Pascua, en el triunfo. Una clave para vivir este Año Santo Lebaniego como verdaderamente jubilar es intensificar la experiencia de la alegría evangélica, que nace, pasando por la cruz, de la resurrección de Jesucristo. La alegría debe impregnar nuestra vida cristiana. Durante este año jubilar hemos de recuperar la alegría de ser cristianos, la alegría de habernos encontrado personalmente con Jesucristo y confiar plenamente en El, la alegría de reconocer su presencia en medio de nuestras debilidades. En nuestro mundo los cristianos tenemos que ser reconocidos por nuestra alegría. Hemos de ser la comunidad de la alegría, el pueblo de las bienaventuranzas. La alegría será el signo de que hemos acogido la Buena Noticia de la salvación, la señal de que hemos sido evangelizados. Peregrinemos a Santo Toribio de Liébana para asumir nuestra cruz de cada día y experimentar la alegría del encuentro con Cristo resucitado.
+ Manuel Sánchez Monge
Obispo de Santander
Obispo de Santander
Siete razones para no perderse el Año Jubilar
Uno entre ocho jubileos: El Año Santo Lebaniego es uno de los ocho jubileos perpetuos en el mundo, junto con Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, Urba, Caravaca de la Cruz, Valencia y –desde octubre de este año– Ávila.
Lignum Crucis: En el monasterio de Santo Toribio de Liébana se custodia la reliquia más grande de la Cruz de Cristo en el mundo. Una Cruz, en palabras del obispo Sánchez Monge, que no solo se venera como a los santos, sino que se adora.
Los dos Toribios: Santo Toribio de Palencia fue el fundador del primer monasterio en Liébana. Llegó hasta allí para vivir una vida de oración y silencio y luego fundó una pequeña comunidad. Por su parte, santo Toribio de Astorga, obispo, fue quien trajo a España el brazo izquierdo de la Cruz de Cristo. Al ser trasladadas las reliquias del segundo a Liébana, dio nombre al monasterio.
Indulgencia plenaria: Un año de estas características permite a los peregrinos alcanzar la indulgencia plenaria bajo las siguientes condiciones: rezar el padrenuestro, el credo y una oración por el Papa; confesarse y comulgar el mismo día o en una fecha próxima; y asistir a la Misa del peregrino, que tendrá lugar todos los días a las 12 horas.
El Camino Lebaniego: Se remonta a la Edad Media. Se separa del Camino del Norte hacia Santiago a 12 kilómetros de San Vicente de la Barquera, para llegar hasta el monasterio Santo Toribio de Liébana, donde adorar a la Cruz de Cristo. Por eso, a los peregrinos que acuden a este lugar se les conoce como crucenos.
Cultura: A los eventos religiosos, centro de este año santo, hay que añadir una extensa programación cultural que pondrá a esta región de nuestro país en el punto de mira nacional e internacional. Uno de los eventos más esperados es el concierto del compositor y músico francés Jean Michel Jarre, referente en música electrónica, con un espectáculo en el entorno del monasterio el 29 de abril.
Fran Otero
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