Es difícil renunciar a ti mismo.
Comienza acercándote a los demás con el corazón en la mano, y con una gran disponibilidad para el servicio.
Aproxímate a tus semejantes convencido de que puedes dar y recibir más de lo que te imaginas, y de quien menos sospechas.
Renunciar a ti mismo es saber aprender de la sonrisa del niño, de la experiencia del anciano...
La renuncia a ti mismo empieza en la apertura a tus hermanos.
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