martes, 10 de marzo de 2015

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER.

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.» (Evangelio del día). El perdón, para el cristiano, es una asignatura pendiente y, al mismo tiempo, aprobada. Si uno vive una vida de fe seria y auténtica, perdonamos –aunque no todos y no todo– con relativa facilidad al que es familiar, "cercano", pero tendríamos que analizar el perdón con los que no lo son (y no me refiero en lejanía física). Aunque, también es cierto, que con el "cercano" es con el que más trabajo cuesta. El Señor lo pone claro: Si no perdonas "el Señor te entregará a los verdugos". Pero, ¿quienes son los "verdugos" actuales? ¿Qué me imposibilita el perdón? ¿Qué "castigo" (actual) tengo si no perdono? Si no perdono, camino hacia la ruptura de la unidad y hacia el desamor. Y se me presenta tres situaciones: O paso y me da igual; o me martirizo; o actuó con venganza. En cualquier caso, yo soy mi propio "verdugo" y mi conciencia será mi "castigo". Perdonar también me abre el camino para que me perdonen, porque ¿quién no ha cometido un error en algún momento? Pero ojo, el perdonar tampoco da cartas de libertad para que el perdonado cometa la misma falta, error, agravio... una y otra vez. Perdonar implica en el otro, ¡y en mi! el propósito de mejorar. Pues que el Señor, como maestro del perdón, nos ayude a entender esta cotizada virtud. Santa María de Caná, ruega por nosotros.

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