Tema interesante de tratar ya
que se da en todos los órdenes de la propia vida pues todos tenemos filias y
fobias a algo en concreto o a alguien en especial. Entendiéndose las filias a
lo que nos gusta o agrada y las fobias a los que nos disgusta o se detesta.
Pienso que el ser humano nace con
estas inoculadas en vena ya que se transmiten de generación en generación. En
España esto se remarca más haciendo que muchos tengamos animadversión a todo lo
que nos suena inglés ya sea por los sucesivos episodios de piratería de los
segundos contra la primera hace ya algunos siglos o las distintas batallas que
tuvimos los españoles contra la Armada de Su Majestad.
En el siglo XVIII el rey
inglés, Jorge II, le declaró a la España de Felipe V la Guerra de la oreja de
Jenkins. Quiso invadir las plazas españolas en el Caribe, pero Blas de Lezo
logró defender la importante ciudad de Cartagena de Indias. La desproporción de
fuerzas era evidente. Cartagena disponía de seis buques de guerra y tres mil
hombres para defenderse. Jorge II autorizó su plan y puso a disposición una
flota compuesta por ciento ochenta y seis barcos, dos mil cañones y tres mil
soldados.
El final todos lo sabemos o si
no yo os lo aclaro: Blas de Lezo, el mutilado héroe español, humilló a todo un
imperio con seis barcos y tres mil hombres venciendo a treinta mil ingleses y
ciento ochenta y seis naves.
Más de lo mismo nos pasa a los
que de verdad somos de La Isla, entiéndase como cañaíllas, como los de Cádiz
pues fuimos los únicos dos bastiones españoles que permanecimos firmes ante el
acoso de las fuerzas napoleónicas en la Guerra de la Independencia. El ejército
francés fue derrotado en nuestras nobles tierras gracias también a la guerra de
guerrillas que los iban desangrando por toda España.
El tiempo pasa para todo el mundo, pero la filias y las fobias se mantienen inalterables al mismo. Las filias y las fobias se pueden enterrar, pero nunca olvidar. Pasan en las ciudades, en las instituciones, asociaciones, en la misma Iglesia y por tanto también en nuestras HH.CC aunque no sucede por los estamentos en general sino por las personas que allí confluyen.
Hay hermanos en nuestras
cofradías que un día dejaron de hablarse por un tira y afloja, que si lo
piensas pasado el tiempo fue una tontería, y que por ese hecho en concreto no
solo se llevan mal los hermanos en cuestión sino las familias, así como
miembros de la hermandad que son más cercanos a uno u otro en cuestión. Esta
situación en vez de solucionarse en su debido momento llega a enquistarse
produciéndose un auténtico cáncer que devasta todo lo que tiene a su alrededor.
Cuando en una Hermandad hay dos hermanos que no se hablan es motivo suficiente
para que el director espiritual de la misma tome cartas en el asunto sea cual
sea el tiempo transcurrido desde que se produjo esa enemistad. Lo vida, o lo
que nos queda de ella, no está para volvernos la cara por un me dijo, me dijo,
que bien puede tener solución.
En política y todo lo que a esta
rodea se ve hasta “normal” que haya navajazos traperos, potenciar las mismas
hasta la enésima potencia, por mor del interés de cada cual.
En los lugares donde se hacen
más palpable es donde se tiene más cercano el trato con los demás ya sea en las
comunidades de vecinos, barrios y más concretamente en los pueblos donde todo
se vive a kilómetro cero. Tengo un amplio conocimiento de localidades pequeñas
a lo largo y ancho de España y puedo decir, sin temor a equivocarme, que las
filias y las fobias se heredan de padres a hijos, de generación en generación.
Y es que la absurdez aparece en estos temas concretos por arte de
birlibirloque.
A lo mejor es bueno que en
esta etapa del siglo XXI que estamos viviendo cambiar un poco la mentalidad.
¿No os parece?
Jesús Rodríguez Arias
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