domingo, 26 de octubre de 2014

EL EFECTO SUCESORIO EN LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.




      
En la vida ordinaria coloquialmente se suele decir, al rey muerto, rey puesto. O cuando se trata de sustituir algo o a alguien también se suele decir: nadie es imprescindible.

Y como todos los dichos populares basados en la observación y en la experiencia no carecen de razón. Sin embargo a veces las sucesiones o los efectos que pueden causar las sustituciones en las familias, en los negocios, en el trabajo, en las instituciones y en tantas otras situaciones, no siempre son bien aceptadas o simplemente no cumplen con  el acierto o el éxito de lo  anteriormente gestionado por los sustituidos. Aun cuando se producen sustituciones que mejoran a la anterior, que también hay que decirlo.

Y sin entrar en la materia que pueda suponer los intereses sucesorios en cuanto al dinero fundamentalmente y a la herencia de bienes materiales, que seguramente son los que más abundan. También existen otros  de posicionamientos ante la sociedad, aunque éstos, solamente tengan un matiz altruista, personal, egocéntrico o de falsa modestia, que también.

Por tanto habrá que distinguir -los efectos sucesorios- que se producen en los casos de las sucesiones que se realicen por motivos hereditarios, por imperativo de la ley y/o las que obedezcan a otras circunstancias, tales como las de continuidad en las sociedades, instituciones, corporaciones, etcétera.

En las hermandades y cofradías esta situación como en tantos otros  colectivos, está prevista desde sus orígenes por medio de sus reglamentos de régimen interno y de sus estatutos. Así como de las normas diocesanas que las regulan. 

Es decir que constitutivamente todo está previsto. Pero en el caso especial de las hermandades y cofradías. Se podría decir que las normas anteriores no resuelven definitivamente estas situaciones. Porque existen otras connotaciones, que son mezcla de sentimientos, intereses, posicionamientos y de continuidad a veces tan ostensibles que en realidad, deterioran más que favorecen en el seno de las corporaciones.

Y quizás una de las circunstancias que más deterioran sea la de la herencia familiar mal entendida, si ésta se realiza en la mayoría de los casos más para perpetuar el apellido que el carácter espiritual y religioso o la devoción y el auténtico servicio qué, aunque no se dude  que exista,  igualmente  puede confundir o malinterpretarse.

Repasando hoy en día la identidad de nuestras corporaciones, podremos observar el escaso eco de representatividad que las mantienen. Son pocos los que acuden con ganas y responsabilidad manifiesta de aceptar el compromiso que representa su incorporación. Y esto no deja de ser una imagen real y palpable de la desasistencia con la que hoy cuenta casi todas las hermandades.

Algunas sostenidas con alfileres. Cada vez hay menos cofrades comprometidos. A veces se siente un amargo malestar cuando se acude a presenciar cualquier acto de culto y contemplar en general la escasa representación de algunas de las juntas de gobierno y no digamos de la asistencia de sus hermanos. Siempre comparando estos parámetros con el mayor cariño recordando épocas anteriores.

Evidentemente los tiempos han cambiado, los conceptos actuales también. Y ya no son los mismos -aunque el evangelio sigua igual-. La sociedad en su conjunto va por otro lado. Es un fenómeno que habrá que estudiar o reflexionar, porque tal vez algo hemos hecho mal. Y desde fuera se ven a las hermandades como objeto de deseo contrario a la realidad.

Por eso y porque sé que desde el exterior se ve así, algunos no acuden a las hermandades por considerarlas que son el monopolio de unos pocos y aposento de sucesiones familiares. Sin embargo la tradición familiar bien entendida con sus dotes de devoción, constancia y fidelidad, son las que afortunadamente todavía están sosteniendo a muchas de nuestras queridas hermandades y cofradías.

En consecuencia, esperemos que cómo todo en la vida, sea ésta una etapa cíclica con carácter transitorio y de superación. Por tanto, confiemos en su recuperación pero sin acomodarnos a que la situación se eternice. Sino que actuemos prestos y consecuentemente todos los responsables, porque sólo así recuperaremos posiciones, valores y virtudes perdidas, que son el fundamento de una continuidad firme y segura en busca del camino, de la verdad y de la vida, que encontraremos siguiendo a nuestro hermano mayor:  Jesucristo El Señor!

 José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo publicado en el semanario local Información del 26.10.14. Y en el blog digital SED VALIENTES  por gentileza de Jesús Rodríguez Arias.


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