En la vida ordinaria coloquialmente se suele decir, al rey muerto, rey
puesto. O cuando se trata de sustituir algo o a alguien también se suele decir:
nadie es imprescindible.
Y como todos los dichos populares basados en la observación y en la
experiencia no carecen de razón. Sin embargo a veces las sucesiones o los
efectos que pueden causar las sustituciones en las familias, en los negocios,
en el trabajo, en las instituciones y en tantas otras situaciones, no siempre
son bien aceptadas o simplemente no cumplen con el acierto o el éxito de lo anteriormente gestionado por los sustituidos.
Aun cuando se producen sustituciones que mejoran a la anterior, que también hay
que decirlo.
Y sin entrar en la materia que pueda suponer los intereses sucesorios en
cuanto al dinero fundamentalmente y a la herencia de bienes materiales, que
seguramente son los que más abundan. También existen otros de posicionamientos ante la sociedad, aunque éstos,
solamente tengan un matiz altruista, personal, egocéntrico o de falsa modestia,
que también.
Por tanto habrá que distinguir -los efectos sucesorios- que se
producen en los casos de las sucesiones que se realicen por motivos
hereditarios, por imperativo de la ley y/o las que obedezcan a otras
circunstancias, tales como las de continuidad en las sociedades, instituciones,
corporaciones, etcétera.
En las hermandades y cofradías esta situación como en tantos otros colectivos, está prevista desde sus orígenes
por medio de sus reglamentos de régimen interno y de sus estatutos. Así como de
las normas diocesanas que las regulan.
Es decir que constitutivamente todo está previsto. Pero en el caso especial
de las hermandades y cofradías. Se podría decir que las normas anteriores no
resuelven definitivamente estas situaciones. Porque existen otras connotaciones,
que son mezcla de sentimientos, intereses, posicionamientos y de continuidad a
veces tan ostensibles que en realidad, deterioran más que favorecen en el seno
de las corporaciones.
Y quizás una de las circunstancias que más deterioran sea la de la herencia
familiar mal entendida, si ésta se realiza en la mayoría de los casos más para
perpetuar el apellido que el carácter espiritual y religioso o la devoción y el
auténtico servicio qué, aunque no se dude que exista, igualmente puede confundir o malinterpretarse.
Repasando hoy en día la identidad de nuestras corporaciones, podremos
observar el escaso eco de representatividad que las mantienen. Son pocos los
que acuden con ganas y responsabilidad manifiesta de aceptar el compromiso que
representa su incorporación. Y esto no deja de ser una imagen real y palpable
de la desasistencia con la que hoy cuenta casi todas las hermandades.
Algunas sostenidas con alfileres. Cada vez hay menos cofrades
comprometidos. A veces se siente un amargo malestar cuando se acude a
presenciar cualquier acto de culto y contemplar en general la escasa
representación de algunas de las juntas de gobierno y no digamos de la
asistencia de sus hermanos. Siempre comparando estos parámetros con el mayor
cariño recordando épocas anteriores.
Evidentemente los tiempos han cambiado, los conceptos actuales también.
Y ya no son los mismos -aunque el evangelio sigua igual-. La sociedad en su
conjunto va por otro lado. Es un fenómeno que habrá que estudiar o reflexionar,
porque tal vez algo hemos hecho mal. Y desde fuera se ven a las hermandades
como objeto de deseo contrario a la realidad.
Por eso y porque sé que desde el exterior se ve así, algunos no acuden
a las hermandades por considerarlas que son el monopolio de unos pocos y aposento
de sucesiones familiares. Sin embargo la tradición familiar bien entendida con
sus dotes de devoción, constancia y fidelidad, son las que afortunadamente
todavía están sosteniendo a muchas de nuestras queridas hermandades y
cofradías.
En consecuencia, esperemos que cómo todo en la vida, sea ésta una
etapa cíclica con carácter transitorio y de superación. Por tanto, confiemos en
su recuperación pero sin acomodarnos a que la situación se eternice. Sino que
actuemos prestos y consecuentemente todos los responsables, porque sólo así
recuperaremos posiciones, valores y virtudes perdidas, que son el fundamento de
una continuidad firme y segura en busca del camino, de la verdad y de la vida,
que encontraremos siguiendo a nuestro hermano mayor: Jesucristo El Señor!
José María Vieytes Beira. San
Fernando. Artículo publicado en el semanario local Información del 26.10.14. Y
en el blog digital SED VALIENTES por
gentileza de Jesús Rodríguez Arias.
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