MADRID, 27 Sep. 14 / 06:22 am (ACI).- El Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos ha destacado en la homilía de la ceremonia de beatificación de Mons. Álvaro del Portillo esta sábado en la capital española "la serena felicidad ante el dolor y el sufrimiento, una característica de los santos".
"El nuevo beato fue llamado desde joven a seguir a Cristo para ser después un diligente ministro de la Iglesia y proclamar en todo el mundo la gloriosa riqueza de su ministerio salvífico", ha dicho el Cardenal Amato.
Además, ha destacado que "son muchas las virtudes -como la fe, la esperanza y la caridad- que el Beato Álvaro vivió de modo heroico. Practicó estos hábitos virtuosos a la luz de las bienaventuranzas de la mansedumbre, de la misericordia, de la pureza de corazón. Los testimonios son unánimes. Además de destacar por la total sintonía espiritual y apostólica con el santo Fundador, se distinguió también como una figura de gran humanidad"
El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos también ha recordado que el nuevo beato "era un ejemplo vivo de fidelidad al Evangelio, a la Iglesia, al Magisterio del Papa. Siempre que acudía a la basílica de San Pedro de Roma, solía recitar el Credo ante la tumba del Apóstol y una Salve ante la imagen de Santa María, Mater Ecclesiae".
Ha subrayado luego la delicadeza que Mons. del Portillo tuvo durante toda suvida: "Su delicadeza en el trato va unida a una riqueza espiritual excepcional en la que destacaba la gracia de la unidad entre la vida interior y afán apostólico infatigable".
Durante la homilía el Cardenal también ha afirmado que el nuevo beato "destacaba por la prudencia y rectitud al valorar los sucesos y las personas; la justicia para respetar el honor y la libertad de los demás, la fortaleza para resistir las contrariedades físicas o morales, la templanza, vivida como sobriedad, mortificación interior y exterior. El beato Álvaro transmitía el buen olor de Cristo -bonus odor Christi- que es el aroma de la auténtica santidad".
"Hay una virtud que Mons. Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado: la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo, manso y humilde de corazón", ha declarado, "para don Álvaro, la humildad era la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía al mayor obstáculo para ver y amar a Dios".
Recordando las palabras que el por entonces Cardenal Ratzinger pronunció en 2002, durante la canonización del fundador del Opus Dei, el Cardenal Amato dijo que "virtud heroica no significa exactamente que uno ha llevado a cabo grandes cosas por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él se ha mostrado transparente y disponible para que Dios actuara. Eso es santidad".
Y ha insistido en que "ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la Tierra".
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