sábado, 1 de junio de 2013

EL SIGNO Y LA REALIDAD.


Solemnidad del Corpus Christi


Prefiguraciones de la Eucaristía.
Iglesia de San Vital de Ravenna (Italia)
Entre las dimensiones de los milagros de Jesús, se encuentra la de ser signos: acontecimientos visibles que remiten a realidades invisibles. El evangelista san Juan recoge el discurso de Jesús, pronunciado en Cafarnaún, al día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces. El mismo Señor explica el significado del milagro: el alimento multiplicado es el acontecimiento visible que remite a la realidad invisible de un don totalmente nuevo, la Eucaristía. Los evangelistas sinópticos no recogen el discurso de Cafarnaún, pero sí relatan el mismo milagro, con claras alusiones al Pan de Vida. En la Liturgia de la solemnidad del Corpus Christi, la Iglesia nos invita a través del evangelio de san Lucas a pasar del signo a la realidad. Destacar los elementos que hacen el signo, permite entrar en la hondura de la realidad.
Al caer la tarde, tras predicar el Reino y curar a los enfermos, Jesús alimenta a la multitud multiplicando cinco panes y dos peces; al caer la tarde, la víspera de su Pasión, Jesús se entrega por todos instaurando el alimento de vida eterna. En la pobreza de un escaso alimento está el principio de la comida que sacia a todos; en la pequeñez del pan y del vino comienza la entrega sin reservas del Hijo que redime ofreciendo su Cuerpo y su Sangre en sacrificio.Para multiplicar el alimento, Jesús cuenta con los apóstoles; para perpetuar su entrega, Jesús confía el memorial de su Pasión a los mismos apóstoles. Jesús manda a la multitud que se recuesten formando pequeños grupos; el mandato dado en la Última Cena (Haced esto en memoria mía) hace la Iglesia, llamada a congregar a toda la Humanidad en el nuevo pueblo de Dios. Los gestos de Jesús obran el milagro: toma el pan, eleva la mirada, pronuncia la bendición, parte el pan y lo distribuye; los mismos gestos se repiten la Última Cena y realizan con las palabras de Jesús el don de la Eucaristía: Sacrificio unido al de la Cruz, Presencia en los signos del pan y del vino, Comunión en Él y desde Él por el alimento. Todos comen y se sacian, «pues el hartarse indica que el hambre ha desaparecido para siempre, porque no habrá más hambre una vez recibida la comida de Cristo» (san Ambrosio de Milán). El milagro no termina con la multiplicación, se recogen las sobras en doce cestos; en el don sobreabundante del Señor nada hay despreciable; los doce apóstoles, columnas de la Iglesia, son constituidos en portadores de los dones de la salvación.
Los vínculos entre la multiplicación de los panes y los peces, y la institución de la Eucaristía, en la Última Cena, son tan numerosos que resulta superfluo afirmar que en el primer acontecimiento el milagro consistió en la solidaridad de quienes a partir de poco consiguieron llegar a muchos. El alimento multiplicado es signo de un alimento mayor: Jesús anuncia con sus gestos y palabras la entrega de un don superior. El signo estaba llamado a pasar; el don se dará para permanecer. Buscar a Jesús por el alimento que perece o cerrar su enseñanza en la sola solidaridad humana, es quedarse en el signo y renunciar a la realidad.
Si en la solemnidad del Corpus Christi se celebra también el día de la Caridad (caritas), es porque la realidad del amor infinito del Señor contenida en la Eucaristía exige, por su propia grandeza, el signo inequívoco del amor fraterno; sin éste, no se abraza la realidad.
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres.
Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando Él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.
Lucas 9, 11b-17

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