Llevo todo el día con un pensamiento, con una reflexión, rondándome la cabeza. Bueno, la verdad que no es así porque esta meditación, esta idea la tenga grabada desde que esta mañana comulgué el Sacratísimo Cuerpo de Cristo, en los minutos que siempre son demasiado cortos que dediqué a orar ante Él y con Él, pues en esos momentos Jesús estaba dentro de mi limitado cuerpo que lo cobijaba a modo de "temporal" Sagrario.
Mientras le daba gracias por permitirme celebrar, un día más, la Santa Eucaristía y poder alimentarme con Su Precioso Cuerpo Triunfal, me vino un fogonazo, de esos que Jesús te manda cuando sabe que nuestros corazones están ávidos a recibirlo.
Y, surgió, en medio de esa oración-meditación apareció impresa en mi corazón y mi cabeza esta frase: "Dándote me doy".
Cuando Dios Padre ofrece a Su Unigénito para salvarnos a todos, cuando da lo más valioso y querido que tiene por el Amor que nos profesa y así nos redime de la perdición, cuando Jesús sabiéndose heredero e Hijo de Dios es un hombre que nace, vive, se manifiesta públicamente, predica, es apresado, insultado, zaherido, maltratado, sacrificado, asesinado mediante Su Muerte en la Cruz para después Resucitar y dar sentido a la razón de nuestras existencias y salvarnos de nuestros pecados, podredumbres que hacen que en nosotros habite el demonio como posesión suya. Jesús muere y resucita para quitarnos de las garras del pecado, es decir, del Maligno y bañados con Su Bendita Sangre nos limpia a todos de todo cuanto entorpece a nuestra salvación.
En la oración más personal e intransferible le digo a Jesús: ¡Gracias porque Dándote me doy! Porque recibiéndote y estando por siempre dentro de mi haces que yo, iluminado por Tu Gracia, me de a los demás, me entrega con pasión a la evangelización, al apostolado, a llevar a todos el Reino de Dios.
"Dándote me doy" y lo hago con pleno convencimiento de que así cumplo tu voluntad, lo que el Padre quiere de mi a cada instante. Soy un instrumento pequeño, casi ínfimo, aunque necesario para que la Obra de Dios se haga presente en un mundo que parece no quiere nada con Él.
Ser de Dios, vivir en Dios es ahora molesto porque todo lo que implica y significa Tu Reinado, Señor, es caminar contracorriente en un mundo en el que "sus poderes" incitan a todo lo contrario. Ahora lo que prima es cuanto eres, cuanto vales, quién eres, que haces. Todo tiene precio. ¡Demasiado barato estamos vendiendo nuestras vidas a Satanás!
Preferimos poseer lo material: Dinero, posesiones..., puestos y cargos de relumbrante poder social, económico, político, preferimos el horizonte corto y nebuloso a la inmensidad y claridad que nos da el ser hijos de Dios.
Dios estorba porque Su Mensaje nos empequeñece y nos sitúa en la verdadera realidad y dimensión de nuestras existencias. Dios estorba a los "poderosos" porque ante Él no tienen poder. No hay nada ni nadie que pueda comprar a Dios y Su desgarrador Mensaje que hace ensalzar a los corazones limpios , humildes y se alegra por cada hijo pródigo que vuelve a Sus Brazos, esos que estaban deslumbrados y engañados por lo terrenal, por el relativismo que impera a cada paso, ignorando que existe el Paraíso y que ese Paraíso es Dios.
Jesús, Te diste y Te das a diario y en esta entrega sacrificial de la Santa Eucaristía, esa entrega de Amor, de Buen Hermano, Buen Amigo, Buen Consejero y Señor, que me esperas a cada instante para que vaya a visitarte al Sagrario porque entre las Sagradas Paredes del Tabenáculo está el Amor de los Amores, el que se Entrega y se Da a diario a todos nosotros para que podamos darnos a los demás, con ilusiones renovadas, iluminados por la Gracia del Altísimo, por medio de Dios Padre Misericordioso.
Si supiera el mundo lo que se pierde por no creer en Dios, por intentarlo apartarlo de su vista, otro gallo nos cantaría como el que cantó a Pedro resquebrajando su corazón y llenándolo de un Amor perdurable hasta la Eternidad.
Amado Jesús, que sepa darme como Tu te has dado y das a cada instante.
Jesús Rodríguez Arias
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