Quince Hijas de la Caridad, entre los nuevos mártires de la guerra civil española
«En lugar de torearla materialmente, lo hicieron moralmente con provocaciones obscenas. Al final, sufrió el tiro en el cráneo, no sin antes proferir un grito fuerte, como Cristo en la Cruz. Como Él, puso su vida en las manos del Padre y gritó: Viva Cristo Rey»
En España, entre 1936 y 1939, se produjo una cruel persecución religiosa en la que fueron asesinados 7.937 ministros católicos, entre ellos 13 obispos, 5.255 sacerdotes y 2.669 religiosos. Cientos de ellos han sido ya beatificados, otros han sido canonizados. Y todavía son muchos los que esperan la hora del reconocimiento oficial de su martirio. Ahora le ha llegado el turno a 15 Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que acaban de ser reconocidas mártires de la fe y que serán declaradas Beatas. Todas fueron asesinadas por odio a la fe entre 1936 y 1937. Tres de ellas son sor María Dolores Caro Martín, sor Andrea Calle González y sor María Concepción Pérez Giral, que a pesar de la persecución religiosa e ir vestidas de seglares, decidieron no despojarse de su rosario. Según asegura sor Matilde de Inés, Hija de la Caridad y autora de Amor que vence a la muerte -en el que relata la vida y martirio de sus hermanas religiosas-, las monjas «habían encontrado en el rosario, y en la Eucaristía celebrada clandestinamente en un sótano refugio, la fuerza para ser testigos en medio de la persecución». Dos de ellas llevaban el rosario en la cintura, debajo de la ropa. La más joven con 32 años, sor Andrea, se lo colocó alrededor del cuello. Por no renunciar a su querido rosario, las monjas fueron reconocidas como tales al bajarse del tranvía. Iban de camino al pueblo de Vallecas para dejar a sor Concepción en casa de un tío suyo que no quiso recibirlas. Al ser reconocidas, «primero las apedrearon, después las condujeron al Ateneo Libertario del pueblo donde fueron acosadas, insultadas y detenidas. Durante varias horas sufrieron provocaciones inmorales por parte de los miembros del tribunal, integrado por cinco milicianos», relata sor Matilde. Posteriormente, separaron a las dos más jóvenes, Dolores -43 años- y Andrea -32 años-, de la Hermana María Concepción, y las trasladaron a una celda de la checa ubicada en el Colegio de las religiosas Terciarias de la Divina Pastora. Allí, unos milicianos sometieron a ambas «al terrible martirio de la violación», asegura sor Matilde. Seguidamente las llevaron a los toriles. Las torearon y las arrastraron mofándose de ellas. Entre los milicianos había un grupo numeroso de niños, jóvenes y milicianos adultos. Por último, acabaron con su vida, con un tiro que atravesó el cráneo, a sor Dolores en el parietal izquierdo y a sor Andrea en el derecho. A sor María Concepción, «en lugar de torearla materialmente lo hicieron moralmente con provocaciones obscenas. Al final, sufrió el tiro mortal en el cráneo [...], no sin antes proferir un grito fuerte como Cristo en la cruz. Como Él, puso su vida en las manos del Padre y gritó: Viva Cristo Rey».
Veinte días antes, sor Melchora Adoración Cortés y 5 Hijas de la Caridad más, corrieron la misma suerte. Fueron expulsadas de Leganés y buscaron refugio en la pensión de la hermana de una de las monjas. Allí fueron delatadas a los milicianos por dos antiguas alumnas. Durante el registro de la pensión en la que estaban escondidas, confesaron en tres ocasiones que eran Hijas de la Caridad, por lo que fueron fusiladas, junto a la Puerta de Hierro de Madrid, la noche del 12 de agosto de 1936. Esa misma noche, también dieron muerte a otras dos compañeras. Fueron reconocidas como religiosas en el tren en el que viajaban con destino a Madrid. Las sacaron por la fuerza, las arrastraron por el suelo, las insultaron y, finalmente, fueron fusiladas en el Pozo del Tío Raimundo. A otras dos Hijas de la Caridad, pertenecientes a este grupo que ahora el Papa declara mártires, se las conoce como las mártires de la carretera de Toledo, ya que fueron asesinadas en el kilómetro 6 de esta carretera. Fueron apresadas cuando intentaban ir a la Casa Provincial, donde se celebraba a diario la Eucaristía.
Entre las 15 Hijas de la Caridad, también se encuentran las mártires de las Vistillas: sor Josefa Gironés y sor Lorenza Díaz, detenidas y fusiladas el 17 de noviembre de 1936.
Compañeros mártires
Muchos de los nuevos mártires fueron asesinados
y enterrados en Paracuellos
El Papa, en este mismo Decreto, ha declarado mártir a otros 19 españoles. Lucrecia García y Solanas es la única seglar. Fue asesinada junto a su hermana Josefa Pilar, monja mínima de San Francisco de Paula, y otras 7 monjas de la misma Orden el 23 de julio de 1936. Entre los nuevos mártires varones, se encuentra Antonio Arrué Peiró, postulante de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, asesinado a culatazos mientras asistía al padre Ricardo Gil, también martirizado por los mismos milicianos.
Muchos de los nuevos mártires fueron asesinados y enterrados en Paracuellos. Allí mismo fue fusilado, el 7 de noviembre de 1936, Manuel Sanz Domínguez, reformador de la Orden de San Jerónimo. Sus verdugos le condenaron y asesinaron por ser religioso y sacerdote. La misma suerte corrió José Javier Gorosterratzu, y 5 compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor, que derramaron su sangre por fidelidad a su vocación, en Cuenca.
Tarragona, en octubre
Estos 34 nuevos mártires españoles, víctimas de la persecución religiosa sufrida durante la Guerra Civil Española, serán beatificados en la gran ceremonia que tendrá lugar en Tarragona el 27 de octubre de 2013, tal y como anunció el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Antonio María Rouco Varela, y en la que se espera una beatificación masiva de aproximadamente 500 españoles.
José Calderero
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