martes, 1 de enero de 2013

LA GRAN CUMBRE; POR ALFONSO USSÍA.

La Razón



 


El Tribunal Constitucional de Francia no ha necesitado meses ni años para tumbar la injusticia impositiva. El presidente Hollande se ha quedado sin tasa a los ricos porque el impuesto vulnera la igualdad. Así de sencillo. No han tardado los altos magistrados franceses en encontrar motivos y argumentos para echar por tierra un impuesto brutal y cretino. Y el señor Hollande tendrá que aceptar su resbalón una vez más, que ya lleva varios y diferentes deslizamientos. Francia no es sólo diferente a España por la variedad de sus quesos, sino por la competencia de sus magistrados. Aquí el Tribunal Constitucional es una institución derrumbada por muchos de sus miembros, más pendientes de cumplir con sus compromisos y gratitudes políticas que con las leyes. Pero el último día del año que hoy fallece nos ha regalado una noticia sensacional. Que Rubalcaba quiere organizar una gran cumbre de la socialdemocracia europea para dar respuesta al fracaso de los gobiernos conservadores. A pesar de lo que muchos creen, conozco a Rubalcaba desde muchos años atrás y siempre hemos mantenido duras pero cordiales disidencias. De no dedicarse a la política, Rubalcaba sería un formidable compañero de charlas y tertulias. Y lo será en el futuro, cuando la política pierda pasión por su persona y le haga ver que se ha enamorado de otro.
Este proyecto de Rubalcaba, que es medido y abstemio, sólo se le puede ocurrir a uno de esos miles de ciudadanos que se ponen un gorro en punta en la Nochevieja, lanzan serpentinas, soplan matasuegras y desean al prójimo «feliz entrada y salida» en lugar de «feliz salida y entrada», que es de lo que se trata. Lo mejor es no desear nada, porque toda frase hecha lleva a la ridiculez del lugar común, que es muy amplio, pero nada recomendable para encontrar una compañía ingeniosa.
Rubalcaba sí es ingenioso. La mentira es consecuencia del ingenio, y nadie más mentiroso en los últimos decenios que Rubalcaba, que viene de los verdes enfrentados y bellísimos de la provincia de La Montaña, ahora Cantabria, y de soltera provincia de Santander. La capacidad de dar la vuelta a los hechos y las cosas de Rubalcaba es infinita, pasmosa y muy enternecedora para sus partidarios, que ya no son tantos empezando por los de su partido. El gran fracaso político de muchas naciones europeas no ha sido otro que el producido por las empanadas mentales de la socialdemocracia, que han dejado sin un euro las haciendas públicas. Sin un euro, y con millones por pagar, que es situación más grave. Hasta el propio Zapatero, que ya escapado de la política ha recuperado algo de sentido común, reconoce que se equivocó con holgura y persistencia, y que su política económica fue desastrosa. El vicepresidente todopoderoso de aquel desastre parcialmente reconocido fue Rubalcaba, que ahora quiere dedicarse a organizar «grandes cumbres» para analizar el fracaso de los conservadores. No tiene buena memoria. En España, los conservadores le dejaron la caja llena a los socialistas, la Seguridad Social en plenitud, las pensiones aseguradas, la prima de riesgo por los suelos y un paro cercano a los dos millones, que es cifra preocupante pero asumible para una economía bien administrada. Siete años más tarde, los conservadores se han encontrado con las consecuencias de la inteligente política socialista, con más de cinco millones de parados, una prima de riesgo agobiante, la caja vacía, el dinero de las pensiones arbitrariamente derrochado, y una España en riesgo de ruptura por la pésima política autonómica de los gobiernos del PSOE. Entre otras «maravillas», la lograda por el terrorismo vasco, hoy instalado cómodamente en las instituciones democráticas gracias a las influencias gubernativas en seis miembros del Tribunal Constitucional.
Rubalcaba es, repito, una persona inteligente, simpática y con una gran memoria. Sabe mucho de los españoles. De usted, de mí, y del que se pone el cucurucho y sopla el matasuegras. Pero no está en condiciones de organizar «grandes cumbres», cuando su presente y futuro inmediato no tienen otro paisaje que el desierto.

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