Escrito por Redactora | |
sábado, 25 de febrero de 2012 | |
Monseñor Miguel Asurmendi es el obispo de Vitoria, monseñor José Ignacio Munilla es el obispo de Vitoria y monseñor Mario Iceta es el obispo de Bilbao Queridos hermanos y hermanas: 1. Las bienaventuranzas nos muestran el testimonio de vida de quienes han sido renovados en Cristo. Entre ellas, se encuentra la que hace referencia a quienes construyen la paz: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9). Con la proclamación de las bienaventuranzas, la antigua ley ha sido culminada por la ley nueva del amor. Como afirma San Pablo, “el que es de Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2 Co 5, 17). Jesús inaugura y posibilita un nuevo modo de relación humana: el “ama al prójimo como a ti mismo” ha sido superado por el mandamiento nuevo: “amaos unos a otros como Yo os he amado”. Es más, el Señor nos dice que la nueva condición de hijos e hijas de Dios conlleva el amar a los enemigos y rezar por los que nos persiguen (cfr. Mt 5, 44). 2. Jesús es consciente de que para amar de este modo nuevo, es necesaria la renovación profunda de 3. Isaías prosigue clamando con admiración: “Sus heridas nos han curado” (Is 53, 5). El misterio Pascual del Señor torna la herida en curación, el sufrimiento en gozo, la muerte en vida. De la herida abierta de Jesús muerto en la cruz brotan el agua y la sangre, la fuente de la vida, el surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna. De la profundidad del sepulcro surge el anuncio luminoso de la resurrección y se realiza el inicio de la nueva creación. Sus heridas asumieron las nuestras y de ellas, en Cristo, renace una nueva vida llena de vigor y de esperanza. 4. El primer día de la semana, estando los discípulos con las puertas cerradas, porque tenían miedo, se presentó Jesús, y les mostró las heridas, las manos y el costado. Queridos hermanos y hermanas. También hoy, aquí y ahora, el Señor quiere mostrarnos sus heridas para que nos llenemos de paz y esperanza. ¡Tus heridas nos han curado! Con Cristo es posible que el leño viejo y seco pueda reverdecer. Se nos ofrece la posibilidad de que el odio, la violencia y la división sean vencidos por el amor, el perdón y 5. Y les dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no os la doy como la da el mundo” (Jn 14, 27). La paz que Dios nos ofrece, es acogida por aquellos que reconocen sus faltas y sus pecados, por aquellos que abren su corazón a la gracia de 6. Sólo el Cordero degollado es capaz de recibir el libro, abrir sus sellos y ver su contenido (cfr. Ap 5, 7). Cristo, el Cordero degollado, aparece vivo y de pie. Ello significa la verdad con capacidad de juzgar verazmente, pues conoce hasta la profundidad del corazón humano y de la historia. Él es 7. “Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación” (2 Co 5, 18). En efecto, el ministerio de la reconciliación está en el corazón mismo de la misión de 8. En esta nueva etapa, 9. Queridos hermanos y hermanas. Cristo nos enseña a perdonar y por el don del Espíritu se nos ofrece la capacidad de practicarlo. El perdón pedido y otorgado libera el corazón humano y nos hace semejantes a nuestro Padre misericordioso. Por eso, también rogamos a Dios que, a quienes han experimentado la agresión y todo tipo de violencia física o moral les conceda la gracia de poder ofrecer este perdón sanador y liberador que, sin anular las exigencias de la justicia, la supera. 10. El salmo 33 que hemos recitado nos anima a buscar la paz y correr tras ella. Gracias a Dios, en esta búsqueda hemos tenido y tenemos tantos compañeros de camino: instituciones, asociaciones, movimientos, iniciativas de diverso tipo, y tantos hermanos y hermanas, que se han empeñado con esfuerzo y constancia en lograr el fin de toda violencia y nos han invitado reiteradamente a recorrer el camino de 11. Sintámonos nuevamente enviados por el Señor a ser ministros de reconciliación, constructores de paz. El Espíritu Santo sigue derramando sus dones para que germine entre nosotros la paz como don de Dios, que requiere a su vez nuestro esfuerzo y colaboración. Que el Señor nos fortalezca y María nuestra Madre nos acompañe en esta hermosa y necesaria tarea. Como nos anunció el Señor resucitado: ¡Que la paz esté siempre con nosotros! AMEN. + Mario, Obispo de Bilbao + Jose Ignacio, Obispo de San Sebastián + Miguel, Obispo de Vitoria |
Blog católico que se fundamenta en la defensa de los valores del Humanismo Cristiano (Fundado: 7 octubre 2011)
sábado, 25 de febrero de 2012
HOMILÍA CONJUNTA DE LOS OBISPOS VASCOS, ORACIÓN POR LA PAZ Y LA RECONCILIACIÓN.
Ecclesia Digital
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario