El 6 de octubre la comunidad de frailes menores de la Custodia de Tierra Santa se reunió en la iglesia del convento de San Salvador de Jerusalén para acoger y bendecir la profesión solemne de dos frailes menores: fray Marco Carrara y fray Marlon Trinidad Méndez Pavón.
Fray Marlon procede de Nicaragua, tiene 38 años y se está preparando para ir a Jordania, al convento del Monte Nebo, para un año de estudio intensivo del árabe, mientras que fray Marco, de 34 años, procede de Italia y actualmente está en el segundo curso de Psicología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
En la celebración, presidida por el Custodio de Tierra Santa fray Francesco Patton, recordó a los dos frailes tres aspectos que no deben olvidar: “es Dios quien os ha elegido – dijo – la sabiduría de la Cruz la que os guía y el amor fraterno vuestra norma de vida”. En su homilía, el padre Custodio describió el sentido de la obediencia dentro de la Iglesia y dentro de la hermandad, recordando a los profesos que deben ser instrumentos sencillos, capaces de dejarse conquistar por Dios; llamados a vivir sin nada propio porque el Reino de Dios es de los más pequeños y amados por ese Amor en el que encuentra su fundamento el voto de castidad “que nos debe llevar, no a amar menos, sino a amar más, hasta entregarnos a cada hombre, a cada mujer, a cada criatura”. El padre Custodio subrayó el gran regalo que fray Marco y fray Marlon son para la fraternidad, invitándoles a no desanimarse porque ellos son el regalo de Dios a la fraternidad para aprender de nuevo, cada día, lo que significa hacerse hermanos en el Señor.
Después, los nuevos profesos leyeron la profesión solemne, escrita de su propio puño, cada uno en su lengua materna, en manos del Custodio que les bendijo y les recibió con un abrazo, signo de su acogida en la hermandad.
Para poder conocerles mejor, unos días antes de la profesión solemne, fray Marlon y fray Marco nos contaron su historia respondiendo a algunas preguntas.
¿Por qué franciscano? ¿Cómo descubriste tu vocación?
Marlon:Nunca pensé en la posibilidad de hacerme fraile franciscano. Lo que me atraía era la vida monástica: la idea de salir del mundo y así dedicar toda mi vida a Dios. Pero después, tras graduarme en Lengua Española, empecé a trabajar en una escuela de religiosos agustinos, vinculados a los franciscanos con los que realizaban diferentes actividades. Así conocí a los hermanos. Ellos me sugirieron leer fragmentos de la vida de San Francisco y de esa forma empecé a conocer mejor esta vida.
Marco: Yo era carpintero, tenía muchos amigos y me gustaba mucho mi vida. Por interés empecé a estudiar Ciencias Religiosas, exclusivamente por cultura personal, pero durante ese proceso, algo dentro de mí cambió. Tras mis estudios, me hice profesor de religión, pero nunca había pensado en la vocación religiosa.
Luego empecé a investigar y al principio hice cursos vocacionales con los diocesanos, pero no me sentí especialmente atraído por ese estilo de vida. Un día pase “por casualidad” por el convento de Montefalco con un amigo y allí descubrí que era la casa de postulado de la Custodia, de la que no había oído hablar nunca. En aquel sitio y con los franciscanos descubrí la vida comunitaria e internacional de los frailes de la Custodia, una “vida comunitaria de oración”; eso es lo que más me impresionó y antes no lo conocía. Todo lo demás llegó seguramente después, al visitar con frecuencia Montefalco: el conocimiento de San Francisco, de la Tierra Santa y, por supuesto, de la Custodia.
Volviendo a la vocación, ¿cuáles son los elementos más importantes en tu historia?
Marlon: Inmediatamente pienso en dos elementos, dos muertes. La primera, la de un amigo que me salvó de morir en un río; él era muy querido en mi ciudad y solía asistir a un grupo parroquial juvenil. Yo participé por primera vez porque hacían un acto en su memoria y me gustó lo que vi. Poco a poco, mientras se estrechaba mi amistad con otros chicos que me buscaban a menudo para pedirme consejos y sugerencias, me preguntaba: ¿por qué no hacerme religioso? El segundo fallecimiento me relaciona con Tierra Santa: cuando ya era fraile, en Centroamérica, asesinaron al comisario de la Custodia en Nicaragua para robarle. El padre Bruno Varriano, en aquella época animador vocacional de la Custodia, vino a su funeral y me habló de la posibilidad de venir a Tierra Santa con una beca de estudios, y así llegué aquí.
Marco:Para mí el elemento básico es la experiencia de sentirse amados, de recordar la misericordia de Dios. Cuando estoy en crisis, recuerdo los elementos y episodios que me hablan de ello y de esa forma me tranquilizo y mi vocación se renueva y se confirma. Hay muchos otros elementos y episodios pero para mí son accesorios: regresar, sentirse amado, esto es lo fundamental para mí. Además de esto, es importante para mi vida el encuentro con las personas, sean las que sean. La vida religiosa ofrece la posibilidad de acercarse a la vida de la gente de una forma nueva, que estoy descubriendo y también me gusta. Ofrece la posibilidad de compartir de un modo profundo y enriquecedor. Creo que como religioso será más fácil poner en el centro a la persona que está frente a ti, y estar presente para ella en ese momento. Me parece que esto es lo importante de compartir: que el otro sepa que el religioso que tiene delante le escucha, está completamente presente ante él.
¿Qué dificultades has encontrado al llegar a Tierra Santa?
Marlon:Yo estaba acostumbrado a la pastoral, juvenil, con los campesinos. Siempre estaba ocupado enseñando el catecismo y con otras actividades. Cuando llegué a Tierra Santa no sabía italiano, era la primera vez que viajaba tan lejos de Centroamérica. Al principio, entré en crisis porque todo era distinto: desde el idioma a la comida, la cultura. En ese periodo me ayudó mucho fray Dobromir, vicario de la Custodia, que me dijo: “Debes tomar una decisión y darte cuenta de que en esta tierra Dios ha creado un proyecto para la Humanidad. En esta tierra que has venido a custodiar. ¿Quieres quedarte aquí, donde nació Cristo, para dar testimonio a los peregrinos y los habitantes locales, en nombre de la Iglesia?”. Después, al elegir quedarme, abrí los ojos a muchas cosas, la principal, que la Custodia tiene mucha más pastoral de la que pensaba: con los jóvenes locales, los ancianos y todas las personas a las que ayudamos con nuestra disponibilidad.
Marco:Echo de menos las cumbres montañosas a las que estoy acostumbrado, los Alpes italianos. Yo no encontré muchas dificultades, pero sí muchos retos. Son retos que,en última instancia, me ayudan: el idioma, las distintas definiciones cristianas, comidas nuevas. Para mí esto es lo que da “sal” a la vida.
¿Qué has descubierto en la vida religiosa?
Marlon:Creo haber encontrado lo que me faltaba, siento que he llenado el vacío en mi interior. Siempre he sentido un vacío pero aquí en Tierra Santa he comprendido qué era lo que realmente buscaba: fraternidad, comprensión, un nuevo punto de vista para vivir la vida. Quería algo con lo que sentirme realmente pleno, ser yo mismo plenamente. Si volviera a nacer, sin duda haría la misma elección de vida.
Marco: Para mí es fundamentalmente un crecimiento personal. Aquí me siento modelado por Dios con martillo y cincel: antes de empezar la vida comunitaria era mucho más cerrado e intolerante. Ahora soy consciente de mi cambio de mentalidad y de carácter y, aunque creo que aún hay mucho por hacer, esta vida es buena para mi crecimiento como persona.
Giovanni Malaspina
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