Carta de fray John Luke Gregory, delegado del Custodio para Rodas.
Últimamente no se oye hablar mucho de los refugiados que siguen afrontando el peligroso trayecto desde Turquía a las islas griegas del Dodecaneso, como si fuese un fenómeno olvidado. Pero creedme, siguen llegando: sirios, iraquíes, iraníes, afganos, kurdos y muchos más. Entre ellos hay muchos niños. Los refugiados sirios son albergados en un centro conocido como “hotspot” mientras que los que no son sirios se alojan en otros lugares.
El sábado 26 de mayo, el embajador de Italia Luigi Efisio Marras visitó la isla de Leros. Venía a depositar una corona sobre las lápidas en memoria de los muchos soldados caídos por su patria, pero también para inaugurar el nuevo centro cultural italiano.
En la isla viven dos italianos que han trabajado incansablemente, con entrega y entusiasmo, para llevar a buen fin los eventos: Enzo Petrokaravo y su mujer Cettina. ¡Son realmente una pareja maravillosa!
En esta bellísima y soleada jornada, aunque no muy calurosa, asistimos a la ceremonia. El monumento a los caídos se encuentra en la antigua capital italiana de la isla, Portolago, que toma su nombre del primer gobernador italiano del Dodecaneso: Mario Lago. La ciudad ahora se llama Lakki.
El memorial está situado en un pequeño jardín cercano al antiguo cuartel italiano. Mientras estaba sentado en un banco en este jardín, con una señora italiana, se acercaron dos niños y me preguntaron en árabe si era el imán. Sonreí, respondiendo en árabe que, en realidad, era el sacerdote católico. Querían saberlo todo: qué eran las grandes cuentas (la corona franciscana) que llevaba, qué era la cruz suspendida entre esas cuentas y quién estaba colgado en la cruz. La noticia de que hablaba un poco de árabe se difundió rápidamente y, en pocos minutos, estábamos rodeados por un montón de niños, todos felices de compartir sus historias, presentarnos a sus hermanos, hermanas, madres y padres (los que los tenían).
Los niños son siempre niños. A pesar de los horrores del pasado, de las escenas horribles que han visto y vivido en sus breves vidas, los olvidan fácilmente con la alegría del momento, la buena compañía y bajo un bonito sol.
El padre de uno de los niños les dio algunas monedas para comprar galletas y lo hicieron enseguida. Para mí no fue una sorpresa verles abrir sus preciosos paquetes de galletas y ofrecerlas a todos los presentes, sabiendo la importancia de la hospitalidad oriental y su necesidad natural de compartir. Me sentí conmovido por este gesto generoso y espontáneo: esta noble expresión de dar que forma parte de su ADN. Tienen muy poco, pero ese poco lo ofrecen a los demás, automáticamente.
Pensé en este gesto y le di gracias a Dios porque tenemos la posibilidad de ayudar a los refugiados y a los pobres de estas islas, siguiendo el ejemplo de San Francisco que amó tanto a los pobres, por encima de todo, repitiendo los pasos de su Señor y Maestro.
¡Qué ejemplo son estos niños! Estoy seguro de que tendrían mucho que enseñar a los hombres más ricos de este mundo. Qué reales suenan las palabras de nuestro Señor: “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos”.
Fr. John Luke Gregory, ofm
Rodas, Cos y Leros
Mayo 2018
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