La idea política del Progreso, tan dominante, puede agobiar a los pocos conservadores que quedamos, pero mucho más, si se piensa, a los progresistas. Ahora que se acerca el verano, imagínense una ideología que no conoce descanso, siempre progresando, progresando, progresando. Hasta el extremo de que el progresista fetén puede estar seguro de que lo más progresista que piensa hoy será reaccionario mañana o pasado. Los viejos socialistas de nuestra transición están, por no irnos lejos, desbordados por el desarrollo de los acontecimientos, de las situaciones sociales y políticas. A duras penas reconocen el PSOE actual.
El mecanismo lo diagnosticó hace casi un siglo el filósofo García Morente: "Para el progreso lo bueno del progreso no es el progreso, sino progresar. El progreso no sería, pues, plausible porque produce bienes y realiza valores, sino que, por el contrario, lo que el progreso produzca serán bienes y tendrán valor porque los produce el progreso". Es un círculo vicioso que gira a la velocidad de una trituradora de principios. El francés Fabrice Hadjadj lo ha visto claro: esto hace que todos los mandamientos se conviertan en uno solo: "¡camina o revienta!", verdadera divisa del Progreso.
Lo que quizá explica el misterio de por qué los partidos de progreso tienen tal pulsión por la muerte, si me permiten una pizca de psicoanálisis. Es un descanso para ellos, la única forma de echarse a un lado. De volverse atrás, como ingenuamente propuso Cecilia Böhl de Faber ("Cuando es incontestablemente mejor lo pasado que lo presente, retroceder es progresar"), ni hablamos. De un modo todo lo subconsciente que se quiera, no tienen más respiro que la nada.
Si no, ¿cómo se explica tanta obsesión necrológica? Ahora, en vez de impulsar los cuidados paliativos, van a legislar la eutanasia, tan contentos. Lo del aborto va ya por un derecho fundamental y todo es poco. Con los terroristas, tienen siempre sus miramientos, sus comprensiones vergonzantes. Incluso el odio a la herencia, vía impuesto de sucesiones, ¿no conlleva también un implícito intento de que nada, ni el patrimonio, sobreviva a una muerte cada vez más perfeccionada, universal y absoluta? Y la memoria histórica, ¿no será en el fondo un intento de aplastar el recuerdo a base de imponerlo para que nadie pueda decir honestamente de nadie "siempre nos quedará su memoria"?
Y todo para huir del Progreso Inevitable.
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