domingo, 3 de diciembre de 2017

PASEMOS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



La postura de Podemos siempre en ayuda del independentismo produce perplejidad y enfado, pero no debería indignarnos. A los que somos muy contrarios a sus planteamientos, digo.

Claro que hay algo inquietante en un partido político que usa sus votos en todo el territorio nacional para dar alas o cobertura al soberanismo; que utiliza una pose de izquierdas para amparar la insolidaridad más rampante; y que desoye las inclinaciones y las ideas mayoritarias de su electorado, que no es independentista, por razones de estrategia política y equilibrios dentro del partido. La sospecha de que la dirección de Podemos está apostando a la mala memoria de su gente y que hoy dice "diu" donde mañana dirá "dije" alienta nuestras ganas de criticarlos, pero es mejor dejarlos solos. 

¿Por qué? Porque Podemos es un partido que, como los mensajes de la TIA de Mortadelo y Filemón, se autodestruye. Su nicho de votos fue la indignación. Y la indignación pierde gas. Lo pierde de dos formas. Cuando la situación económica, social y política se recompone, como ya está pasando. Y cuando el partido antisistema entra dentro del sistema, produciendo unas contradicciones que quedan a la vista de todos y que van desde los sueldos de los diputados de Podemos, que ya son laboralmente casta, hasta las medidas concretas que tienen que ir tomando allá donde gobiernan y que no gustan a todos.

Hablamos mucho de los personalismos de Pablo Iglesias, que han llenado los armarios de Podemos de cadáveres políticos, empezando por Íñigo Errejón y acabando por Carolina Bescansa. Pero hay algo más profundo que peleas de liderazgo. En esos caídos en la refriega interna está la expresión más clara de que Podemos se debate entre sus propias contradicciones sistémicas: partido de la calle en las instituciones, antisistema archi-instalado y anarquismo en las concejalías.

Así las cosas, a Podemos sólo lo puede salvar Carl Schmitt, esto es, la dialéctica amigo-enemigo, quiero decir, la indignación de los señores y las señoras de derechas de toda la vida. Hay una masa significativa de votantes que tiene identificada a las derechas sociológicas, con razón o sin ella, como a sus grandes enemigos. Si las ven atemorizadas y fuera de sí con Podemos, este partido recuperará parte de su atractivo, siquiera como "asustaviejas", digamos, sí, pero atractivo electoral bastante. 

Por eso, hágame caso: si Podemos no le gusta, ignórelo.

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