Hay cantidad de misterios e imágenes desconocidos en Madrid, bien por estar donde no se pueden ver o por estar en la clausura de los monasterios, como el Divino Niño Montañés, que se venera en el real monasterio de Señoras Religiosas Comendadoras de Santiago.
Cuenta la tradición que hace cinco siglos, en Burgos, había una joven que, con sus bienes, socorría a los peregrinos dándoles limosnas y hospedaje. Cierto día llegó a pedirle hospedaje un joven que le inspiró confianza y al que confió su deseo de entrar a la vida religiosa para ser esposa de Jesucristo. Él le dijo que las Comendadoras de Santiago fundaban un monasterio en Madrid y que allí debía ingresar. Agradecida, fue a recompensarle y cuando volvió, había desaparecido y nadie le había visto.
Cuidaba dicha señora de una ermita donde se veneraba a la Virgen con un precioso Niño en brazos, y ante ella, hizo su propósito de ingresar en las Comendadoras. Una vez preparada para partir rumbo a Madrid, fue a despedirse de la Virgen y viendo que el Divino Niño le tendía sus brazos para que no le dejase, decidió cogerlo y llevárselo en los pliegues de su manto.
Llegada a Madrid, se presentó en el monasterio llevando el Divino Niño, siendo acogida por la comendadora mayor. Se arrodilló ante ella para recibir su bendición y, levantando la vista, vio un cuadro que representaba al apóstol Santiago en traje de peregrino, descubriendo con emoción que era el joven peregrino que le dijo que ingresase en el monasterio.
Puso la imagen en manos de la comendadora, pidiéndole que todos los años, el día primero de enero se le hiciese gran fiesta, para cuyo fin entregaba todos sus bienes. Dice la tradición que, al morir la donante en olor de santidad, se iluminó la frente del Divino Niño con un resplandor que todavía hoy conserva.
Entre las túnicas del Divino Niño la más famosa es la que bordó en hilo de plata cuando era joven sor Patrocinio, la monja de las llagas, consejera de la reina Isabel II.
Tuvo siempre en Madrid fama de milagrero y, especialmente, de curar a los niños enfermos, y todavía hoy son muchas las madres que se acercan para pedir por sus hijos, dejándole peticiones y fotografías ante la divina imagen que se encuentra en una capilla en el interior del monasterio.
Jesús Junquera
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