En una Catedral abarrotada, el obispo auxiliar Luis Javier Argüello ha abierto hoy la Semana Santa de Valladolid con un pregón cargado de contenido social, en el que ha animado a vivir los días de Pasión «acercándose a la Cruz desde las llagas del mundo», porque, ha destacado, «el mayor pecado contra los pobres tal vez sea la indiferencia, ignorar las inmensas multitudes de gentes hambrientas, de mendigos, sin techo, sin asistencia médica, y sobre todo sin esperanza de un futuro mejor».
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El prelado, quien ha mostrado su emoción y agradecimiento por haber sido designado para proclamar un acontecimiento que desborda el ámbito eclesial y es expresión de fe y cultura popular, ha pronunciado su mensaje ante la Santa Cruz Desnuda de Los Franciscanos, paso que este año es protagonista de la Semana Santa.
Tras realizar un minucioso repaso por la historia de la fe y cristianismo, desde el primer siglo en Jerusalén hasta la actualidad, Argüello ha instado a vivir los días que llegan siendo conscientes de la necesidad de emprender «una nueva cruzada, una movilización general de toda la cristiandad y de todo el mundo civilizado para liberar esos sepulcros vivientes de Cristo que son los millones de personas que mueren de hambre, de enfermedades y de miseria».
Para el también vicario general de la Diócesis «eliminar o reducir el injusto y escandaloso abismo que existe en el mundo entre ricos y pobres es la labor más urgente en este tiempo de revolución tecnológica».
En su alocución ha animado a los jóvenes de corazón inquieto a acercarse a la Iglesia -«os necesitamos»-, a las parejas separadas o divorciadas a vencer el desamor en favor de los hijos en común, así como a «no olvidar las causas de las malas muertes en las hambrunas, las guerras y en los hogares convertidos en campos de batalla».
El obispo ha realizado un recorrido por los diez días de procesiones y actos y para cada uno de ellos ha adaptado mensajes prácticos. Por ejemplo, en el caso del Viernes de Dolores se ha fijado en la procesión que recorre el barrio de Delicias, «en el que viven muchos inmigrantes», para «pregonar la hospitalidad y gritar, en medio del silencio vallisoletano, paz y justicia entre las naciones». Para Argüello ellos nos recuerdan a refugiados y perseguidos. «La exaltación de la santa Cruz pide también hacer elogio del nuevo parentesco surgido a sus pies, que no conoce de barreras ni de fronteras».
Tampoco se ha olvidado el obispo de casos de la actualidad local como el del aislamiento del barrio de la Pilarica en una ciudad que ha progresado, aunque este progreso, «alta velocidad es uno de sus nombres», la ha dividido. A juicio de Argüello, la división de la Pilarica «viene siendo, 500 días y 500 noches, traumática». «Es una parábola de nuestro mundo: el progreso a costa de tantos», ha recalcado.
Argüello ha recordado que en Semana Santa «el templo sale a la calle como una parábola para seguir saliendo todo el año, sin hábitos, a cara descubierta, en el ejercicio de la caridad social».
El obispo ha convocado a todos a vivir una semana «en la que el paso de la Cruz Gloriosa de nuestro Señor Jesucristo por nuestra ciudad toque los corazones, ilumine los ojos, abra las manos y nos permita dar un paso adelante de confianza, amistad y servicio recíproco en nuestras vidas».
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