Como todos sabéis en el mes de marzo, ya a las puertas, celebramos el día del Seminario. Doy gracias a Nuestro Señor por los sacerdotes que colaboran conmigo en el ministerio pastoral y os cuidan en el nombre de Jesucristo Buen Pastor. Sé que también vosotros los recibís como un regalo de Dios Padre. Su misión no es de dominio sino de servicio generoso y fiel pues todo el pueblo de Dios está enviado a evangelizar. El ministerio presbiteral, por tanto, está orientado a la evangelización por medio del servicio al pueblo misionero, auténticas piedras vivas edificadas por el Espíritu Santo sobre el fundamento de los apóstoles.
Para realizar este servicio al laicado, los sacerdotes necesitan una creciente actualización en la formación a todos los niveles empezando desde el Seminario. Es imprescindible para la Iglesia que el Señor cumpla su promesa: “Os daré pastores según mi Corazón” (Jer 3,15). El Seminario es el lugar donde estos jóvenes son formados según su Corazón. Todos somos conscientes de lo que nos jugamos en ello. Por esto es urgente que nuestras comunidades parroquiales asuman el compromiso de fomentar la cultura vocacional que proponga a todo joven y niño discernir su lugar en el edificio de la Iglesia y ofrecer su vida para el servicio presbiteral si así le invitase el Señor, hacerse todos la pregunta del lema de este año “Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?”, y responder con generosidad.
Esta promoción vocacional es necesaria para el mundo pues el horizonte de la Iglesia no es su conservación sino la salvación de todos los hombres por medio de la fe. Para que los hombres conozcan el amor de Dios es imprescindible la predicación como dice el Espíritu Santo por medio de san Pablo ¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Rom 10,14). Vivamos este mes en el que ya hemos comenzado la Cuaresma como un tiempo de renovación evangelizadora. Un buen método puede ser la lectura reposada, además de su Carta Pastoral para Cuaresma, de la Exhortación del papa Francisco La alegría del Evangelio.
¡Pidamos y ayudemos a nuestro Seminario!. Su confianza, la de los seminaristas, está sólo en el Señor, seamos también para ellos familia, pueblo de Dios, casa y comunidad desde la que sean enviados y a la que vuelven para servir y contar las acciones del Señor.
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