Contra el estrés, la depresión, los nervios, la apatía y la falta de comunicación
Por: P. Juan García Inza | Fuente: www.mercaba.org
Hace unos días conversaba yo con una internautamiga de las inquietudes que cada uno tenemos. Ella me contaba sus tormentas interiores con las que se debate buscando la Luz y la Verdad. Yo le recomendaba paciencia, fe, humildad y constancia. Yo le contaba los pequeños torbellinos que supone el cambio de parroquia que estoy preparando ya, los líos materiales que eso lleva consigo, y la nueva aventura de volver a empezar, y en mi caso al tratarse de una parroquia recién creada, y en un ambiente universitario. Y ella, mi buena amiga internauta me recomendaba reír mucho. Y no es mala la fórmula. Yo soy por naturaleza risueño, me gusta gastar bromas, contar chistes, pasarlos bien entre mis amigos y feligreses. Y es que la risa es sanísima.
Leía casualmente el otro día las propiedades terapéuticas de la risa, y son espectaculares: Una buena carcajada genera un proceso psicológico, neurológico y fisiológico en el que se liberan hormonas y neurotransmisores que protegen contra infecciones y contagios, fortalece el corazón y combate el sobrepeso, ya que puede poner a trabajar hasta 400 músculos.
En España existe una Escuela de la Risa, donde se lucha contra el estrés, la depresión, los nervios, la apatía y la falta de comunicación. ¿Recuerdan los mayores aquel célebre disco de la risa? La verdad es que es buenísimo reír. Las cosas hay que tomarlas con buen humor, poner buena cara, descargar adrenalina que envenena el organismo. Yo no estoy hablando, claro está, que nos tomemos la vida en broma, pero sí con un poco más de filosofía. Hay que aprender a mirar con buenos ojos, a oír con el oído más comprensivo, a mirar con dulzura, a decir la palabra más amable que tengamos en la boca. Hay exceso de violencia verbal, y de actitudes destempladas. Todos tenemos derecho a que se nos trate con un poco de cariño, a que un buen samaritano se nos acerque para ver lo que necesitamos. Hace falta a veces un caminante que haga te acompañe en el camino, y un buen hombro donde poder apoyarte, y si es necesario llorar sin amargura.
La calle no puede ser una ganadería, o una piara que deambula buscando sólo los garbanzos de cada día. Hay otras necesidades. Hay otras pobrezas, que no son precisamente las materiales, que también precisan de la limosna de una sonrisa, de una mano amiga que le dé, transmita la paz, de una palabra de alivio que le llene el corazón de esperanza.
Sí, seguiré el consejo de mi amiga internauta, y sonreiré a carcajada limpia en ese parto a veces duro de dejar algo que quieres, para comenzar a arar un campo nuevo, donde está casi todo por hacer. SONRIAMOS TODOS, POR FAVOR. ESTAREMOS MÁS SANOS
Leía casualmente el otro día las propiedades terapéuticas de la risa, y son espectaculares: Una buena carcajada genera un proceso psicológico, neurológico y fisiológico en el que se liberan hormonas y neurotransmisores que protegen contra infecciones y contagios, fortalece el corazón y combate el sobrepeso, ya que puede poner a trabajar hasta 400 músculos.
En España existe una Escuela de la Risa, donde se lucha contra el estrés, la depresión, los nervios, la apatía y la falta de comunicación. ¿Recuerdan los mayores aquel célebre disco de la risa? La verdad es que es buenísimo reír. Las cosas hay que tomarlas con buen humor, poner buena cara, descargar adrenalina que envenena el organismo. Yo no estoy hablando, claro está, que nos tomemos la vida en broma, pero sí con un poco más de filosofía. Hay que aprender a mirar con buenos ojos, a oír con el oído más comprensivo, a mirar con dulzura, a decir la palabra más amable que tengamos en la boca. Hay exceso de violencia verbal, y de actitudes destempladas. Todos tenemos derecho a que se nos trate con un poco de cariño, a que un buen samaritano se nos acerque para ver lo que necesitamos. Hace falta a veces un caminante que haga te acompañe en el camino, y un buen hombro donde poder apoyarte, y si es necesario llorar sin amargura.
La calle no puede ser una ganadería, o una piara que deambula buscando sólo los garbanzos de cada día. Hay otras necesidades. Hay otras pobrezas, que no son precisamente las materiales, que también precisan de la limosna de una sonrisa, de una mano amiga que le dé, transmita la paz, de una palabra de alivio que le llene el corazón de esperanza.
Sí, seguiré el consejo de mi amiga internauta, y sonreiré a carcajada limpia en ese parto a veces duro de dejar algo que quieres, para comenzar a arar un campo nuevo, donde está casi todo por hacer. SONRIAMOS TODOS, POR FAVOR. ESTAREMOS MÁS SANOS
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