viernes, 18 de abril de 2014

LA PROCESIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA AMARGURA PARALIZA VALLADOLID.


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La procesión de Nuestra Señora de la Amargura paraliza Valladolid
Cuando la procesión de Nuestra Señora de la Amargura pasaban por el cruce de la calle Constitución con Menéndez Pelayo, la pequeña bajada que hay en ese tramo de calzada se sufría con cada paso de carroza. Los cofrades, que iban detrás del paso empujaban y tiraban para que la carroza no perdiese el control durante ese breve momento. Y no fueron una, ni dos, si no cuatro.
Los pies descalzos y los cubiertos con zapatos de los hermanos de la cinco cofradías trabajaban para llevar a su destino, ya fuese empujando o a andas, los seis pasos que participaban en la procesión–la Oración del Huerto con dos pasos, Nuestro Padre Jesús Resucitado con uno, la Exaltación de la Cruz con uno, el Descendimiento con uno, el Santo Cristo de Buena Muerte con uno, y los franciscanos de la Santa Cruz Desnuda con dos pasos en andas–.
Verde, blanco y negro, azul y rojo, morado y blanco, y marrón desfilaban frente a los presentes. En total, entre las cinco cofradías que componían la procesión de ayer, cinco de las que no pertenecen a las grandes de la ciudad, juntaron a unos mil hermanos. O más, porque durante los 30 minutos que tardaron en pasar sin hacer ninguna parada por delante de esa calle Menéndez Pelayo, las cinco cofradías llenaron de grandeza sus pasos con penitentes pequeños y mayores que acompañaban a sus imágenes.
Los más pequeños
Y los mas chiquitines eran los que recogían las miradas de todos los asistentes. Cuando pasaba la cofradía de Nuestro Padre Jesús , una niña le cambiaba a otra la cruz de mano: todos la portaban hacia el exterior de las filas, y la segunda chica llevaba la cruz en su mano izquierda. Junto a ellos, otro niño, este con ‘capuchón’, intentaba mantener las distancias entre las dos filas para respetar con la máxima formalidad la procesión más importante de estas cinco cofradías.
Y más niños había: otros portaban en sus manos la corona de espinas y los clavos de la cruz de Cristo mientras mantenían una rectitud que aguantaban desde los primeros momentos de la procesión, hora y media antes. Pero, para terminar, la cofradía de los franciscanos llegó. Las sandalias y su hábito más de monje que de cofrade llenó la calle Constitución en el momento en el que pasaban sus dos pasos, la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, con las nuevas andas al ritmo de los bombos y dulzainas. Los pasos, de madera, con la música rebotada de la doble lengüeta de la dulzaina, remarcaban ese ambiente castellano que algunos tanto han echado de menos estos días.

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