La Vigilia Pascual tiene una liturgia riquísima en simbolismos, gracias a Dios cada vez más conocida y valorada. Hoy deseo fijarme en un objeto litúrgico que tiene especial significado: el cirio pascual.
Según una tradición antiquísima, cuando cae la noche y se acerca el gran domingo, se enciende un fuego, fuera de la iglesia si es posible, y de sus llamas se toma la del cirio que presidirá el tiempo de la Pascua y otras muchas celebraciones a lo largo del año. El pueblo congregado alrededor, oye al sacerdote pronunciar esta bendición: «Oh Dios, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles el fuego de tu luz, santifica este fuego, y concédenos que la celebración de estas fiestas pascuales encienda en nosotros deseos tan santos que podamos llegar con corazón limpio a las fiestas de la eterna luz».
El cirio contiene inscripciones de letras y de números. En la parte superior, la letra Alfa y en la inferior la Omega. En los ángulos que forman los brazos de la cruz, los cuatro números del año en curso, 2014 esta vez.
Y al presentar el cirio el sacerdote reza: «Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén».
Me he detenido en estos detalles porque el cirio explica muy bien el sentido de la Pascua para los cristianos. Fijémonos en que se da importancia al mensaje de eternidad: principio y fin, pero al mismo tiempo no se olvida la realidad en que vivimos, el año concreto del calendario cristiano.
El papa Francisco comentó, en una de sus breves homilías de su misa diaria en Santa Marta, que la historia de la Salvación se asienta en tres columnas, una en el pasado, otras en el presente y la tercera en el futuro. El pasado es que el Señor nos ha elegido, nos ha amado, nos ha dicho “ven” y con el bautismo nos ha elegido para ir por el camino cristiano. Respecto al futuro nos ha hecho promesa de la vida eterna. ¿Y el presente? Es nuestra respuesta a este Dios tan bueno, es nuestra aceptación en el momento actual de la alianza que nos ofrece.
Vivamos muy bien el día a día. Que la luz de la Pascua no se apague nunca en nuestro corazón.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona
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