Manuel Bru
“La defensa de la vida no es una postura conservadora y la de la justicia social progresista”, explicaba con atino José María Gil Tamayo, secretario de la Conferencia Episcopal Española, en la rueda de prensa tras la celebración, esta semana, de la reunión de su Comisión Permanente.
Respecto al proyecto de ley de protección de la vida del no nacido, los obispos han dicho lo esperado: que por un lado supone “un avance positivo con respecto a la legislación vigente, que considera el aborto como un derecho” y por otro lado, que “una ley del aborto, por muy restrictiva que fuera, seguirá siendo una ley injusta”, porque “nadie tiene derecho, en ninguna circunstancia, a quitarle la vida a un ser humano inocente”.
A la hora de fundamentar este juicio, los obispos españoles, recurren al magisterio del Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que aporta sin duda un nuevo lenguaje a la hora de tratar este tema, con particular claridad, caridad y compromiso, las tres “c” que aparecen siempre en sus intervenciones.
Claridad porque el Papa manda con rotunda claridad un aviso a navegantes: que no esperen en él una rebaja en la defensa de la vida humana: “No debe esperarse que la Iglesia –dice el Papa- cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.
Caridad y compromiso porque el mensaje de la defensa de la vida no pone su acento en la denuncia de quienes lo promueven, sino en “que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?”, dice el Papa.
La Iglesia católica sabe que para promover la cultura de la vida no basta con denunciar las legislaciones que no protegen la vida, ni siquiera basta con denunciar la cultura de la muerte que oscurece las conciencias, sino que es necesario crecer en el testimonio de la acogida y de la misericordia.
Respecto al proyecto de ley de protección de la vida del no nacido, los obispos han dicho lo esperado: que por un lado supone “un avance positivo con respecto a la legislación vigente, que considera el aborto como un derecho” y por otro lado, que “una ley del aborto, por muy restrictiva que fuera, seguirá siendo una ley injusta”, porque “nadie tiene derecho, en ninguna circunstancia, a quitarle la vida a un ser humano inocente”.
A la hora de fundamentar este juicio, los obispos españoles, recurren al magisterio del Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que aporta sin duda un nuevo lenguaje a la hora de tratar este tema, con particular claridad, caridad y compromiso, las tres “c” que aparecen siempre en sus intervenciones.
Claridad porque el Papa manda con rotunda claridad un aviso a navegantes: que no esperen en él una rebaja en la defensa de la vida humana: “No debe esperarse que la Iglesia –dice el Papa- cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.
Caridad y compromiso porque el mensaje de la defensa de la vida no pone su acento en la denuncia de quienes lo promueven, sino en “que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?”, dice el Papa.
La Iglesia católica sabe que para promover la cultura de la vida no basta con denunciar las legislaciones que no protegen la vida, ni siquiera basta con denunciar la cultura de la muerte que oscurece las conciencias, sino que es necesario crecer en el testimonio de la acogida y de la misericordia.
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