martes, 4 de junio de 2013

RECOMENDACIONES; POR ALFONSO USSÍA.

La Razón


España es el paraíso de las recomendaciones. Más de la mitad de los asesores políticos son recomendados. Y todos los que han alcanzado la cima de la gestión política, antes o después, fueron beneficiarios de alguna recomendación. Famosa es la de Juan March Ordinas, el fundador de la saga, a Ignacio Villalonga, presidente del Banco Central. «Ignacio, te agradecería que hicieras lo posible para que Tal y Tal, al que quiero como a un hijo, pudiera trabajar en tu Banco». Los deseos de March eran órdenes, y Tal y Tal se incorporó inmediatamente al Banco Central en calidad de subdirector general, un cargo de altura. Pero Tal y Tal era bastante tonto, no estaba preparado, llegaba tarde al trabajo y a los pocos meses, a Villalonga se le hincharon los dídimos y lo puso en la calle: «Lo siento Juan, pero he tenido que prescindir de tu recomendado Tal y Tal, porque sinceramente, era un desastre. Lo lamento profundamente». Y March fue comprensivo. «Has hecho muy bien. No vale nada y es un imbécil. Como comprenderás, de haber sido inteligente, responsable, estar bien preparado y ser un gran trabajador, en lugar de recomendártelo, lo tendría conmigo en la Banca March».
Cuenta el general Dávila, legionario, una anécdota deliciosa. Había cazado el anterior Jefe del Estado, general Franco, en el campo sureño de la familia Terry. De vuelta a Madrid, gustaba de detenerse en Despeñaperros para admirar el paisaje y efectuar una parada técnica. Aguardaba allí un viejo legionario, al que el Generalísimo tenía gran simpatía y había servido a sus órdenes. Lo invitó a compartir unos minutos en el interior de su coche. «¿Necesitas algo?»; «no, mi general». «Si te hace falta algún empujón, cuenta con ello». «Excelencia, para mí no quiero nada. Pero tengo un gran amigo, guardia civil, que es de Melilla, tiene algún problemilla familiar, está destinado en La Carolina y le encantaría volver a su ciudad». Franco ordenó a su ayudante que apuntara los datos del guardia civil, del gran amigo de su legionario. Y a los pocos días, fue destinado a Melilla. El legionario no era amigo del guardia civil, sino al contrario. El guardia civil lo tenía atravesado porque el legionario era el más eficaz cazador furtivo de Sierra Morena, y para quitárselo de encima ideó tan ingeniosa recomendación.
Hoy leo que también los ingleses se han aficionado a las recomendaciones, y que tres miembros de la Cámara de los Lores, se han forrado a cambio de gestiones poco acordes con su presumible honorabilidad. Pero han sido recomendaciones toscas, exclusivamente destinadas a ganar dinero, nada ingeniosas. Y me consuela, porque tengo a los británicos en muy alta consideración por su talento y sentido del humor. Los han cazado por algo tan vulgar como es el interés económico. Y han sido tres miembros de la Cámara de los nobles, dos laboristas y un conservador. De los laboristas me extraña menos, porque más o menos son como los socialistas de España, pero sin los resentimientos de la Guerra Civil. Pero que un «lord» conservador se dedique a la mangancia, es muestra palpable de la degradación de la sociedad inglesa. Los ingleses siempre han robado a sus adversarios, y que nos lo digan a nosotros, sus principales expoliados en la mar durante siglos. Pero nunca lo han hecho con otros ingleses, no por honestidad, sino por temor a que los expulsaran de su club preferido. Nuestras recomendaciones son infinitamente más ingeniosas, y me congratulo de ello con orgullo patrio.

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