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“Tuve que decidir si volaba la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto” declaraba el ex Presidente del Gobierno Felipe González a Juan Jasé Millás del diario El País en noviembre de 2010.
En septiembre de 2012, el ex Presidente del Congreso de los diputados, José Bono, publica una entrega de sus memorias en la que recordaba esta entrevista: “En 1993, Felipe González tuvo la tentación de matar a la cúpula de ETA”.
Recientemente, Rafael Vera, ex Secretario de Estado del Ministerio del Interior, hacia su aparición en una televisión para explicar algunas cuestiones relacionadas con el GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), su participación durante los cinco años de actividad de este grupo, de 1983 a 1987, y como fue él mismo quien decidió su cese.
Vera y el ex Ministro del Interior José Barrionuevo, fueron condenados a diez años de cárcel por el secuestro del ciudadano francés Segundo Marey, realizado por los GAL, y malversación de caudales públicos, referido a pagos realizados con fondos reservados del Ministerio del Interior.
Sin embargo, las 27 muertes causadas por el GAL durante su actividad, así como las producidas por el Batallón Vasco-Español y Antiterrorismo de ETA (ATE), nunca han sido juzgadas y nadie ha pagado por ellas.
Brita, que ha seguido las últimas informaciones sobre este asunto, me pregunta sobre la opinión de los españoles en tan delicada cuestión.
Le respondo con otra pregunta: ¿Qué piensan los alemanes de los “suicidios” en las cárceles de máxima seguridad de los miembros de la Fracción del Ejército Rojo, más conocido por Banda Baader – Meinhof? ¿Y los norteamericanos de la muerte de Osama Bin Laden en su residencia paquistaní? ¿O los británicos por la muerte de unos terroristas del IRA desarmados, abatidos por la policía en Gibraltar y tantos casos más de eso que llaman “guerra sucia”?.
- Bueno, no es lo mismo. Me responde.
- ¿Por qué? ¿Dónde está la diferencia?
- Pues Margaret Thatcher asumió toda la responsabilidad en el caso de los terroristas de Gibraltar, y Barack Obama la muerte de Bin Laden. Mientras que los presidentes españoles no han respondido de igual manera y, en el caso de los GAL, destapó el asunto un periódico y el juez Garzón llevó a cabo su venganza personal contra el Gobierno del PSOE. Además los policías Amedo y Domínguez, condenados también por el secuestro de Segundo Marey, han desvelado muchos detalles de las actividades de los GAL y no fueron precisamente muy ejemplares en su comportamiento personal.
- En eso tienes razón – le concedo – lo de los GAL tuvo un componente chapucero importante y quizás también por eso, el entonces Presidente González no dio un paso al frente y asumió su responsabilidad en la “guerra sucia” contra ETA.
Todos los países, Orientales y Occidentales, que ha sufrido los terribles ataques del terrorismo han utilizado métodos ilegales para combatirlo. En el caso de los GAL, en aquellos años en los que Francia no colaboraba con España en la lucha contra ETA y los terroristas se entrenaban, abastecían y refugiaban en el país vecino, solo en territorio francés se podía luchar con efectividad contra los terroristas.
Moralmente no se puede justificar ninguna muerte, solo la legítima defensa o la guerra en defensa de las vidas ajenas amenazadas seriamente, permite hacer uso de la fuerza. El propio Catecismo de la Iglesia Católica dice, referido al uso de la fuerza:”… La prohibición de causar muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño. La legítima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común”.
- ¿Quién está legitimado para usar las armas contra un ser humano?- me interpela Brita un tanto desconcertada.
- No te voy a contestar a eso. Cada uno tiene su propia respuesta en función de sus convicciones morales y de la situación concreta, de la inminencia y la gravedad de la amenaza. Los militares lo tenemos muy claro y las Fuerzas de Seguridad también. Busca tu propia respuesta, pero hazlo analizando sinceramente cada situación desde todas sus vertientes y la gravedad y circunstancias de la amenaza.
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