CARMEN C. A. 1934 – 2012
Carmen fue una
gran mujer, enraizada en Cristo, con una multitud de valores puestos siempre al
servicio de los demás: a su lado las personas crecían, se acompañaban, se
enamoraban de la vida y del Señor. Por eso es difícil hacer opciones y contar
solo algunas cosas de ella, las que caben en las páginas que debe tener este
relato. En la memoria agradecida de las que la conocieron queda todo lo
restante. Los párrafos entrecomillados son de sus mismos apuntes.
SU VIDA.
Fue la séptima
hija de una numerosa familia de 17 hijos, sus padres, Juan y Asunción,
ambos españoles y radicados en Cuba inmediatamente después de su matrimonio.
Nació el 9 de noviembre de 1934 en la ciudad de La Habana.
Ella misma nos cuenta
“Tuve una infancia muy feliz, en un hogar
alegre, alborotoso, en un clima de libertad, respeto y orden, en un ambiente
religioso sin exageraciones”.
La escuela primaria la hizo en el Colegio
Lestonnac. Entró en el Colegio del Sagrado Corazón del Cerro en septiembre de
1947, donde estudió el Bachillerato. Cuando Carmen cuenta de ese cambio dice
“Me adapté con mucha facilidad a mi nuevo
colegio y compañeras y fueron estos
años, los de
mi adolescencia, donde mi fe se
afianzó, donde aprendí a comunicarme con
el Señor, donde mi
vida de piedad se hizo sólida, sin llegar a ser, lo que se decía, una
niña piadosa. Las religiosas
me parecieron mujeres interesantes, educadoras
fuertes, exigentes. Las sentía distantes pero
dedicadas, entregadas en serio a
nosotras. A veces me costó entender la importancia
que daban
a perfeccionismos externos: zapatos
iguales, uniformes nuevos, filas perfectas, orden
Impecable…esta rigidez me parecía exagerada y
más de una vez me rebelé cuando sentí
que la
justicia y la caridad se tambaleaban
ante estas exigencias. Esto no impidió
que admirara, desde
un principio, la solidez que poseían y
sabían transmitir. La figura de Magdalena Sofía me
resultó atractiva desde el momento que la conocí”. A
ella, sin duda alguna, le debo ser
religiosa del Sagrado Corazón”.
Y continúa:
“Fui
una adolescente normal, inquieta y divertida siempre, fiestera más tarde, con
momentos de profundidad y también de ligereza. No fui banda ni verde ni azul y
terminé mi Bachillerato siendo aspirante a Hija de María. En los dos últimos
años de colegio empecé a sentir la llamada de Jesús para seguirle en la vida
religiosa, pero no tenía muchos deseos
de tomármelo en serio, había muchas otras cosas que me entretenían y también me
dispersaban.
Salí
del Sagrado Corazón en junio de 1953, a
los pocos días viajé a España para pasar el verano y conocer a la familia y
tierra de mis padres. La estadía se prolongó un año porque surgió un joven, un
compromiso y una inevitable y dolorosa
ruptura. La llamada de Jesús se hizo irresistible y no tenía otra alternativa,
si quería ser feliz, que dejarlo todo y seguirle”.
Entró en el noviciado de La Habana en mayo del 1955, unos días antes, el 26
de abril recibió la medalla de Hija de María. Le costó mucho la adaptación.
Añoraba mucho su casa, la familia, la alegría, la flexibilidad. Fue un tiempo trabajoso, pero al mismo tiempo
de mucha generosidad, Tomó el hábito el
19 de noviembre de 1955 y pronunció sus primeros votos en la misma fecha, dos
años después. Hizo el Juvenato “negro” y
se quedó unos meses como “cola” de las Mayores
Maestra de dormitorio,
clases, recreos…
En 1959 recibió el envío para, Ponce, en Puerto Rico. Fueron dos años de crecimiento,
de maduración, de confirmación, “años felices”, dice ella misma. El ambiente
fue de mucha exigencia, pero se sentía acompañada.
En julio de 1961 la destinaron
a Santurce como Vigilante de Mayores. Eran los primeros años de la revolución
cubana y toda su familia se trasladó a España, pasando a verla a Puerto Rico.
Su padre murió el 2 de marzo de 1962. No fue un año fácil pero supo
sobreponerse.
Después fue al juvenato
superior y a la probación a Roma, donde profesó el 20 de julio de 1963. Ella
misma cuenta
“Fue
un tiempo de fervor, feliz de prepararme a ser miembro de la Sociedad
para siempre. Se afianza la convicción y el deseo de que quiero ser fiel y que
la fidelidad es un valor grande para mí”.
Fue destinada nuevamente a
puerto Rico, donde fue primer ecónoma local y después, vigilante general en
Ponce
“Es
posible que estos hayan sido los dos años más fuertes de mi vida religiosa:
circunstancias difíciles, acontecimientos… fueron pruebas fuertes que pudieron vencerse
sin entrar en crisis ni rupturas internas… Por otro lado fueron dos años de
apostolado fecundo que generó en mi
mucha energía. Creo que fue entonces que aprendí a centrarme en lo esencial. En
esa etapa solo conté con el Señor, no recuerdo otra ayuda”.
En junio del 1966 la
enviaron al Colegio Universitario de Santurce a estudiar y ser al mismo tiempo
Consejera de las estudiantes de 1er. año. Al terminar la carrera la nombraron Decana
de estudios. Estuvo en la Universidad hasta 1983 con la excepción de un año que
estudió teología en España En la universidad ejerció la docencia y cargos
administrativos .Ella misma nos cuenta:
“Este
largo período podría resumirse así: los primeros años de estudiante fueron años
fáciles. Pienso en ellos se fraguó mi personalidad en medio de los primeros
temblores de los grandes cambios de esa época… Años de verdadera “convulsión”.
En todo sentido. Años críticos para la Sociedad y
para Puerto Rico. De esta crisis colectiva no pude escapar y hubo de todo:
confusión, dudas, secularización, un verdadero “cachumbambé” que pasé como
pude. Creo me salvó el amor a Jesús que
está ahí, la fe fuerte de mi
adolescencia ya adulta, que se empeña en permanecer, en ser fiel y en el apoyo
de la amistad. Me libro de heridas: regalo del Señor
En
este importante período de tiempo: 17 años, que pasé en la Universidad ,
años cruciales en mi vida, ricos en viajes, estudios, vaivenes, temporales,
bonanzas, amistades… tengo dos fuertes “experiencias de Dios”. La primera en
Jette en junio de 1970 ante el cuerpo de Magdalena Sofía. Acompañaba un viaje
cultural de la
Universidad. La otra fue en julio de 1982 en Grenoble, en
la misma escalera donde se conocieron y abrazaron Magdalena Sofía y Rosa
Filipina. En ese momento tomé la decisión, sin vuelta atrás, de ir a Cuba”
Llegó a Cuba a principios
de 1983 y se unió a las tres hermanas que estaban en Santiago. Escuchémosla a
ella misma sobre ese importante paso que dio:
“Fue
un violento cambio de vida en todos los sentidos. Me di con generosidad pero el
sufrimiento y una “convulsión” de todo
el ser tuvo lugar. Hubo momentos en que
me pareció que el precio que tenía que pagar era demasiado fuerte. Una vez más
salimos adelante. La armonía total solo se logró después de dos o tres años. Me
sostuvo el amor a Jesús, la fidelidad al “amor primero”. Hacer presente esta
primera entrega, siempre me ha sido valioso. También me ayudó la amistad y la
paciencia y el respeto de la comunidad que supo esperar. Lograda la armonía y
ya totalmente arraigada, feliz de estar entre mi pueblo y viendo un total
sentido a mi ESTAR, empieza
una época de creatividad, de vitalismo, de
serenidad. Ahora puedo valorar el
proceso de cambio tan positivo para mi vida religiosa, de esta etapa. Fue de
verdad mi Pascua”
En 1988 se
trasladó a La Habana. Se abre la segunda casa de este período y llegan a tener
identidad propia al decidir la Casa Madre fuera Cuba Área independiente. Carmen
es nombrada superiora del Área: supo aglutinar tanto a las hermanas cubanas que
iban llegando de vuelta, como a las extranjeras que llegaban a servir por unos
años. Fue un tiempo muy fecundo en la misión apostólica de todas las hermanas y
en la promoción vocacional. Carmen tuvo la inmensa alegría de admitir a las
primeras jóvenes que después de la revolución serían rscj. En ese tiempo
llegaron a ser tres comunidades.
En la Parroquia de El
Rosario donde Carmen estuvo más de 20 años, trabajaron con los Dominicos y
trataban de ayudar a jóvenes, familias, ancianos… daba clase en el Seminario y
fue un gran apoyo para la Iglesia diocesana, participando en muchos equipos y
donde se destacó su colaboración en el ENEC, acontecimiento importantísimo
donde la Iglesia de Cuba, decide cambiar el rumbo para servir más eficazmente a
su pueblo.
Allí celebró sus Bodas de
Oro y desde allí, ya aquejada de un cáncer, salió para recibir asistencia
médica en nuestra casa de Rosales, Madrid, donde, según dice ella misma
“encontré
otro nido donde crecer y desde donde pude “volar” muchos días para acompañar
a los enfermos del Hospital G. Marañón. Compartí
con ellos en las Salas de Custodiados e
Infecciosos, éstos últimos llegaron a
ser mis preferidos y donde olvidaba todos mis males”.
Después de una enfermedad llevada con
admirable fortaleza y durante la cual visitó Cuba un par de veces, fallece el 1
de mayo de 2012, rodeada de la comunidad y de su familia
SU VIDA
ESPIRITUAL.
Aunque su vida espiritual
ha quedado muy reflejada en la historia de su vida, recogemos en sus apuntes
abundantes testimonios de aquello que la alimentaba y daba sentido a su vida. Su
lema fue siempre: “Sé de Quien
me he fiado” (2da. Tim.1,12), la sostuvo en los momentos difíciles y, ella
misma dice, “me armoniza y me da la
energía para ser fiel a mi “Primer Amor” (nombre
que daba a Jesús muchas veces).
Otras palabras suyas son
“Quiero
ser espacio para los demás, que puedan crecer en mi”
“Deseo
que la Fe
Viva me inspire el amor más tierno y generoso,
como quería Magdalena Sofía”
“Pensar
que la Eucaristía me
hace entrar en el Corazón Abierto de Jesús, me llena”.
“Decido
pegarme a la “Fuente” que es Jesús y así hacer posible que el “agua viva” pase
a otros, a todos.”
“La Cruz no
puedo eliminarla, pero sí con su Resurrección iluminarla…”
“Jesús
es mi todo. Me va quitando el miedo… quiero vivir la Regla
de la sencillez: la sola mirada”
Su enfermedad avivó su Fe y Esperanza,
escribe:
“la espera está preñada de fe y fuego, de
esperanza nueva. Ya está. Ya llega. Se puede ver su estrella. Su luz se queda y
permanece”.
Pocas semanas antes de morir formuló con
claridad la ofrenda de su vida, la aceptación del Proyecto de Dios sobre ella.
“Diciéndole de nuevo: sí”.
A un sobrino suyo le dijo
“Estoy como el trapecista que va a saltar.
Lo único que tengo que hacer es estirar, abrir los brazos hacia el que me espera. No he de intentar
agarrarle, es Él el que me cogerá fuertemente a mi…”
SU HUELLA.
Desde muchos lugares hemos
recibido ecos de su impronta: Canadá,
Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, Miami, España, Argentina...
Piro y Alina, matrimonio
comprometido en la Iglesia de La habana dicen:
“La
acción de Carmen estuvo muy presente en el proceso de reflexión que la
Iglesia Cubana
emprendió en el ENEC para comprender su Misión Evangelizadora, Orante y
Encarnada.
Sin
Carmen a la
Iglesia le hubiese costado más tiempo llegar a esa
reflexión, porque tomó el compromiso personal de visitar muchas Parroquia,
diseñar y aplicar encuestas y animar e iluminar con su palabra a seguir a
Jesús…
A
ratos incomprendida, alabada por su esfuerzo en otros momentos, discípula de
Jesucristo siempre”.
Su hermana Rosa dice así:
“Nuestra
hermana religiosa, es la más hermana de todos nosotros. Ella ha sido el vínculo
de unión entre toda la familia. Recurrimos a ella cuando deseamos recibir
consejo sobre algún aspecto que nos apesadumbra, y ella con su firmeza y su alegría, nos dice las palabras justas
que nos hacen bien, que nos reconfortan. Carmen, doblemente hermana”.
Una compañera de la facultad
de la Universidad del Sagrado Corazón de P. Rico, poéticamente nos dice lo que
fue Carmen para ella:
“En
las tormentas, en la tristeza: compañía - luz,
en muchas sombras;
fuerza
en las caídas; cercanía. - Fidelidad asombrosa - esperanza y fiesta, cada día”
Hermanas que la conocieron
dan testimonio:
“Adherida
al presente, amante de la vida. Mujer de relación con grandes y pequeños, con
especial intuición para consolar, compadecer, animar”
“A
pesar de las noches y desiertos fue muy fuerte, no perdió el sentido de Fiesta”.
“Creo
que su secreto fue el silencio, convencida de que el silencio es fortaleza y
así no hizo pesar su sufrimiento”.
“Tuvo
la filosofía del remontarse, del volver a empezar”
“Doy
gracias al Señor por su vida, tan entregada, coherente y fiel”
“Tuve
muchas ocasiones para compartir con ella y la quise mucho… compartimos largo de
su vida y de la mía, de su enfermedad y de cómo vivía ese momento…un regalo de
Dios. Dio mucho a las rscj, una gran educadora, una gran poeta y una amiga fiel”.
“En
la oración comunitaria que nos reunía cada día compartía en profundidad el
mensaje de la
Palabra , su asombro ante el amor de Dios, el regalo
de la vida que el Espíritu convertía en acción, la hondura de su reflexión.
En
2010 Jesús me regaló el poder encontrarme con Carmen en Madrid, allí de nuevo
vi, como compartía en Comunidad, la profundidad de lo que llevaba en su corazón.
Pudimos
juntas realizar su “sueño” de encontrarse con Sofía, en la Parroquia de
San Francisco Javier (París). Fueron horas pasadas junto a la Chase ,
¿qué dijo? ¿qué le respondió Sofía? No lo sé, solo puedo decir que “algo”
iluminó su camino hacia la
Pascua ”.
“Varias
veces me he encontrado con ella y me queda su vida tan plena, tan alegre, tan
servicial, que llevaré siempre en mi corazón con agradecimiento su recuerdo”.
Kathy Conan, nuestra
Superiora General, escribió a Blanca Asensi:
“Fue
una mujer llena de vida, fe, pasión y compasión. Ojalá su espíritu nos inspire
y viva en todas nosotras.
Os
tengo presente a ti y a toda la
Provincia que celebráis su vida y bendecís su caminar
hacia el interior del amante Corazón de
Dios”
La
Habana, Junio 2012
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