martes, 22 de enero de 2013

TESTIMONIO Y VIDA DE UNA RELIGIOSA ENTREGADA A DIOS: CARMEN C. A. 1934-2012.


CARMEN  C. A.   1934 – 2012

Carmen fue una gran mujer, enraizada en Cristo, con una multitud de valores puestos siempre al servicio de los demás: a su lado las personas crecían, se acompañaban, se enamoraban de la vida y del Señor. Por eso es difícil hacer opciones y contar solo algunas cosas de ella, las que caben en las páginas que debe tener este relato. En la memoria agradecida de las que la conocieron queda todo lo restante. Los párrafos entrecomillados son de sus mismos apuntes.

SU  VIDA.
Fue  la séptima  hija de una numerosa familia de 17 hijos, sus padres, Juan y Asunción, ambos españoles y radicados en Cuba inmediatamente después de su matrimonio.
Nació el  9 de noviembre de 1934 en la ciudad de La Habana. Ella misma nos cuenta
Tuve una infancia muy feliz, en un hogar alegre, alborotoso, en un clima de libertad, respeto y orden, en un ambiente religioso sin exageraciones”.

 La escuela primaria la hizo en el Colegio Lestonnac. Entró en el Colegio del Sagrado Corazón del Cerro en septiembre de 1947, donde estudió el Bachillerato. Cuando Carmen cuenta de ese cambio dice
          “Me adapté con mucha facilidad a mi nuevo colegio y compañeras y  fueron estos años, los de   
           mi adolescencia, donde mi fe se afianzó, donde  aprendí a comunicarme con el Señor, donde mi
           vida de piedad se hizo  sólida, sin llegar a ser, lo que se decía, una niña piadosa. Las religiosas
          me parecieron mujeres interesantes, educadoras fuertes, exigentes. Las sentía distantes pero
          dedicadas, entregadas en serio a nosotras. A veces  me costó entender la importancia que daban
          a perfeccionismos externos: zapatos iguales, uniformes nuevos, filas perfectas, orden
          Impecable…esta rigidez me parecía exagerada y más de una vez me rebelé cuando  sentí que la
          justicia y la caridad se tambaleaban ante estas exigencias.  Esto no impidió que admirara, desde 
          un principio, la solidez que poseían y sabían transmitir. La figura de Magdalena Sofía me
         resultó   atractiva desde el momento que la conocí”. A ella, sin duda alguna, le debo ser
         religiosa del Sagrado Corazón”.

Y continúa:
“Fui una adolescente normal, inquieta y divertida siempre, fiestera más tarde, con momentos de profundidad y también de ligereza. No fui banda ni verde ni azul y terminé mi Bachillerato siendo aspirante a Hija de María. En los dos últimos años de colegio empecé a sentir la llamada de Jesús para seguirle en la vida religiosa,  pero no tenía muchos deseos de tomármelo en serio, había muchas otras cosas que me entretenían y también me dispersaban.
Salí del Sagrado Corazón en junio de 1953, a los pocos días viajé a España para pasar el verano y conocer a la familia y tierra de mis padres. La estadía se prolongó un año porque surgió un joven, un compromiso y  una inevitable y dolorosa ruptura. La llamada de Jesús se hizo irresistible y no tenía otra alternativa, si quería ser feliz, que dejarlo todo y seguirle”.

Entró en el noviciado de La Habana en mayo del 1955, unos días antes, el 26 de abril recibió la medalla de Hija de María. Le costó mucho la adaptación. Añoraba mucho su casa, la familia, la alegría, la flexibilidad.  Fue un tiempo trabajoso, pero al mismo tiempo de mucha generosidad,  Tomó el hábito el 19 de noviembre de 1955 y pronunció sus primeros votos en la misma fecha, dos años después. Hizo el Juvenato “negro”  y se quedó unos meses como “cola” de las Mayores
Maestra de dormitorio, clases, recreos…
En  1959 recibió el envío para, Ponce, en  Puerto Rico. Fueron dos años de crecimiento, de maduración, de confirmación, “años felices”, dice ella misma. El ambiente fue de mucha exigencia, pero se sentía acompañada.
En julio de 1961 la destinaron a Santurce como Vigilante de Mayores. Eran los primeros años de la revolución cubana y toda su familia se trasladó a España, pasando a verla a Puerto Rico. Su padre murió el 2 de marzo de 1962. No fue un año fácil pero supo sobreponerse.
Después fue al juvenato superior y a la probación a Roma, donde profesó el 20 de julio de 1963. Ella misma cuenta
“Fue un tiempo de fervor, feliz de prepararme a ser miembro de la Sociedad para siempre. Se afianza la convicción y el deseo de que quiero ser fiel y que la fidelidad es un valor grande para mí”.

Fue destinada nuevamente a puerto Rico, donde fue primer ecónoma local y después, vigilante general en Ponce
“Es posible que estos hayan sido los dos años más fuertes de mi vida religiosa: circunstancias difíciles, acontecimientos… fueron pruebas fuertes que pudieron vencerse sin entrar en crisis ni rupturas internas… Por otro lado fueron dos años de apostolado fecundo que generó  en mi mucha energía. Creo que fue entonces que aprendí a centrarme en lo esencial. En esa etapa solo conté con el Señor, no recuerdo otra ayuda”.

En junio del 1966 la enviaron al Colegio Universitario de Santurce a estudiar y ser al mismo tiempo Consejera de las estudiantes de 1er. año. Al terminar la carrera la nombraron Decana de estudios. Estuvo en la Universidad hasta 1983 con la excepción de un año que estudió teología en España En la universidad ejerció la docencia y cargos administrativos .Ella misma nos cuenta:
“Este largo período podría resumirse así: los primeros años de estudiante fueron años fáciles. Pienso en ellos se fraguó mi personalidad en medio de los primeros temblores de los grandes cambios de esa época… Años de verdadera “convulsión”. En todo sentido. Años críticos para la Sociedad y para Puerto Rico. De esta crisis colectiva no pude escapar y hubo de todo: confusión, dudas, secularización, un verdadero “cachumbambé” que pasé como pude. Creo me salvó el amor  a Jesús que está  ahí, la fe fuerte de mi adolescencia ya adulta, que se empeña en permanecer, en ser fiel y en el apoyo de la amistad. Me libro de heridas: regalo del Señor
En este importante período de tiempo: 17 años, que pasé en la Universidad, años cruciales en mi vida, ricos en viajes, estudios, vaivenes, temporales, bonanzas, amistades… tengo dos fuertes “experiencias de Dios”. La primera en Jette en junio de 1970 ante el cuerpo de Magdalena Sofía. Acompañaba un viaje cultural de la Universidad. La otra fue en julio de 1982 en Grenoble, en la misma escalera donde se conocieron y abrazaron Magdalena Sofía y Rosa Filipina. En ese momento tomé la decisión, sin vuelta atrás, de ir a Cuba”

Llegó a Cuba a principios de 1983 y se unió a las tres hermanas que estaban en Santiago. Escuchémosla a ella misma sobre ese importante paso que dio:
“Fue un violento cambio de vida en todos los sentidos. Me di con generosidad pero el sufrimiento y una “convulsión”  de todo el ser tuvo lugar. Hubo  momentos en que me pareció que el precio que tenía que pagar era demasiado fuerte. Una vez más salimos adelante. La armonía total solo se logró después de dos o tres años. Me sostuvo el amor a Jesús, la fidelidad al “amor primero”. Hacer presente esta primera entrega, siempre me ha sido valioso. También me ayudó la amistad y la paciencia y el respeto de la comunidad que supo esperar. Lograda la armonía y ya totalmente arraigada, feliz de estar entre mi pueblo y viendo un total sentido a mi ESTAR, empieza una época de creatividad, de vitalismo, de serenidad. Ahora  puedo valorar el proceso de cambio tan positivo para mi vida religiosa, de esta etapa. Fue de verdad mi Pascua”

En 1988 se trasladó a La Habana. Se abre la segunda casa de este período y llegan a tener identidad propia al decidir la Casa Madre fuera Cuba Área independiente. Carmen es nombrada superiora del Área: supo aglutinar tanto a las hermanas cubanas que iban llegando de vuelta, como a las extranjeras que llegaban a servir por unos años. Fue un tiempo muy fecundo en la misión apostólica de todas las hermanas y en la promoción vocacional. Carmen tuvo la inmensa alegría de admitir a las primeras jóvenes que después de la revolución serían rscj. En ese tiempo llegaron a ser tres comunidades.
En la Parroquia de El Rosario donde Carmen estuvo más de 20 años, trabajaron con los Dominicos y trataban de ayudar a jóvenes, familias, ancianos… daba clase en el Seminario y fue un gran apoyo para la Iglesia diocesana, participando en muchos equipos y donde se destacó su colaboración en el ENEC, acontecimiento importantísimo donde la Iglesia de Cuba, decide cambiar el rumbo para servir más eficazmente a su pueblo.
Allí celebró sus Bodas de Oro y desde allí, ya aquejada de un cáncer, salió para recibir asistencia médica en nuestra casa de Rosales, Madrid, donde, según dice ella misma
“encontré otro nido donde crecer y desde donde pude “volar” muchos días para acompañar a  los enfermos del Hospital G. Marañón. Compartí con ellos en las Salas de  Custodiados e Infecciosos, éstos últimos llegaron  a ser mis preferidos y donde olvidaba todos mis males”.

 Después de una enfermedad llevada con admirable fortaleza y durante la cual visitó Cuba un par de veces, fallece el 1 de mayo de 2012, rodeada de la comunidad y de su familia

SU  VIDA  ESPIRITUAL.
Aunque su vida espiritual ha quedado muy reflejada en la historia de su vida, recogemos en sus apuntes abundantes testimonios de aquello que la alimentaba y daba sentido a su vida. Su lema  fue siempre: “Sé de Quien me he fiado” (2da. Tim.1,12), la sostuvo en los momentos difíciles y, ella misma dice, me armoniza y me da la energía  para ser fiel a mi “Primer Amor (nombre que daba a Jesús muchas veces).

Otras palabras suyas son
“Quiero ser espacio para los demás, que puedan crecer en mi”
“Deseo que la Fe Viva me inspire el amor más tierno y generoso, como quería Magdalena Sofía” 
“Pensar que la Eucaristía me hace entrar en el Corazón Abierto de Jesús, me llena”.
“Decido pegarme a la “Fuente” que es Jesús y así hacer posible que el “agua viva” pase a otros, a todos.”
La Cruz no puedo eliminarla, pero sí con su Resurrección iluminarla…”
“Jesús es mi todo. Me va quitando el miedo… quiero vivir la  Regla  de la sencillez: la sola mirada”

Su enfermedad avivó su Fe y Esperanza, escribe:
 “la espera está preñada de fe y fuego, de esperanza nueva. Ya está. Ya llega. Se puede ver su estrella. Su luz se queda y permanece”.
Pocas semanas antes de morir formuló con claridad la ofrenda de su vida, la aceptación del Proyecto de Dios sobre ella.
 “Diciéndole de nuevo: sí”.
A un sobrino suyo le dijo
“Estoy como el trapecista que va a saltar. Lo único que tengo que hacer es estirar, abrir los brazos  hacia el que me espera. No he de intentar agarrarle, es Él el que me cogerá fuertemente a mi…”

SU  HUELLA.
Desde muchos lugares hemos recibido  ecos de su impronta: Canadá, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, Miami, España, Argentina...
Piro y Alina, matrimonio comprometido en la Iglesia de La habana dicen:
“La acción de Carmen estuvo muy presente en el proceso de reflexión que la Iglesia Cubana emprendió en el ENEC para comprender su Misión Evangelizadora, Orante y Encarnada.
Sin Carmen  a la Iglesia le hubiese costado más tiempo llegar a esa reflexión, porque tomó el compromiso personal de visitar muchas Parroquia, diseñar y aplicar encuestas y animar e iluminar con su palabra a seguir a Jesús…
A ratos incomprendida, alabada por su esfuerzo en otros momentos, discípula de Jesucristo siempre”.
Su hermana Rosa dice así:
“Nuestra hermana religiosa, es la más hermana de todos nosotros. Ella ha sido el vínculo de unión entre toda la familia. Recurrimos a ella cuando deseamos recibir consejo sobre algún aspecto que nos apesadumbra, y ella con su firmeza  y su alegría, nos dice las palabras justas que nos hacen bien, que nos reconfortan. Carmen, doblemente hermana”.
Una compañera de la facultad de la Universidad del Sagrado Corazón de P. Rico, poéticamente nos dice lo que fue Carmen para ella:
“En las tormentas, en la tristeza:  compañía  - luz,  en muchas sombras;
fuerza en las caídas; cercanía. - Fidelidad asombrosa - esperanza y fiesta, cada día”

Hermanas que la conocieron dan testimonio:
“Adherida al presente, amante de la vida. Mujer de relación con grandes y pequeños, con especial intuición para consolar, compadecer, animar”
“A pesar de las noches y desiertos fue muy fuerte, no perdió el sentido de Fiesta”.
“Creo que su secreto fue el silencio, convencida de que el silencio es fortaleza y así no hizo pesar su sufrimiento”.
“Tuvo la filosofía del remontarse, del volver a empezar”
“Doy gracias al Señor por su vida, tan entregada, coherente y fiel”
“Tuve muchas ocasiones para compartir con ella y la quise mucho… compartimos largo de su vida y de la mía, de su enfermedad y de cómo vivía ese momento…un regalo de Dios. Dio mucho a las rscj, una gran educadora, una gran poeta y una amiga fiel”.
“En la oración comunitaria que nos reunía cada día compartía en profundidad el mensaje de la Palabra, su asombro ante el amor de Dios, el regalo de la vida que el Espíritu convertía en acción, la hondura de su reflexión.
En 2010 Jesús me regaló el poder encontrarme con Carmen en Madrid, allí de nuevo vi, como compartía en Comunidad, la profundidad de lo que llevaba en su corazón.
Pudimos juntas realizar su “sueño” de encontrarse con Sofía, en la Parroquia de San Francisco Javier (París). Fueron horas pasadas junto a la Chase, ¿qué dijo? ¿qué le respondió Sofía? No lo sé, solo puedo decir que “algo” iluminó su camino hacia la Pascua”.
“Varias veces me he encontrado con ella y me queda su vida tan plena, tan alegre, tan servicial, que llevaré siempre en mi corazón con agradecimiento su recuerdo”.

Kathy Conan, nuestra Superiora General, escribió a Blanca Asensi:
“Fue una mujer llena de vida, fe, pasión y compasión. Ojalá su espíritu nos inspire y viva en todas nosotras.
Os tengo presente a ti y a toda la Provincia que celebráis su vida y bendecís su caminar hacia el interior  del amante Corazón de Dios”
                                                                                  La Habana, Junio 2012
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