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- 4 COMENTARIOS Editorial
- Hace algunos años, la izquierda española, incapaz de crear un modelo económico viable, incapaz de crear un modelo de Estado razonable, incapaz también de crear las condiciones para que la sociedad fuera más libre y viviera mejor, decidió que la culpa de sus problemas la tenía la Iglesia. Así pudimos asistir al lamentable espectáculo de unos líderes políticos que, para tapar su propia incompetencia y su vacío ideológico, rompían contra cualquier cosa que oliera a católico. Zapatero pasó, pero los tics de esa izquierda descerebrada han continuado vivos. Un perfecto ejemplo es la ocurrencia del rector de la Complutense, José Carrillo, hijo del veterolíder comunista Santiago Carrillo, de cerrar las capillas en la universidad. Carrillo aduce que las capillas son incompatibles con el espíritu laico de la universidad moderna. Y se queda tan ancho.La Universidad, como concepto y como realidad docente, es inseparable de la tradición cultural católica. Fue la Iglesia la que promovió en la Europa medieval las primeras universidades: Bolonia, Oxford, París, Cambridge, Palencia, Salamanca... Gracias a esas instituciones, la cultura europea dio un extraordinario salto adelante. La propia Universidad Complutense –praeclarissima Complutensis Universitas– fue creada por un cardenal: Cisneros, que en Alcalá de Henares instituyó la primera universidad humanista, renacentista y universal. La cultura en los siglos posteriores, ya lo sabemos, giró hacia el modelo laico de la Ilustración. Pero, aunque sólo fuera por ese linaje, las capillas ya merecerían estar en la Universidad.Hay otra cuestión esencial: el derecho, la libertad religiosa. Y si en un lugar existen capillas, y si esas capillas reciben la visita de los fieles, no hay poder que tenga derecho a suprimirlas. Salvo que concedamos al poder, sea el de un ministro o el de un rector, la potestad para limitar la libertad de los ciudadanos.Carrillo y sus acólitos saben todo esto, naturalmente. Lo saben y no les preocupa, porque lo que ellos tienen en mente es otra cosa: su obsesión sectaria por aniquilar cualquier presencia cristiana –precisamente cristiana– en la vida pública. Para ellos, la mera presencia de capillas en la Universidad es un infamante recordatorio de que la cultura occidental es inseparable de la tradición católica. La maldición de los anticlericales es que, por más que se empeñen, eso no lo podrán cambiar. Y cuando nadie se acuerde de José Carrillo, la gente seguirá pronunciando el nombre de Cisneros.
Blog católico que se fundamenta en la defensa de los valores del Humanismo Cristiano (Fundado: 7 octubre 2011)
jueves, 3 de enero de 2013
EL DELIRIO ANTICLERICAL DE CARRILLO JR.
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