El domingo 30 de diciembre amanecía con un brillante sol, el frío se había atenuado bastante y después de descansar con un plácido sueño toda la noche, nos fuimos a desayunar al Casino, allí estaba Fernando que nos atendió con el cariño y hospitalidad de siempre. Un vaso de tubo de café con una pizca de leche y dos buenas rebanadas de pan fueron suficiente para paliar el apetito que ya había hecho mella en nuestros estómagos.
Charo desayunaba al igual que nosotros y entablamos una agradable conversación. Nos enteramos que tenía, junto a su marido, una fábrica de quesos hechos artesanalmente de su propio ganado de cabras payoyas. Es una producción más limitada que otras empresas allí radicadas aunque, para mí, más auténticas por lo tradicional de su artesanal elaboración. Quedamos en ir a ver como se hacían los quesos después de Misa.
Este domingo la Eucaristía se celebró una hora más tarde porque iban a participar en la misma el Movimiento Scouts de la Parroquia jerezana de Santa María Madre de la Iglesia y un grupo de jóvenes de la Hermandad del Soberano Poder de Jerez. A este nutrido grupo se le unieron muchos padres y familiares que hizo que el Templo estuviera abarrotado. El Consiliario del Movimiento Scout de Jerez fue el Celebrante.
Fue una Misa muy animada por los cantos del coro de los Scouts.
Después de la Misa y de saludar a numerosos vecinos del pueblo nos dirigimos a “Quesos Oliva” en cuyo despacho estaba atendiendo Charo a unos señores que habían venido para la concentración Scout y que estaban adquiriendo uno de sus exquisitos quesos.
De todo lo vivido, experimentado, sentido y disfrutado con Charo en la elaboración artesanal de estos inmejorables quesos, daré cumplida cuenta en un post aparte que publicaré mañana y que prestaré una atención más concreta, tal y como ellos se merecen.
Aunque, para abrir boca, decir que he probado muchos quesos, que todos están buenos aunque como los que ofrece “Quesos Oliva” no tienen comparación. La exquisitez embriaga la boca desde el momento que introduces un trozo en la misma.
SED VALIENTES, recomienda que probéis los quesos que se elaboran artesanalmente, al típico estilo de Villaluenga del Rosario en “Quesos Oliva”.
Después de salir de casas de Charo, con las vivencias y todo lo que aprendimos y experimentamos, nos fuimos para almorzar al Casino. Dos buenas, exquisitas, sopas de Villaluenga así como un revuelto de patatas y chorizo para los dos hizo las delicias para los paladares que buscan una buena comida, hecha con la mejor materia prima, como la todas las que te ofrecen en el Casino, en particular, u en otro de los establecimientos de este bendito pueblo.
Al finalizar la comida, quedé con Fernando en que por la tarde nos veríamos y nos tomaríamos una copa para brindar por todo y por todos. Asimismo, también, había quedado con Berna Barea para vernos sobre las siete u ocho de la tarde en el Casino.
Nos fuimos a dar un buen paseo, que empezamos por el camino que rodea al monte y seguimos por el camino de los "Contrabandistas" hasta el final. Hacía frío, en algunas partes se notaba más que en otras, nos dispusimos a llegar “campo a través” a un antiguo caserío, hoy en ruinas, que se era una bodega. Encaramados en la altura que estaba dispuesto ese lugar, pudimos divisar desde otra perspectiva a nuestro querido pueblo.
Mientras ya bajábamos y cogíamos de nuevo el camino de los “Contrabandistas” para salir del mismo nos encontramos con un precioso burrito, que Hetepheres le llamó “orejitas”. Es como define Juan Ramón Jiménez a Platero. Quisimos acercarnos a él aunque es sumamente desconfiado y, sólo, cuando vio que no éramos peligrosos y se hizo amigo nuestro, permitió que le tocásemos y que le acariciáramos su cabecita, sus orejas y mullido lomo.
¡Esas son las grandezas de vivir en medio de la naturaleza! El tiempo, las horas, no tienen, ni por asomo, la importancia que se le da en la ciudad.
Sobre las seis y media de la tarde llegamos a casa, dos horas y media después de iniciar esta caminata, el tiempo necesario de sentarnos un poco en la chimenea, atender algunas llamadas, leer un poco y prepararme para salir nuevamente. Esta vez sólo pues Hetepheres se quedó en casa porque ya se encontraba cansada.
Aunque hacía frío, la noche estaba buena, aunque con cierta gelidez en el ambiente. Musica de villancicos tradicionales salían de los altavoces del Casino. Fernando junto dos buenos amigos disfrutamos, en la puerta de la calle, de unas copas de anís y otra de el mejor brandy que había en la casa y que Fernando puso de forma generosa en mi copa. Charlas, vivencias, risas, buen ambiente se mire por donde se mire. Muchos vecinos nos saludaban, los huéspedes del hotel “Los Llanos” nos preguntaban por el Estanco que está en la esquina y allí pasó el tiempo, con muchos vecinos acercándose, entrando para tomar algo, saludando y hablando de todo y de nada.
Serían las ocho cuando Berna llegó y poco después, ya todos en la barra, nos tomábamos otra copa y hablábamos de los “divino y humano”, de las cosas del pueblo, de las mil anécdotas que suceden. Una copa sucedió a otra, una hora a otra y, sin darnos cuenta, nos dio las doce de la madrugada en un ambiente jovial, de auténtica amistad. Los que quedamos los últimos son miembros del Casino, aunque desde este mes de enero, también, yo soy socio del mismo.
Cuando salimos, me despedí y deseé a Fernando todo lo mejor para este nuevo año así como que se pasara estas celebraciones en familia y disfrutara de ella. Un buen paseo por las solitarias calles del pueblo con Berna, al que acompañé en animada conversación, hasta su casa. Nos despedimos y quedamos en vernos al otro día, último del año, para ver varias cosas.
Paso a paso, lentamente, disfrutando de la paz, quietud, tranquilidad, inmensa soledad, del frío que hacía, de todo cuanto nos rodeaba y de la impresionante luna que iluminaba todo el firmamento, llegué a casa donde me esperaba Hetepheres que me acogió con una gran sonrisa y diciéndome que no podía ni imaginar lo que le alegraba que me hubiera integrado tan rápidamente y tan bien en el pueblo aunque eso no es mérito mío, sino de los buenos amigos que atesoro allí que me han abierto todas las puertas posibles.
Os prometo que intenté, por todos los medios, el quedarme un rato en la chimenea, leer algo, conversar, todo fue inútil un sueño inmenso de todo lo que había vivido y disfrutado durante ese día hizo que nos fuéramos a la cama.
Ese día disfruté mucho aunque, también, puedo decir que la tristeza hizo mella en mi corazón porque, a mediodía, me informaron del fallecimiento de mi querido amigo y hermano Emilio Prieto Pagnas. Lo que duró la caminata de la tarde y todos los ratos que me quedaba abstraído rezaba por su eterno descanso, para que ya, desde ese día, disfrutara de la presencia de Dios Padre, para que el Señor, al que tanto amó, diera consuelo a toda su familia y amigos que nos ha hecho sentir un poco más huérfanos desde que ha dejado este mundo.
Terminaba así un día agridulce, un día raro, un día intenso en emociones, un día de vivencias y recuerdos, un día que dedico y dediqué a la memoria de este buen amigo que ya mantiene animadas tertulias allá en la Gloria.
Jesús Rodríguez Arias
GALERÍA FOTOGRÁFICA:
El Niño Jesús recostado en su Pesebre de la Iglesia de San Miguel.
Eucaristía con el Templo abarrotado de fieles.
Rótulo de "Quesos Oliva".
Hetepheres con "Orejitas".
Villaluenga desde la lejanía parece que está mecida por las montañas.
Vista desde otra perspectiva de nuestro querido pueblo.
Camino, campo a través, del caserío "La Bodega".
Entrañable foto de "Orejitas".
Vistas desde lo alto.
Foto de la Bodega.
De madrugada, camino de casa, por las calles del pueblo y la luna que iluminaba todo el firmamento.
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