- JULIO ARIZA
02 ENE 2012
- Aristóteles aseguraba aquello de ex nihilo nihil fit, de la nada nada se hace. Zapatero, en sus siete años malditos, consiguió que de lo poco, de la poca instrucción de sus ministros, de la poca lucidez de sus diagnósticos, se hiciera muchísimo malo. Creyó, con el moderno construccionismo, que el poder no se arraigaba, no tenía límites, y “vivió con ese engaño, mandando, disponiendo y gobernando”, y los aplausos que recibió prestados, con el viento se marcharon, convertidos por la muerte en cenizas.En uno de los maravillosos pasajes de El Principito, o mejor, El pequeño Príncipe de Saint-Exupéry, este le pide al pequeño y único habitante del planeta, del que dice ser su rey, que le dé una muestra de su poder: “Haz que el sol se ponga”. El rey, confiado en su fuerza y altanero, le responde: “Lo haré a las 17.45 h”, inspirado, sin duda, en la inexorabilidad de que hasta un reloj parado da la hora exacta dos veces al día y una si es digital.
Aquel rey intuía los límites del poder humano. Enraizaba su potestas sobre la limitación de la realidad, comprehendía las leyes de la naturaleza y en ese conocimiento asentaba su grandeza y evitaba su propia destrucción.
Zapatero y los que le acompañaron y aconsejaron no estaban dotados de tan elementales conceptos. Es verdad que desde que Calígula nombrara cónsul a su caballo el poder nos ha obsequiado con esperpénticas y dramáticas páginas a lo largo de la historia. Pero he de afirmar también que el relativismo y la estulticia de una gran parte de la legislación de Rodríguez Zapatero han alcanzado cotas de destrucción moral y social impensables.
Montado su desgobierno sobre una sociedad desnortada por una cultura de lo efímero, alienada por placeres inútiles y de regusto a la amargura de la nada, pusieron en pie leyes que desposeían al hombre de su naturaleza y le privaban de la búsqueda de su único e inevitable fin trascendente.Han legislado que el matrimonio, lugar natural de la procreación y educación de los hijos e institución imprescindible para la supervivencia del hombre en sociedad, se extendiera a parejas que, por su propia esencia y no por accidente, no pueden cumplir ninguno de sus fines. Era como inventar el contrato de compraventa sin precio, el de alquiler sin renta o la donación remunerada. Era una de sus inútiles pasiones, una de sus naderías. Han intentado hasta suprimir la palabra de los diccionarios o tergiversarla: matrimonio, unión temporal, con mucho talante entre dos, tres o más seres humanas o humanos indistintamente, que tiene como objeto la consecución de su propia felicidad. Lo han intentado, pero como pude decirle personalmente a Zapatero en una de nuestras dos largas reuniones, por mil leyes que hiciera no podría cambiar la trayectoria del sol ni convertir la mesa de su despacho en un plátano. Esta última comparación la comprendió mejor pero con una cierta mueca de extrañeza. Valgan estos argumentos también para los circunspectos miembros del Tribunal Constitucional que deben pronunciarse sobre la Ley de matrimonios homosexuales; ellos tampoco podrán cruzar el umbral de lo racional anclado en la inexorable ley de la naturaleza. Así que allá ellos y su sentido del ridículo. La lástima es que Rajoy esté tan empeñado en no sustraerles de esa posibilidad, incluso de tener el papelón de refrendar una estupidez, allá él también. Si no modifica esa Ley, la vida y la historia lo harán, porque ningún tribunal ni gobernante vaciará lo que han creído todos, en todos los sitios y en todas las épocas.
La Ilustración apuntó el actual “pensamiento ideológico” para el que las ideas crean la realidad, la encarnación del “cógito ergo sum” que ha dado lugar al lamentable “coito ergo sum”. Esas gentes primaron la libertad sobre la verdad sin atender a que la libertad coincide con la necesidad de verdad. El hombre sin vínculos, como muy bien vio Sartre, está condenado a ser libre, con la libertad que lleva a la nada.
Hoy vuelve a tomar fuerza en Europa la imagen del dark continent, el abenland o tierra de la tarde de los alemanes frente al morgenland, la tierra de la mañana. España ha acumulado experiencia y sabiduría para tirar del carro de una rebelión contra la destrucción de nuestras propias raíces. El Derecho Natural debe limitar y moderar al poder, porque el poder sin límites es corrupción sin límites. Aspiramos a que este nuevo equipo de Gobierno vuelva al viejo principio de que el Estado presupone a los ciudadanos y no son los ciudadanos los que presuponen la existencia de un Estado.
Si así lo hacen estarán creando los fundamentos para un auténtico cambio social que allane el camino de cada persona a la consecución de la verdadera felicidad.
El ya añorado Václav Havel terminaba así su primer discurso a la Nación: “Aprendamos y enseñemos a otros que la política puede ser no sólo el arte de lo posible, especialmente si eso significa el arte de la especulación, cálculo, intriga, pactos secretos y maniobras pragmáticas, sino que incluso puede ser el arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorarnos y mejorar el mundo”. Havel estaba hablando, sin duda, del imprescindible e imperioso retorno a la locura de la cordura.
Julio Ariza es Presidente del Grupo Intereconomía
Blog católico que se fundamenta en la defensa de los valores del Humanismo Cristiano (Fundado: 7 octubre 2011)
lunes, 2 de enero de 2012
RETORNO A LA CORDURA; POR JULIO ARIZA.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario