Pon un tablón de dos metros de largo en el suelo y trata de recorrerlo sin perder el equilibrio. Probablemente alcances su extremo sin demasiado estrés o dificultad. Imagina ahora el mismo tablón suspendido en el aire a 25 metros del suelo. De repente parece imposiblemente largo y ridículamente estrecho. El tablón no ha cambiado, lo que lo ha hecho es tu percepción de él. En el primer caso parece seguro; en el segundo parece peligroso. Todo depende de cómo lo consideres tú.
Cuando no estamos dispuestos a cambiar nuestras percepciones, cuán diferente ( y difíciles) se vuelvan nuestras vidas y las de quienes nos rodean. Nos encontramos atrapados en viejos patrones de pensamiento y comportamiento, incluso cuando ya no sirven de propósito útil alguno. Es sólo cuando estamos dispuestos a considerar las cosas de un nuevo modo cuando podemos destapar opciones que siempre existen.
Dejo dos cuestiones para nuestra reflexión personal: ¿A qué prejuicios me aferro? ¿Qué hábitos y comportamientos mantengo, incluso sabiendo que no son interesantes para mí?
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