martes, 31 de enero de 2012

LA BELLEZA DE LA IGLESIA ; POR PEDRO A. MEJÍAS RODRÍGUEZ

LA BELLEZA DE LA IGLESIA (II)
“Iba ella resplandeciente, en el apogeo de su belleza, con rostro alegre como de una enamorada” Est,5,1
LA BELLEZA DEL SACERDOCIO
Soy laico. Mi vocación ha estado siempre en ser padre y marido cristiano, y participar del sacerdocio común de todos los bautizados, dentro del mundo. Pero he tenido la suerte de conocer en mi vida a muchos y santos sacerdotes, que quiero recordar y dar gracias a Dios por ellos, acabado este año sacerdotal que convocó el Santo Padre.
Recuerdo en mi adolescencia al sacerdote de los sagrados corazones P. Ramón, ya muerto santamente en Huelva, que me orientó a los grupos juveniles de nuestra parroquia. También a los jesuitas P. Almellones, gran director espiritual de jóvenes en Madrid, el P. LLorens, y el P. Gracia, con sus dones especiales para la juventud.
Nuestro P. Alfonso, que tuvo fe suficiente en Dios, como para anunciarnos una vida nueva en nuestro matrimonio, y cuya gran figura (en todos los sentidos), merecerá si Dios quiere artículos aparte.
Cómo no mencionar al P. Emilio. Solo verle mi corazón se ablandaba. Era la paz. Era la disponibilidad. Era, es, un sacerdote santo. Su entierro lo dijo todo.
De los curas que hay en la parroquia, y en concreto del P. Jesús, mejor no hablo, si no quiero que me “censure” el artículo…Sólo decir que son un regalo de Dios para mi vida y mi familia.
Lo que quiero expresar aquí es la belleza del sacerdocio ministerial, de esas personas puestas por Dios en nuestra vida, llamadas, escogidas, ungidas, para servirnos, para llevarnos a Dios, para hacer de puentes al cielo.
Para mí es un motivo de alegría ver a un sacerdote. Contemplar cómo sus manos consagran el pan y el vino, cómo perdonan los pecados, cómo bautizan…
Y ver, como Ramón en Camerún, entregan su vida gastándose por el pueblo de Dios, incansable.
O la cercanía de Peco,sj, amigo fiel siendo laico y siendo cura.
Sé que este artículo es políticamente incorrecto. Sé que muchos hoy piensan que todos los curas son unos degenerados, o fundamentalistas, o trasnochados, o todo eso a la vez…Pero yo me he encontrado con presbíteros sabios, santos, que verdaderamente me han ayudado en mi vida. Y decisivamente. Sin ellos, no estaría en la Iglesia. No hubieran nacido mis hijos…Tanto recibido a través suya…
Cada día rezo por ellos y ellos por mí. Y pido a la Virgen que me conceda un hijo cura. Demos gracias a Dios por este don entre nosotros.
Petrus quînta

Pedro A. Mejías Rodríguez

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