lunes, 2 de enero de 2012

ANTE EL DERROCHE DEL FIN DE AÑO.

Pensemos con tranquilidad lo que aquí voy a exponer. 

Nos trasladamos a los días anteriores a fin de año; compramos los mejores manjares, los más selectos vinos, compramos los más novedosos y lujosos trajes, nos gastamos ingentes cantidades de dinero en preparar la cena de una noche y el almuerzo del día siguiente y nos "vestimos" de gala para irnos a cualquier fiesta para celebrar por todo lo alto la venida de un nuevo año.

Cuando llevamos dos días de esa noche de desenfreno económico y otros desenfrenos que no voy a entrar ni siquiera en mencionar, quiero hacer una reflexión en voz alta de lo que, de verdad, creo y pienso. Voy a ser valiente para exponer un tema que chocará con muchos, con una gran mayoría, pero que me traicionaría lo que pienso y creo si no lo dijese en voz alta.

Creédme que cuando veo esas mesas llenas de manjares, de todo las mejores exquisiteces, regados de los caldo más selectos para celebrar la Nochevieja o el Año Nuevo se me llena el alma de inquietudes y dudas. ¿Qué estamos celebrando? ¿Qué sentido tiene? Cuando celebramos la Nochebuena o Navidad, estamos celebrando el Nacimiento del Hijo de Dios hecho Hombre, es decir, tiene un sentido y una razón de mucho peso para todos los cristianos y todos los que profesamos la misma fe, pero la despedida de un año y la venida de otro, ¿Tiene que celebrarse con semejantes galas y gastos? Creo,  humildemente, que no. 

Es bueno que haya momentos de esparcimiento  y de fiesta, de celebración familiar o entre amigos, en casa o en algún enclave especial, pero todo esto se puede hacer sin derrochar tanto dinero porque al fin y al cabo estamos celebrando el paso de un día para otro. 

Es verdad que celebramos un año más de vida, de haber salido más o menos de la situación que estamos viviendo, de estar juntos, de vivir emocionadamente estos momentos familiares, pero lo que estamos celebrando es nada más y nada menos que el paso de un año para otro por medio de segundos. En veinticuatro horas se derrocha por todos lado y con la crisis que estamos soportando veo un poco injusto todo esto.

Al igual que en Navidad he pedido moderación en los gastos y celebraciones, más si cabe, ahora lo hago en las celebraciones de Año Nuevo. Hay muchas personas que lo están pasando muy mal, por culpa de la crisis que  nos azota y por mil desgracias. Hay cientos de familias que no tienen para comer todos los días, existe mucha pobreza a la vuelta de la esquina de nuestra casa, ¿Y aún así hacemos tales dispendios? 

En los momentos que nos tocan vivir tenemos que ser muy moderados hasta en los excesos porque al hacer tanto gasto, sin esa ser nuestra intención, podemos estar faltando al respeto, inalienable, de tantas personas que están sufriendo en propia carne tanta falta de todo, hasta de lo más indispensable.

Después de Navidad nos olvidamos de los que carecen de todo. Antes se han celebrado "Campañas de Navidad" por parte de Instituciones, Entidades y Hermandades. Creo que después de estas fechas podrían continuar haciendo alguna "campaña" para que a los que no tienen ni pan no le falte lo mínimo exigible para vivir. Pensemos que un día, no lo quiera Dios, podremos vivir una situación semejante y que nos gustaría que alguna mano hermana nos ayudara a salir del bache.

"No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita". Esta frase tiene un sentido lapidario y lleno de profundidad en este dos de enero de dos mil doce. Tenemos que ser generosos, a espuertas, con los demás que no lo están pasando bien y ser más austeros con nosotros mismos. 

¡Gracias por vuestra generosidad! Sé, a ciencia cierta, que vais a poner un poco de vuestra parte para que los más necesitados estén convenientemente atendidos. Entre un poquito de todos podemos hacer grandes cosas.

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