lunes, 23 de enero de 2012

EL DON DEL SACRIFICIO.

La idea de dar gracias por sufrir es bastante extraña a la mayoría de nosotros. Buscamos modos de acabar con el dolor, en vez de modos de abrazarlo. Incluso un simple dolor de cabeza puede enviarnos apresuradamente al botiquín en busca de una rápida cura. 
Irónicamente, la mayoría de nuestro crecimiento y maduración tiene lugar en medio de nuestro sufrimiento. Cuando pasamos por pruebas, es difícil su valor. Posteriormente, podemos caer en la cuenta de que a través de sus dificultades nos hemos vuelto más fuertes y resistentes. Es como si el sufrimiento fuera la llama que templa el acero de nuestras almas. 
Eso no quiere decir que debamos apartarnos de nuestro camino para buscar el sufrimiento. Cada uno de nosotros tiene ya su parte de lucha sin necesidad de buscar más. En vez de irritarnos y resistir el dolor que inevitablemente habrá de entrar en nuestras vidas, podemos dejar que nuestro sufrimiento nos haga más empáticos, solícitos y comprensivos. Viendo el sufrimiento como parte del modo en que aprendemos las lecciones esenciales de la vida, podemos dejar que nos redima en vez de destruirnos. 

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