lunes, 23 de enero de 2012

LA BELLEZA DE LA IGLESIA ; POR PEDRO A. MEJÍAS RODRÍGUEZ

LA BELLEZA DE LA IGLESIA (XXXIII)
“Iba ella resplandeciente, en el apogeo de su belleza, con rostro alegre como de una enamorada” Est,5,1
LA FE DE UN CIENTÍFICO
Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo (Sto. Tomás de Aquino). Por
esta página ha pasado la belleza de fe de fontaneros, maestros, niños, jóvenes, curas, padres y
madres de familia. Hoy le toca el turno a la ciencia y a la fe de un científico.
Hoy día, se puede escuchar en
cualquier parte que la religión
es la causa de todo fanatismo,
de todos los males, que solo los
pueden atajar la razón y la ciencia,
tal como nos ha enseñado la
Ilustración. Es lo que se nos
presenta en películas como Ágora, en novelas
como las de Dan Brown, o como en cualquier
polémica histórica indocumentada, del tipo
“Galileo”.
¿Qué podemos decir ante todo esto, ante
todas estas acusaciones que se ciernen sobre
el cristianismo? En primer lugar, nuestra
historia: santa Catalina de Alejandría, una
joven que fue martirizada por defender racionalmente
la fe. San Justino, también martirizado,
san Agustín o tantos otros padres de la
Iglesia que han defendido la importancia de
la razón. Los primeros cristianos prefirieron
siempre la razón en vez de refugiarse en
el mundo de lo mítico. El cristianismo desde
los primeros tiempos quiso aliarse con la
ciencia y el pensamiento, además de con el
arte, y la música. Apostó por lo más difícil:
confrontarse con la filosofía pagana, con el
logos griego. La presencia de san Pablo en el
Areópago de Atenas es un símbolo de esto.
La religión cristiana se ha aliado siempre con
la razón, lo que Ratzinger ha llamado "la victoria
de la inteligencia" en el mundo de las
religiones. La verdad tiene derecho de ciudadanía
en todos los campos del saber.
También la verdad en plenitud, encarnada en
Jesucristo. «En el principio era el Logos».
Ya en la Época Moderna, se produce el
distanciamiento entre fe y
razón, propio de los filósofos
alemanes, aumentado por las
conquistas científicas, hasta
llegar a la Ilustración y su ruptura
definitiva con la fe.
Pero como decía Gaudí, cuando
le preguntaban unos canteros cómo debían
representar la fe, «¡Con los ojos cerrados no:
con los ojos abiertos! La fe no nos impide el
pensar», siempre ha habido científicos y pensadores
de fe, como Einstein, Chesterton, Pascal
y tantos otros, incluso conversos.
Digo todo esto por un motivo, una magnífica
noticia para los tres o cuatro feligreses que
disfrutamos con La Belleza: uno de nosotros,
catequista de adultos en la parroquia, un hombre
de fe, ha obtenido una Cátedra en Ingeniería
Química en la Universidad de Cádiz,
fruto de la ciencia y de la dedicación pedagógica
depositadas en él por el Señor.
Que la Virgen, Sede de la Sabiduría, te bendiga,
querido doctor, hermano mío, en esta difícil,
y a veces incomprendida por los más
prójimos, tarea de aunar tu vasta ciencia con
tu fuerte fe.
Petrus quînta
Señor: Creo, pero aumenta mi fe.
Líbrame de razonamientos estériles.
Que recuerde que, siendo Tú, Señor,
fuente de toda sabiduría y verdad,
es en la unión contigo
a través de la oración sincera y asidua,
como llegaré a la verdad
y obtendré la sabiduría. AMÉN

Pedro A. Mejías Rodríguez

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