martes, 1 de enero de 2019

"LOS VICIOS DE LA POLÍTICA: UNA VERGÜENZA Y UN PELIGRO PARA LA PAZ"




La corrupción. El enriquecimiento ilegal. La tendencia a perpetuarse en el poder. La xenofobia y el racismo. El desprecio por migrantes y refugiados. Son todos vicios de la vida política. Le restan credibilidad a los sistemas democráticos, y a quienes ejercen el poder. Son «la vergüenza de la vida pública» y «ponen en peligro la paz social». Es la advertencia del Papa Francisco, en su mensaje por próxima la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el próximo 1 de enero. El Vaticano acaba de anticipar su contenido, dedicado a la acción política en un mundo cada vez más polarizado, fragmentado y atemorizado
La buena política está al servicio de la paz es el título de un texto relativamente corto, de unas once páginas, que fue difundido esta semana en ocho idiomas (además del español, en italiano, francés, inglés, alemán, portugués, polaco y árabe). En resumen, se trata de una llamada a recuperar el sentido más alto de la política. Un texto realista, que denuncia las distorsiones de esa actividad, pero no la condena. Al contrario, indica que es responsabilidad de todos.
Pero, como resulta previsible, Jorge Mario Bergoglio dedica un buen espacio a las malas prácticas que socavan el ideal de una democracia auténtica. Porque son una constante tentación: como las «múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas», «la negación del derecho», «el incumplimiento de las normas comunitarias», «la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la razón de Estado», «el rechazo al cuidado de la Tierra» y «la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato».
«Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción», advierte, sin cortapisas.
Y agrega que, cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro.
La buena política
Por el contrario, el Papa se dice convencido de que la buena política es aquella al servicio de la paz, aquella que respeta y promueve los derechos fundamentales de todos, creando así entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud. Al mismo tiempo, asegura que esta actividad, llevada a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse en una «forma eminente de la caridad».
Resultan afirmaciones sugestivas, de inmediatas consecuencias prácticas. Sin explicitarlo, Francisco advierte contra una cierta política de tipo sectario, que niega la dignidad a determinados sectores sociales y utiliza el miedo como herramienta de acción cotidiana. Un fenómeno que no afecta solo al equilibrio de las comunidades, también pone en serio riesgo la paz porque propaga la desconfianza como vehículo para cosechar consensos.
De ahí que el Pontífice constate, en su mensaje, que actualmente se vive un clima generalizado de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad por perder beneficios personales y, «lamentablemente», se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de cerrazón o nacionalismos que ponen en duda la fraternidad que tanto necesita el mundo globalizado. «Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana», insiste.
Artesanos que deben ser políticos con cualidades muy específicas. Para indicarlas, el Papa echa mano de las peculiares “bienaventuranzas” que el cardenal vietnamita Francois-Xavier Nguyen Van Thuan les dedicó: Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel, aquel «cuya persona refleja credibilidad», el que «trabaja por el bien común y no por su propio interés», quien «permanece fielmente coherente», el que «está comprometido en llevar a cabo un cambio radical», el que «sabe escuchar» y «no tiene miedo».
El miedo no es el camino
Más adelante, el Obispo de Roma rechaza la amenaza y el miedo como elementos capaces de garantizar la paz. Por eso califica al incremento de la intimidación y la proliferación incontrolada de las armas como «contrarios a la moral» y a la búsqueda de una verdadera concordia.
«El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas», precisa.
La paz –sostiene– es, en realidad, «fruto de un gran proyecto político» que se basa en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, un desafío diario que exige «una conversión del corazón y del alma».
Un proceso de características puntuales. Que requiere, de todos, alcanzar la paz con uno mismo, rechazando la intransigencia, la ira y la impaciencia. «La paz con el otro»: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre y el que sufre; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo. Así como «la paz con la creación», una responsabilidad que corresponde a cada uno de los habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano

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