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sábado, 30 de junio de 2018
TRAS 10 AÑOS DE RESTAURACIÓN EL PÓRTICO DE LA GLORIA DE SANTIAGO DE COMPOSTELA RECUPERA SU ESPLENDOR
“Por fin”, con estas palabras, arrancaba el pasado jueves el presidente de la Fundación Barrié, José María Arias Mosquera, la presentación ante los medios de comunicación del resultado de una década de trabajo minucioso, de la mano de la Fundación Catedral de Santiago, para salvar la policromía del Pórtico de la Gloria, considerado la Capilla Sixtina del Románico europeo. “El Maestro Mateo lo hizo en veinte años; nosotros hemos tardado una década”, afirmó Arias Mosquera desde el atril enmarcado por unas tallas a las que una inversión de 6 millones de euros y un riguroso trabajo interdisciplinar iniciado en 2009 han devuelto el color original, allí donde todavía era posible rastrear su presencia.
Tal y como explica el diario ABC, este lunes, la Reina Sofía presidirá la inauguración del Pórtico restaurado que, en cualquier caso, habrá de esperar a la conclusión de las obras de la fachada para empezar a recibir visitas. Nada se ha adelantado aún sobre la organización del flujo de visitantes, uno de los factores que, según señaló el presidente de la Fundación Barrié, ha intervenido de forma clara en el deterioro acelerado de la policromía.
Doce restauradores dirigidos primero por Concha Cirujano y, después, por Ana Laborde, y 50.000 horas de trabajo han hecho posible, bajo el mecenazgo de la Fundación Barrié, la recuperación de una pieza determinante del patrimonio europeo que, tras el exhaustivo trabajo de reconocimiento y estudio de estos últimos diez años, no ha hecho, en palabras de Laborde, si no ganar trascendencia: “Siempre se hablaba de las influencias apreciables de otras portadas europeas… Ahora pensamos que es al revés. Cada día nos emocionaba al equipo la minuciosidad del trabajo, el detalle de la talla, de los tocados y los peinados, de los pliegues… No hay en este conjunto dos figuras con los cabellos iguales, ni con la misma posición de las piernas…”, indicó la coordinadora de Restauración del Programa Catedral de Santiago, adscrita al Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Tanto Laborde como Arias Mosquera han considerado que el trabajo realizado, implicando a decenas de especialistas y disciplinas, marca “un antes y un después” en los trabajos de restauración del patrimonio.
El color recobrado: antes y después de la restauración del Pórtico de la Gloria
La restauración del Pórtico de la Gloria ha permitido saber que las esculturas tenían cuatro capas de color, entre ellas la original que el Maestro Mateo dio a las imágenes cuando concibió el conjunto. Entre los materiales “de extrema calidad” que empleó hay lapislázuli o lámina de oro, según explicaron los restauradores.
Ante esta disyuntiva de qué policromía mantener como definitiva, los investigadores decidieron que el resultado final que se contemple sea una mezcla de los tonos mejor conservados. En zonas como el Pantocrátor o el Apóstol del parteluz se llegan a acumular quince capas. El hecho de que el Pórtico estuviera durante varios siglos expuesto a la intemperie, sin la protección que desde el S. XVIII le otorga la fachada del Obradoiro de Fernando Casas Novoa, hacía que los elementos castigaran su policromía, lo que obligaría cada cierto tiempo a recuperar la pigmentación.
No todas las partes del conjunto escultórico se han restaurado empleando las mismas técnicas, un desafío al que también han tenido que enfrentarse los especialistas del Instituto de Patrimonio Cultural que han participado en este largo proceso. La obra del Maestro Mateo se convirtió en “un gran puzzle” sobre el que se han probado “todas las técnicas posibles: mecánicas, con láser o con productos químicos” en función de daños tan variados como la suciedad —que un aspirador puede solventar— o las colonias de microalgas.
En un ejercicio de innovación constante y que se convertirá en referencia para acciones futuras, se ha trabajado con láser y con geles que no se disuelven en la piedra. Lo que vale para una talla, no hace el mismo efecto en otra. De forma paralela, se efectuaban pruebas en laboratorios y en “zonas de control” en el Pórtico. Para garantizar la conservación del conjunto escultórico con el que el Santiago del Medievo se reivindicó ante el mundo, será necesario un mantenimiento permanente. “Espero que este proyecto no acabe nunca. Es un antes y un después en el campo de la restauración de obras de arte”, señalaba Laborde.
Dentro de la ambiciosa investigación que ha rodeado la recuperación del conjunto, los expertos quisieron saber de qué manera afectaba a la conservación de la policromía el ambiente de la propia catedral, desde la temperatura o la humedad hasta el humo del botafumeiro, pasando por la presencia e interacción con los peregrinos que, desde tiempo inmemorial, no dudaban en tocar físicamente las figuras ubicadas en la base del Pórtico. De hecho, todavía está por decidir qué régimen de visitas se autoriza a esta zona de la basílica compostelana para que el monumento no se vea agredido.
NICOLÁS JOUVE: "EL PACIENTE NO QUIERE MORIR, LO QUE QUIERE ES VIVIR SIN SUFRIMIENTO Y DOLOR"
El gobierno de Pedro Sánchez ha dado el primer paso para la regulación de la Eutanasia como un derecho cubierto por el Sistema Nacional de Salud mientras desoye sectores de la práctica médica que insisten en la urgencia social de la aprobación de una Ley Nacional de Cuidados Paliativos. Ejemplo de ello son las declaraciones del Dr. Javier Rocafort, director médico del Hospital Centro Cuidados Laguna de Madrid, en Diario Médico, donde aportaba los siguientes datos: "Hay sobre 60.000 personas que cada año están sufriendo innecesariamente porque necesitan cuidados paliativos avanzados y no los tienen. Cada día hay unas 150 personas que sufren innecesariamente... Cada diez minutos, una persona fallece en España con sufrimiento”.
Nicolás Jouve, Presidente de CiViCa, y catedrático de genética
El científico y catedrático de genética, Nicolás Jouve, Presidente de CiViCa (Ciencia, vida y cultura), una asociación que agrupa investigadores y profesionales comprometidos con la vida y la dignidad humana, señala que “la experiencia de muchos médicos que se enfrentan al problema del trance final de la vida es que el paciente no quiere morir, lo que quiere es vivir sin sufrimiento y dolor”. Por ello, destaca Jouve, “la vía para aliviar ese sufrimiento sólo puede ir de la mano de los cuidados paliativos y no de la eutanasia”.
Sus palabras no hacen sino recordar lo que expresa el artículo 36 del Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica Colegial Española reformado en 2011: “El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Y cuando ya no lo sea, permanece su obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir el bienestar del enfermo...El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”.
La realidad es que, a fecha de hoy, el gobierno sostenido con un complejo equilibrio parlamentario está tomando una decisión compleja sin escuchar a los sectores afectados y que tienen algo especial que decir, dando prioridad a la regulación de la Eutanasia en vez de darlo a alguno de los Proyectos de Ley de Cuidados Paliativos que esperan su tramitación en el Congreso de los Diputados desde hace tiempo.
Pedro Sánzhez y Pablo Iglesias, unidos por la eutanasia
CiViCa ha hecho un análisis de la situación y expresa su opinión en el comunicado siguiente en donde distingue lo que es una “eutanasia pasiva” o “una eutanasia activa”, recuerda que la obligación del Estado es “amparar la vida de sus ciudadanos”, analiza el argumentario en favor de la eutanasia y recuerda que un enfermo terminal no desea la muerte en sí misma, lo que quiere es paliar el sufrimiento que puede acompañar el tramo final de su vida, por lo que “aliviar ese sufrimiento sólo puede ir de la mano de los cuidados paliativos y no de la eutanasia”.
Declaración de CiViCa sobre La Eutanasia – Junio de 2018
a) Se entiende por eutanasia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, "muerte sin sufrimiento físico, y, en sentido estricto, la que así se provoca voluntariamente".
Eutanasia significa, pues, causar la muerte a otra persona, con o sin su consentimiento, para evitarle dolores o padecimientos físicos o morales, que se estiman insoportables. Y como se puede matar por acción o por omisión -inyectando una sustancia letal al enfermo en coma o absteniéndose de alimentarle-, se habla de eutanasia activa y de eutanasia pasiva, según la modalidad comisiva consista en un hacer o en un omitir.
Es de advertir que los partidarios de la legalización de la eutanasia llaman eutanasia pasiva a lo que nada tiene que ver con la eutanasia; es, sencillamente, una manipulación del lenguaje para tratar de hacer socialmente aceptable aquélla. En efecto, llaman eutanasia pasiva a la renuncia de lo que se conoce como encarnizamiento terapéutico, esto es, la renuncia a aplicar remedios terapéuticos extraordinarios o desproporcionados a los enfermos terminales, que no darían la menor esperanza de recuperación con la aplicación de aquellos remedios. Pueden ser extraordinarios por razón del sufrimiento que producen, el coste que significan para la Seguridad Social o la familia, la dificultad técnica de aplicación, etc. Cuando un enfermo ha llegado al final de su vida, y así se entiende por los médicos que le atienden, carece de sentido someterle a una serie de tratamientos desproporcionados que sólo podrán prolongar la agonía, a duras penas, pero de ninguna manera devolverle la salud. La renuncia a la obstinación terapéutica no es sino aceptación del carácter finito de la vida humana. En tales casos, es la Medicina paliativa la que debe aplicarse al enfermo para suprimirle o reducirle el dolor.
Ahora bien, esta actitud nada tiene que ver con la eutanasia, ni activa ni pasiva. Llamarle eutanasia pasiva es completamente erróneo. Una cosa es esperar la muerte del modo menos doloroso posible, y otra provocarla. Como distinta enteramente es la intención del que acepta el fin irremediable, de la de quien causa o provoca ese fin directamente. El propósito de la tergiversación dialéctica antes aludida es evidente: el primer paso es llamar eutanasia pasiva a algo que nada tiene que ver con la verdadera eutanasia y que, además, es aceptado por cualquier persona razonable. Así, se consigue que se acepte un "tipo o clase de eutanasia". El siguiente paso será: si todos aceptamos la eutanasia pasiva, ¿por qué rechazar la eutanasia activa que no difiere sustancialmente de la primera?
b) La cuestión de fondo es un problema de política legislativa. La pretensión de algunos es la derogación de los tipos penales conocidos como cooperación al suicidio y homicidio-suicidio, previstos en el artículo 143 del Código Penal vigente, lo que significaría la permisión de la eutanasia, al menos, cuando mediare consentimiento de la víctima.
De nuevo, lo que se discute es si el Estado debe o no castigar los comportamientos aludidos: cooperación en el suicidio de otro, causación directa de su muerte, bien que con su anuencia.
c) El Estado no es neutral ante la vida humana. Es menester recordar una y otra vez que está obligado a observar y cumplir con el principio general de defensa de la vida, valor supremo recogido en el artículo 10 de la Constitución: la dignidad de la persona como fundamento del orden político y de la paz social, que comprende la defensa de los bienes de personalidad, y entre ellos el de la vida humana.
No puede pretenderse que el Estado, cuyo principal deber y justificación es, precisamente, amparar la vida de sus ciudadanos, acepte como normal el hecho de que unos ciudadanos se quiten la vida cuando se han cansado de vivir y, menos, el de que otros ciudadanos auxilien a aquéllos en tan macabro menester. Supondría una quiebra más en las raíces éticas del Estado pero, sobre todo -sobre todo porque estamos razonando como juristas- una subversión total del orden jurídico establecido: habría que cambiar muchas leyes, para no caer en incoherencia, si se legalizara la eutanasia: todas aquéllas que parten de que la vida es el bien jurídico más excelente y, por ende, más protegido, y ello con independencia de la persona que encarne esa vida.
Repárese en que el Código Penal no distingue entre "vidas que merecen vivirse" y otras "que no merecen ser vividas". El sujeto pasivo del homicidio es el hombre viviente, sin más determinaciones o especificaciones. Si el Estado admitiera que hay vidas que no merecen la pena, si aceptara que resulta justificada y comprensible la eliminación de personas en las que concurren determinadas circunstancias de dolor, postración o inhabilidad, se habría derogado el principio constitucional antes recordado, que ampara la dignidad de la persona y su igualdad esencial. Tácitamente significaría también la derogación de un sinfín de leyes que vienen informadas por aquellos principios.
d) Y frente a la solidez de la argumentación expuesta, examinemos el razonamiento en pro del reconocimiento oficial de la eutanasia.
Como es sabido, los partidarios de la eutanasia mantienen que su voluntad de morir, debidamente manifestada cuando desean morir o previamente en el que llaman "testamento vital", tenga suficiente eficacia como para que alguien -generalmente, un médico- les quite la vida, si ellos se hallan incapacitados de darse la muerte. Veamos.
A nuestro juicio, semejante declaración de voluntad, manifestada con anterioridad en el aludido "testamento", es jurídicamente irrelevante por falta o ausencia de objeto cierto y determinado (art. 1261, 2°, C. civil.). Es ineficaz un consentimiento en el vacío. Por definición, una persona sana ignora qué cosa sea la agonía, qué sean las circunstancias de postración o anhelo, la desesperación o esperanza concurrentes en el estado del moribundo. No es previsible con un mínimo de rigor, ni para el supuesto "testador" ni para nadie, la reacción psicológica, intelectual, espiritual o física que él mismo puede mostrar ante situaciones límite. El redactor de ese pretendido testamento vital no sabe a ciencia cierta sobre qué se pronuncia y, mucho menos todavía, sabe cuál pueda ser su reacción ante esas situaciones que hoy, por referencias de tercero, le atemorizan. Y la manifestación de esa voluntad, después, durante la última enfermedad o en estado de sufrimiento agudo, moral o físico, tampoco parece que reúna los requisitos de libertad que exige la declaración del consentimiento negocial para ser relevante.
Pero con todo, el problema es otro: según se advierte más arriba, lo que se juega en la legalización de la eutanasia, dejando al margen consideraciones morales, no es el derecho a morir sino el derecho a exigir a un tercero que lo mate. Lo que piden los partidarios de la eutanasia es que se atienda en todo caso la petición de muerte del enfermo, lo que necesariamente ha de traducirse en que se aplique la muerte por un particular que esté dispuesto a ello o que sea el Estado quien provea a esa petición.
En efecto, si el Estado reconociera el "derecho a morir" del solicitante -eso es justamente lo que se reclama: el reconocimiento de un auténtico derecho subjetivo a morir-, entonces, para ser coherente, vendría obligado inexorablemente a crear un cuerpo de funcionarios cuya función sería quitar la vida a quienes lo pidieran. Esto significa, al margen de la hipérbole burlona, que si se reconociera el derecho, habría que establecer el modo de satisfacerlo. Alguien vendría obligado a darle cumplimiento: médicos de la Sanidad Pública, funcionarios, etc. Porque lo que no sería admisible, por contrario al artículo 14 de la C.E., es que la satisfacción del pretendido derecho dependiera de que el moriturus tuviera al lado, médico, enfermera, pariente o amigo, dispuesto a eliminarle sin dolor y con dulzura. O todos o ninguno. De manera que si el solicitante de la muerte no encontrara quien se la administrara, el Estado tendría que imponer a algún funcionario suyo el deber de acabar con aquél, único modo de satisfacer ese "derecho subjetivo público" reconocido.
Aquí se descubre, pues, el error nuclear en el planteamiento de los reivindicantes de la eutanasia: confunden derecho a morir con derecho a ser matado. No entremos, ahora, en lo primero: si existe o no ese derecho a morir. En todo caso, si alguien quiere y puede quitarse la vida lo hará, con derecho o sin él. La discusión es inútil. Lo más grave es lo segundo: que se reclame el derecho a ser matado por otro, máxime cuando no se encuentra quien esté dispuesto a hacerlo, y se pretenda, entonces, cargar a los médicos de la Sanidad Pública u otros funcionarios ad hoc con el "deber público" de producir la muerte al solicitante.
Es comprensible el rechazo del dolor, misterio inexplicable en el plano natural, por los partidarios de la eutanasia. Pero también ellos deberían conformarse con quitarse la vida por sí mismos, si llegaran a tal punto de obcecación, sin pretender que la sociedad en que viven organice un sistema público y oficial de dispensación de la muerte.
e) Finalmente, antes que aceptar una ley de eutanasia debería tenerse claro que lo que importa no es acabar con el enfermo, sino evitar su sufrimiento en el trance final de su vida. Un enfermo terminal no desea la muerte en sí misma, lo que quiere es paliar el sufrimiento que puede acompañar el tramo final de su vida. La vía para aliviar ese sufrimiento sólo puede ir de la mano de los cuidados paliativos y no de la eutanasia.
RECUPERÉ LA SALUD EN MI BRAZO DERECHO
Tropecé contra un desnivel en una estación de tren y caí: me había destrozado el brazo... Una amiga me dio una estampa de Montse Grases y empecé a pedir su ayuda.
Detail of a photo by Denise Sebastian on flickr.com/photos/runnever/6682804015
El 17 de mayo pasado, una amiga entrerriana me invitó a comer en su casa un rico plato de cordero de los que se crían en su provincia. Felicísima, y ya de regreso, me dirigí a tomar el tren en la estación San Isidro. Como se había hecho tarde y aún no estaban encendidas las luces de la estación, tropecé contra un desnivel y me caí sobre el brazo derecho, con todo el peso de mi cuerpo. El brazo siguió en su recorrido la línea del suelo, amortiguando la caída; de no haber sido así, me hubiera golpeado la cabeza y hoy no estaría contando lo que ocurrió. Fue una caída violenta, a pesar de que no iba apurada.
TROPECÉ CONTRA UN DESNIVEL Y ME CAÍ SOBRE EL BRAZO DERECHO, CON TODO EL PESO DE MI CUERPO
Me quise levantar y no hubo modo. Vinieron empleados del ferrocarril y me pusieron en pie como pudieron. Ellos quisieron llamar a la ambulancia local, mas me negué en rotundo porque quería ser atendida en mi obra social. Los mismos empleados me acompañaron hasta que tomé asiento en el primer tren que pasó. Mientras tanto, el brazo derecho colgaba fláccido, como sin vida, a mi costado: no lo sentía. Llegué a la estación Belgrano, allí me bajé y seguí la riada humana con paso lento —era “hora pico”—, hasta llegar a la parada del colectivo que me deja cerca de casa. Las mismas personas que hacían la fila de espera me ayudaron a subir, empujándome por la espalda. Una vez arriba del transporte le conté a mi compañera de asiento lo que me había pasado y ella, generosamente, se ofreció para llamar a uno de mis hijos desde su celular.
Me doy cuenta ahora de que yo estaba en shock, porque el golpe fue muy fuerte. Aún así me sentía conmovida por la solidaridad que encontraba en el camino. Bajé como pude en la parada, debía caminar tres cuadras para llegar a casa. En un momento dado, me pareció que no podía hacer más esfuerzos. Fue en ese instante cuando estacionó a mi lado un patrullero de la Policía Federal, del que bajó un oficial. Le vi cara de bueno, por eso me animé a pedirle: “Por favor, acompáñeme hasta mi casa, ya que ni siquiera voy a poder abrir la puerta”. El agente se portó como un ángel de la guarda.
POR FAVOR, ACOMPÁÑEME HASTA MI CASA, YA QUE NI SIQUIERA VOY A PODER ABRIR LA PUERTA
Después llegó mi hijo y me acompañó al hospital donde fui atendida en la sala de guardia. Me tomaron las primeras radiografías. Los médicos, con el ceño fruncido, al verlas dijeron: “No nos podemos hacer cargo. La tiene que ver un especialista. Su hombro está todo astillado”. Al día siguiente me vio el especialista: “Esto está para ser operado. Póngase un cabestrillo tipo Vietnam”. Y sin agregar más, se despidió de nosotros. Yo pensaba: “Tengo que consultar a un médico de mi confianza”.
Mientras tanto, una amiga me dio una estampa de Montserrat Grases y me dijo: “A ponernos a rezar y pedirle la gracia de que todo salga bien, y no haya que operar”. Puse la estampa de Montse en mi cabestrillo y me olvidé de ella. Sin embargo, me parece que Montse no quería que me olvidara de su presencia. Por esos días entré en la Basílica de La Merced y me dirigí al altar de San Judas Tadeo, “santo patrono de lo imposible”. En la barandilla de su altar encontré una estampa con la imagen de Montse y una oración impresa en francés. Vi eso como una señal, porque en mi familia hay una fuerte influencia francesa. A partir de ese momento, todo comenzó a resolverse.
Fui a la consulta de un conocido especialista en huesos: “El húmero estalló”, me dijo, y ordenó una tomografía computada y más radiografías. La tomografía se hizo en una cámara cerrada. Como soy claustrofóbica pensé que no lo iba a poder resistir. Tomé la estampa de Montse y me tendí en la camilla deslizable, mirándola fijamente. Todo duró media hora. Yo solo miraba a Montse y sentía una gran paz, podía rezar con serenidad, sin distraerme. En ningún momento tuve sensación de pánico por el encierro; al contrario, me sentía muy bien. Cuando el buen traumatólogo vio los estudios dijo: “No vamos a operar, vamos a esperar”.
YO SOLO MIRABA A MONTSE Y SENTÍA UNA GRAN PAZ, PODÍA REZAR CON SERENIDAD, SIN DISTRAERME
Al mes, el desastre se había corregido. Mi brazo se pudo liberar de la inmovilidad de cabestrillo. Solo el codo había quedado en ángulo, mas días después recobró su correcta posición. La curación de mi brazo duró más de dos meses. Yo vivo sola, mis hijos no me podían ayudar porque todos tienen diversas ocupaciones. Durante toda la convalecencia conté con la ayuda abnegada de dos amigas de la Obra que me ayudaron en lo espiritual y en lo material. En ellas vi el espíritu de familia que san Josemaría imprimió en el Opus Dei. Todo este sencillo relato se dio tal como lo cuento. A partir de todo lo que me ocurrió, siento que Montse me acompaña siempre, que se quedó conmigo en lo cotidiano. Le pido, de todo corazón, que imprima en mí su sonrisa y su serenidad.
C.D., Buenos Aires, 8-VIII-2016
También puede comunicar la gracia que se le ha concedido mediante correo postal a la Oficina de las causas de los santos de la prelatura del Opus Dei (Calle Diego de León, 14, 28006 Madrid, España) o a través del correo electrónico ocs.es@opusdei.org.
En alternativa puede enviar una aportación por transferencia a la cuenta bancaria de la Asociación de Cooperadores del Opus Dei con IBAN número ES53 2100 1547 7502 0024 4065 y BIC, CAIXESBBXXX en La Caixa (agencia urbana de la calle Cartagena, 4, 28028 Madrid, España).
DESPIDO DE PERIODISTA POR SU POSTURA PROVIDA CAUSA AMPLIO RECHAZO
Un amplio rechazo ha tenido el despido laboral de la periodista Amalia Granata, que manifestó en las redes sociales su rechazo al proyecto de aborto que se discute desde abril en el Congreso de la Nación de Argentina.
El lunes 25 Argentina se vistió de luto por el fallecimiento de María Eugenia Laprida (34) que padecía cáncer y era hija mayor de María Eugenia Fernández Rousse, famoso rostro de la televisión nacional.
Amalia Granata, conductora del programa “Todas las Tardes” de Canal 9, publicó un tweet en el que expresó: “El cáncer de mama es la 1er causa de muerte de mujeres en Argentina, no las veo con el pañuelo verde pidiendo al estado prevención y tomógrafos para las madres vulnerables”.
El pañuelo verde es el emblema que usan los promotores del aborto en Argentina.
Durante la tarde un médico fue al programa televisivo para conversar sobre el cáncer de mamá y analizó el caso de la muerte de Laprida.
El mensaje de Granata superó los cinco mil likes y los dos mil retuits; sin embargo, desató la polémica de algunos que consideraron que habría utilizado la muerte de María Eugenia Laprida a favor de su posición contra el proyecto de aborto.
Granata precisó que el despido se hizo efectivo el miércoles 27 de junio vía telefónica.
Granata fue invitada al programa “Pamela a la Tarde” y manifestó que el despido fue “una decisión desmedida y discriminatoria”. “No hay razón. El despido fue injustificado y atenta contra mi libertad de prensa y todas las libertades de prensa de este país”.
“Lo que hicieron es terriblemente grave porque me echan por mi ideología, por mi militancia, por lo que pienso”. “Yo con el tuit no ofendí a nadie, no fue dirigido hacia nadie, simplemente es una manera de concientizar sobre la primera causa de muerte de las mujeres en Argentina, que es el cáncer de mama”, precisó la periodista.
La periodista sigue recibiendo innumerables mensajes de apoyo de personas que consideran que su despido es una maniobra para acallar la postura provida en los medios de comunicación.
Urgente: echaron a @AmelieGranata de Canal 9 por defender la vida. Sí: perdió su trabajo por pensar diferente de lo que el establishment mediático-político dicta que debemos pensar. La dictadura perfecta es la que no se nota que es. Mi solidaridad con Amalia.
Toda lucha tiene sus consecuencias...la mia le costo el pan a mis hijosNo voy a bajar los brazos #CuidemosLasDosVidas
Amalia Granata se sumó a la defensa de la vida de la madre y del niño por nacer desde que comenzó el debate del aborto en el Congreso de la Nación, apoyando la causa a través de videos y mensajes en redes sociales.
Asimismo, la plataforma Citizengo lanzó una campaña de firmas para pedir la reincorporación de Amalia Granata a la estación televisiva.
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