El 8 de septiembre de 1918 fueron coronadas canónicamente las imágenes de la Virgen de Covadonga y del Niño Jesús que porta en brazos. El entonces obispo de Oviedo, monseñor Javier Baztán y Urniza, había solicitado esta gracia al Papa Benedicto XV, así como la concesión de un Jubileo extraordinario, que también se celebró, entre los meses de marzo y octubre de ese año. Un año en el que, además, se conmemoraba el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga. El Pontífice, en aquel momento, reconoció de esta manera la fama y la expansión de la devoción a la Santina de Covadonga por todo el mundo, como ya se había hecho con la Virgen del Pilar, coronada canónicamente unos años antes, en 1905, para conmemorar el cincuentenario del dogma de la Inmaculada Concepción.
Al acto, que fue presidido por el cardenal arzobispo de Toledo, el asturiano monseñor Victoriano Guisasola y Menéndez, acudieron los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, representantes del Gobierno de España y de las autoridades locales. Durante un año, el pueblo asturiano se movilizó para recoger donativos, algo que se consiguió con creces, con la ayuda, también, de muchas otras personas de fuera de Asturias.
Para conmemorar este singular momento de la historia de la diócesis de Oviedo, cien años más tarde, el Papa Francisco ha concedido un Año Jubilar para Covadonga, que dará comienzo este viernes, 8 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de Covadonga, o como coloquialmente se la conoce en Asturias, el Día de la Santina, fiesta en el Principado. Como es tradicional, tendrá lugar una Eucaristía en la basílica, a las 12 del mediodía, y en esta ocasión especial estará presidida por el arzobispo de Valladolid, cardenal Ricardo Blázquez. Junto al arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz, también estarán presentes otros obispos de diferentes diócesis españolas como Bilbao, Lugo, León, Santander o Mondoñedo Ferrol.
Nuevo abad en el santuario
Desde hace poco más de un mes, el sacerdote diocesano Adolfo Mariño ocupa el cargo de abad del santuario, y por tanto celebra como responsable de este centro religioso su primera novena a la Santina –que dio comienzo el pasado 30 de agosto– y su primera celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Covadonga. Una circunstancia que vive, como él mismo señala, «con sorpresa y con ilusión». «Sorpresa porque no contaba con la asistencia de tanta gente, no solo de nuestras parroquias, sino también del resto de España y de numerosos países extranjeros, e ilusión también porque a través de las celebraciones de la Eucaristía y del sacramento de la Penitencia uno se llena de gozo, pues soy testigo de algún regreso a la Iglesia y al Señor, que está habiendo por medio de María», afirma.
Peregrinos internacionales
La afluencia de visitantes al santuario de Covadonga es numerosa y constante. De fuera de España, destacan los peregrinos llegados de Hispanoamérica y Estados Unidos. La devoción a la Santina en aquellas tierras es algo latente y conocido. Al llegar al santuario, el visitante se sobrecoge contemplando el paisaje, que maravilló a Juan Pablo II en su visita, en 1989, y junto a esa belleza natural, manifiesta su asombro por lo entrañable y recoleto de la cueva, donde se encuentra la imagen de la Virgen. «Allí se da un silencio sepulcral y emocionado por la sencillez y majestuosidad de ese lugar sagrado, que pocos lugares en el mundo tienen», reconoce el abad de Covadonga. Un lugar que tiene como máxima la acogida: «Pensamos que la gente que viene está en su casa, pues esta es la casa de la Madre. Una madre, en su hogar, tiene sitio para todos sus hijos. Y esto es lo que pretendemos aquí: que todo el mundo se sienta a gusto», declara el padre Mariño.
Para ganar la indulgencia plenaria en Covadonga, durante este Año Jubilar, la Iglesia ha establecido que se debe visitar la imagen de Nuestra Señora de Covadonga en la santa cueva, confesar sacramentalmente los pecados, participar en la celebración de la Eucaristía y recibir la sagrada comunión, así como rezar por las intenciones del Papa.
Toda la diócesis de Oviedo, arciprestazgos, parroquias, delegaciones, colegios y asociaciones se volcarán este año en el santuario mariano, pulmón espiritual de la diócesis, que todo asturiano se precia de visitar al menos una vez al año, sea o no creyente. Se organizarán peregrinaciones, congresos, conciertos –la música juega un papel fundamental en Covadonga, con su conocida escolanía–, y sobre todo, se acogerá al visitante, con un objetivo que el abad de Covadonga tiene muy claro: «Para mí la culminación del Año Mariano es que convirtamos nuestros corazones y nos acerquemos al Señor por medio de María, que es camino seguro para llevarnos a Él».
Todo un año por delante para acercarnos a la Madre y Reina, tal y como reza el lema de este Año Jubilar, para redescubrir y potenciar un lugar único entre montañas, y regresar, con ilusión, a la casa de la Madre.
Anabel Llamas
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