Decía anteayer que hablar de la falta de autoridad en la sociedad actual, por muy pedagógico que me pusiera, no me alejaba ni un ápice del conflicto catalán. Ese mismo día el mayor Trapero le dio la puñalada al coronel Pérez de los Cobos de mandarle a un subalterno a la primera reunión de coordinación. A la vez pedía (para que no cupiesen dudas) que les coordinase otro, que el guardia civil que ha designado el fiscal en el cumplimiento de sus funciones ni le gustaba ni le agradaba.
Se ha visto como una insumisión -porque aquí todo se magnifica-, pero, en puridad, fue una faltita de respeto, que es lo que sobra en el conflicto catalán: poco respeto a los catalanes no nacionalistas, a la Constitución, a la democracia, a la Historia, etc.
El primogénito (el mayor de los mossos), el hereu, digamos, no incurría en una acción ilegal, como lo habría hecho de no mandar a nadie. Se miden mucho. Pero al delegar cumplía la letra de la ley y faltaba al espíritu. Son pellizquitos de monja kelseniana, utilizando como escudo el mismo positivismo jurídico que quieren horadar. Es como cuando piden amparo al Constitucional del que se chuflean. Tanto milímetro normativo no los hace héroes, pero sí molestos, cansinos y, sobre todo, deslegitimadores.
El problema es que el Gobierno ha optado por una línea de defensa muy burocrática y difícilmente puede apelar al espíritu de la ley ni a nada por encima de la letra. Por eso, esas faltas de respeto, como la de Trapero y su segundo yendo primero, hay que cortarlas de raíz. Socavan la autoridad del gobierno y sus representantes en su punto flaco. En este caso concreto, apuntaban al fiscal y al teniente coronel que coordina nada menos que a las fuerzas de seguridad que incluyen a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, a las que también alcanza el feo de Trapero. Y cortarlo de raíz es lo que ha hecho muy bien el fiscal, que ha sugerido, sin levantar la voz, que, de no acudir hoy a la segunda reunión, podría inhabilitar al mayor de los mossos.
Es un momento interesante. Se dice "ser más chulo que un ocho", que es una expresión más chula que un ocho, y que yo pensaba que se debía a la aliteración y ya. Ahora veo que es aliteración y caligrama: el que es chulo tiene que ser capaz de repetir su vueltica al ruedo dos veces, una encima de otra, y, si no, no es tan chulo. El fiscal le ha llamado y hoy no será más chulo que un ocho. Trapero irá.
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