En el artículo de ayer, concluía que, aunque Susana Díaz ha votado apoyando al Gobierno de España contra las directrices de Pedro Sánchez por puro sentido de Estado y de la nación y de conocimiento del medio andaluz, y un poquito también por sus obligaciones contractuales con C's, se le abre ahora una segunda oportunidad. Y observaba que esa probable oportunidad va en paralelo al hipotético éxito de Rajoy. La idea del paralelismo necesita más explicación.
La crisis catalanista puede acabar muy mal o regular. Si mal, cuanto peor, mejor, porque forzará una catarsis en España, que, como decía Rafael Sánchez Saus en su último artículo, ni está muerta ni puede morir. En ese caso, como seguía diciendo el profesor, alguien tendrá que levantar la bandera de cerrar el Estado de las Autonomías que nos trajo hasta aquí. En tal escenario, Rajoy tendría que irse a su Registro de la Propiedad y Susana Díaz no tendría nada que hacer.
Pero si sólo acaba regular, será el momento de Susana. Rajoy habría conseguido poner su cataplasma en el último segundo. Eso, supongo, se le recompensará en las urnas, lo que supondrá la debacle electoral del Pedro Sánchez. El único liderazgo socialista intacto será el de Susana Díaz que habrá purgado ya los excesos en la defenestración primera de Sánchez y que emergerá como la única que, desde la banda izquierda, auxilió a Rajoy en el peor momento.
Dispondrá entonces de lo que ahora no tiene Sánchez: un discurso nacional, igualitario y justo. Porque si se llega a esa solución regular del problema catalanista será mediante el compromiso innoble del PP de Rajoy y De Guindos de seguir soltando guita, competencias y reconocimientos políticos. Ahí, las paralelas de Susana con Mariano se entrecruzarán como espadas: la andaluza podrá poner el grito en el cielo, como sólo ella sabrá hacerlo, y clamar contra la injusticia con más razón que una santa y con la legitimidad moral de haber apoyado al Gobierno cuando más falta hacía.
Los destinos paralelos de Díaz y Rajoy son una línea de salida para, si salimos de ésta salvando los muebles, restablecer la rivalidad infinita entre los dos grandes partidos. Con la peculiaridad de que Susana Díaz tendría la ventaja de tener el discurso ya hecho, y no cualquiera, sino uno muy razonable: "Señor Rajoy, los andaluces no le apoyamos para premiar a los independentistas, ni tampoco le apoyábamos a usted, sino a España".
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