viernes, 1 de septiembre de 2017

* DIEZ AÑOS DE SORPRESA EN SORPRESA.















Diez años de sorpresa en sorpresa, diez años llenos de un Amor que no se puede explicar con simples palabras, diez años sintiendo esa clase de apoyo, de fidelidad absoluta, de incuestionable sensación de bienestar. Diez años ya que nos casamos y echando la vista atrás parece que fue ayer.

No se a tí, Hetepheres, pero a mí se me han pasado volando pero no con ese tipo de aceleración que parece que te estás perdiendo parte de la vida sino con la rapidez que suelen pasar las cosas buenas. Hace diez años éramos los que éramos y diez años después somos quienes somos.

Diez años justos del día de nuestra boda que si en vez viernes hubiera caído en sábado sería calcado. Diez años de una Celebración religiosa que se hizo a medida sin contar con el tiempo, que lo estropea todo, y poniendo mimo en cada instante de lo verdaderamente esencial como es el recibir el Sacramento del Matrimonio. Tres Sacerdotes en el presbiterio de la jerezana Iglesia de San Juan Bautista de los Descalzos: Celebró la Eucaristía el recordado Padre Salvador Rivera, que Dios lo tenga en su gloria, y concelebró el Padre Federico Mantaras, hoy vicario general de Asidonia-Jerez, y el entonces párroco D. Francisco García Villegas y Alcázar ejerciendo de maestro de ceremonias mi hermano en la Fe y Hermandad Juan Carlos Muñoz Rivero.

“Veintitantos” testigos rubricaron a los pies de la Virgen de la Amargura que esta boda se había celebrado y que a partir de entonces éramos, lo que somos, marido y mujer.

Diez años de esa visita a la residencia de las Hermanitas de los Pobres en Jerez de la Frontera donde las ancianitas que tantos cuidados le dabais tu madre y tu nos recibían con inmensa alegría en la puerta. Diez años de ese ofrecimiento que le hicimos con la entrega del ramo de novia a los pies de la Virgen en la coqueta y sencilla capilla.

Diez años de celebrarlo en el Hotel Monasterio, lugar donde un año antes nos reencontramos en un curso de verano y empezamos a salir, con nuestra gente, faltaron muchas, pero los que estaban estuvieron todos a una en celebrar por todo lo alto la felicidad de esta pareja que éramos tú y yo.

Diez años de cuando al día siguiente tomamos el primer desayuno como marido y mujer, que cogimos el viejo volvo para irnos hacia Portugal, hacia el Algarve, hacia el siempre recordado hotel Montechoro donde teníamos una suite reservada y donde queríamos descansar y empezar a conocernos que todo hay que decirlo.

¿Te acuerdas de ese viaje? ¿Te acuerdas cuando paramos en Vila Real de San Antonio? No he visto en un pueblo más sábanas y más toallas concentradas por metro cuadrado. Almorzamos en la plaza principal un bacalao dorado que quitaba el sentío.

¿Te acuerdas cuando llegamos a Albufeira y dimos más vueltas que vueltas para intentar situarnos para llegar a Montechoro? Y todo porque, somos casi iguales, cuando ese guardia que estaba en la rotonda ordenando el tráfico nos informaba con lujo de detalles y de forma muy atenta en vez de escucharle estuvimos fijándonos, creyendo que el otro se estaba enterando de la explicación, en la majestuosa gorra de plato que portaba y que estaba forrada perfectamente en una funda de plástico porque estaba en ese momento lloviendo.

¿Te has enterado de donde es? Preguntamos los dos al unísono. No, yo creí que tú... No, yo estaba mirando la gorra y la funda. ¡Anda, igual que yo! Nos miramos y empezamos a reírnos a carcajada limpia mientras pensábamos que estábamos hechos el uno para el otro. Recorrimos toda Albufeira y casi llegamos al pueblo de al lado. Preguntamos en mil sitios y al final cuando eran más de las siete de la tarde por fin dimos con el hotel en medio de risas y más risas.

Siempre recordaré Albufeira, siempre recordaré Montechoro, siempre recordaré la moqueta, siempre recordaré ese primer viaje de los que conformaban nuestra particular “Luna de Miel”.

Y así diez años...

Diez años de sorpresa en sorpresa porque eres una mujer que te sorprendes de todo, que te ilusionas con todo, que a todo le pones ese corazón tan vivo, tan puro y tan lleno de verdad.

Diez años en los que ha habido enfermedad, alegrías, tristezas y mucho Amor.

Hoy es nuestro décimo aniversario y aunque nosotros a nivel particular no haremos nada si lo pasaremos con buenos amigos justamente en otra boda, en la de Jesús y María José, que se casan esta tarde en La Isla y después lo celebran en un lugar que es muy nuestro pues desde siempre cada 1 de septiembre celebramos nuestro aniversario como es “El Timón de Roche”.

La verdad es que no creo en las casualidades y seguro que Dios había escrito que estaríamos celebrando un nuevo matrimonio cuando nosotros celebramos nuestro décimo aniversario.

Esta foto que preside esta carta tan especial es la del día de nuestra boda hace diez años y si esta tarde nos hacemos alguna pues también irán a nuestro particular álbum.

Diez años donde el tiempo ha pasado para mí pues ahora no es que sienta la madurez sino que soy maduro, con más canas, alguna que otra arruga, más de un dolor, pero con el mismo corazón. Gracias a ti soy menos hierático y más espontáneo e incluso en ocasiones resolutivamente pragmático cuando de siempre he sido un soñador aunque ese  matiz no creo que nunca lo pierda.

En cambio tú tienes los mismos ojos enamorados, luminosos, alegres, confiados..., tienes esa sonrisa transparente, ese corazón que late con Amor cuando el Amor te rodea, y late con indignación cuando te indignas con situaciones que no ves justas. En el tema de la justicia somos tan iguales...

Bueno cariño, que me enrollo, y no quiero te canses más de la cuenta. Hoy es un día para disfrutarlo, gozarlo a cada instante, como lo es siempre en nuestra vida en común, y también para echar la vista atrás a esos recuerdos de un día tan bonito, tan especial, tan lleno de todo como fue aquél 1 de septiembre de 2007 cuando con la bendición de Dios nos convertimos para toda la eternidad en marido y mujer.

¡Te quiero y te amo tanto Hetepheres!

¡Feliz décimo aniversario mi vida!


Jesús Rodríguez Arias




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