Mañana el santoral de la Iglesia Católica, celebra la festividad de todas
las Basílicas denominadas de San Pedro y San Pablo. Y el presente artículo
aunque ya fue publicado en esta página cofrade el 17 de noviembre de 2013
vuelve hoy -reformado- recordando a los citados templos y a sus respectivos
santos.
Ante esta festividad no se puede obviar a nuestra Iglesia Mayor de San
Pedro y no estoy tan seguro que primitivamente fuera también de San Pablo y no
tanto de los Desagravios. Aunque la conocemos como la Iglesia Mayor de San
Pedro y San Pablo y de los Desagravios. Y por tanto, creo que también le
alcanza, como no, esta celebración.
Pero de acuerdo con el título y por razones obvias, he de referirme en
primer lugar al primero de los templos: el de Sancti Petri como dicen los
italianos en latín o la Basílica Papale di Santi Pietro in Vaticani di Roma, el
mayor de los templos cristianos del mundo y uno de los lugares más sagrados de
todo el orbe católico.
Y según la tradición, esta Basílica se construyó sobre una gran piedra
roja debajo de la cual se encontraba la tumba de San Pedro, que los cristianos
soslayaban para no levantar sospechas y evitar las persecuciones que sufrían de
los romanos.
Paradójicamente, la Basílica de San Pedro no es Catedral de Roma ni tampoco
Parroquia. El título de -catedral- le corresponde a San Juan de Letrán en las afueras
del Vaticano y el de -parroquia- a la Capilla Paulina dentro de él. Sin embargo
es sin duda, el marco más idóneo por excelencia para celebrar las grandes solemnidades
litúrgicas y religiosas tanto en su interior como en la plaza que la preside:
la Plaza de San Pedro.
Plaza cuyo Obelisco central tan alto como majestuoso, fue fiel testigo
mudo del martirio y muerte de San Pedro antes que el citado obelisco, entonces
en los jardines del Vaticano bajo el imperio de Nerón, fuese trasladado a dicha
plaza. San Pedro fue crucificado el 29 de junio del año 64. Y por su propia
decisión lo hizo con la cabeza hacia abajo para no coincidir con la de su
Maestro: ¡Cristo Nuestro Señor!
Pero volviendo al Vaticano, tener la suerte de entrar en él, recrearse
en sus jardines, salas y dependencias, y pararse en la Capilla Sixtina, impregnándose
de tanto arte y belleza acumulada en su bóveda y en sus paredes o imaginarse
los cónclaves y la presencia invisible del Espíritu Santo. Así como visitar la
Basílica, postrarse ante la tumba del beato y santo Papa Juan XXIII, del altar
blindado de la Piedad y situarse debajo del ábside donde se encuentra la silla
de la Cátedra de San Pedro. O pasear por la Plaza observando cómo desde
cualquier punto: las dos filas de columnas paralelas que la rodea no se interfieren
entre sí, además de sustentar la balaustrada en donde se asientan las 140
figuras de los santos que la componen; resume una mezcla de sensaciones,
emociones y sentimientos, que sorprende al visitante con independencia de su
credo, invitándole a volver de nuevo. Y es que el arte ennoblece al espíritu y
mueve los sentidos más profundos tanto de los cristianos como de los no
creyentes.
Salvando la distancia para volver de nuevo a La Iglesia Mayor, hay que
decir según cuenta la tradición, que dicha Iglesia surgió debido al crecimiento
de la población de la entonces Real Villa de la Isla de León y al mismo tiempo,
para aliviar en sus funciones a la capilla de Santa María instalada en el
Castillo de San Romualdo. Hecho por cierto del cual se cumple ahora -311 años-
de aquel suceso y -251- de su consagración.
Y su construcción se encuadra durante el barroco tardío en la mitad del
siglo XVIII, del que tomó algunos elementos ornamentales (sus puertas) unido al
de su estilo neoclásico propio e imperante de la época (las torres). Y en su
fachada principal se empleó mayoritariamente nuestra típica y autóctona piedra
ostionera. Por otra parte y en cuanto a su tipo eclesial se le puede catalogar
con la misma consideración de Basílica. Y fue consagrada en Febrero de 1764 por
el obispo de Cádiz, Fray Tomás del Valle y está considerada como un monumento o
edificio (BIC) Bien de Interés Cultural. Sin embargo los trabajos de su
edificación llegaron hasta los primeros decenios del siglo XIX y aunque se le atribuye
a Alejandro María Pavía Peduana, sacerdote y arquitecto, fue al parecer otro
arquitecto, Torcuato José Bemjumeda, quien la finalizó como la conocemos hoy
con ciertos cambios, supresiones y retoques no siempre afortunados.
Su financiación parece que se hizo a través de gravar unos impuestos
sobre el vino y otras especies con apariencias de donativos para sufragar la
obra; dándose la extraña y al mismo tiempo generosa coincidencia de un señor acaudalado,
que pasó por aquí y viéndola en construcción, donó una buena suma de su dinero
para acabarla. Aquel Señor como referencia anecdótica era anglicano.
Pero el acontecimiento más importante vivido en ella fue el 24 de
Septiembre de 1810 con motivo del asedio de los franceses a San Fernando
durante la Guerra de la Independencia. Y mientras esto ocurría, en su interior los
104 diputados allí reunidos según el Acta levantado al efecto, redactaron la Primera
Constitución; hecho que quedó perpetuado en el famoso cuadro del pintor Casal
de Alisar expuesto en el Congreso de los Diputados en Madrid.
La Iglesia Mayor, histórico primer templo y para la Isla -Su Catedral-
posee entre sus variados altares, las imágenes titulares de 8 ó 9 hermandades de
las más representativas de nuestra Semana Santa y dispone de una hermosa
sacristía, coro, una cueva habilitada al uso, poco conocida por cierto. Así
como un compacto de salas, dependencias, archivos, despachos, casa y azotea,
con la curiosidad añadida de entrar por la puerta principal salvando sólo dos
escalones frontales o una superficie plana si se accede por el lateral derecho
de dicha puerta. Y salir o entrar por detrás a través de una escalera de
considerable altura compuesta por 14 escalones de altos peldaños, hecho que
prueba en general dicha altura al encontrarse a 10 metros sobre el nivel del
mar. La Iglesia Mayor, además, tiene el privilegio de poder exhibir la bandera
nacional en los actos oficiales que así lo requieran. El edificio en cuestión
está aislado entre dos calles y dos callejones.
Finalmente podríamos decir que la Iglesia Mayor también nos distingue y
nos marca, nos entristece y nos alegra. Y sobre todo nos simboliza más allá de
nuestras fronteras. Desde luego no es la Basílica de Roma. ¿Pero quién cuando
sale de la Isla, aunque sea por pocos días, regresa en automóvil y al divisar
los dos picos extremos y azules de sus torres-campanarios gemelas, no se
estremece o se enternece de alegría?
Y si esto ocurre, es una señal evidente e inequívoca de la estima, el
amor y la nobleza de corazón que tienen los isleños ¡Valorando aquello bueno y
querido que tenemos!
José María Vieytes Beira. San Fernando. 25.06.15.
Artículo publicado en el semanario local Información el 28.06.15. Y en
el blog SED VAIENTES, por gentileza de Jesús Rodríguez Arias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario