Hacía tanto
tiempo ya que la verdad es que no me acordaba de lo que es un fin de semana en
otro lugar que no sea Villaluenga del Rosario. Estoy tan enamorado de mi
bendito pueblo que el resto de la semana se convierte en una lucha con el
tiempo que queda para volver a volver.
Este fin de
semana pasado una cita ineludible hizo que el viernes no sintiera como se me
erizaba la piel de emoción en cuanto diviso ese pequeño pueblo de casitas
blancas cobijado por el imponente y majestuoso Caíllo.
Debo
reconocer que la tarde del viernes parecía un zombi pues arrastraba el
cansancio acumulado por las pocas horas que había dormido la noche anterior
tras asistir a la cena-velada organizada por los “Amigos del Seminario de San
Bartolomé” en Cádiz y que tanto y bueno está dando que hablar. No puedo decir
que no echara de menos esa particular liturgia de todos los viernes cuando
almorzamos en la Venta Mesa Jardín en Las Abiertas a la salida de Arcos de la
Frontera para después encaminarnos hacia nuestro querido pueblo tiempo que yo
aprovecho, que todo hay que decirlo, para dormir la siesta pues una vez en
Villaluenga me gusta aprovechar cada segundo porque es un privilegio observar
como el sol se va escondiendo tras el Caíllo mientras la claridad permanece
hasta cerca de las diez de estas noches de verano.
El viernes
pasó y llegó el sábado 27 de junio día en el cual se instaló un agobiante calor
que hacía que el estar en casa se convirtiera en suplicio y salir a la calle
una auténtica heroicidad.
Cuando
Hetepheres y yo salimos a desayunar casi nos da algo y el poco tiempo que
estuvimos fuera de casa la tensión se me iba bajando más que la bolsa en los
peores tiempos de la crisis económica de infausto recuerdo para todos.
Temía,
habiendo comprobado cómo se la gastaba “Lorenzo”, la hora de revestirme con el
chaqué pues esto acrecentaría la sensación de calor a cimas inalcanzables.
Llegó la hora: Cinco menos cuarto de la tarde. Hora temprana pues habíamos
quedado a las seis y media en la sede de la calle Benjumeda para las damas retocarse
la mantilla y nosotros dejar los trajes de chaqueta para la posterior cena.
En la Sede
pude coincidir con hermanos hospitalarios muy queridos por mí como son Gonzalo
Díaz Alersi, Iñaki Sánchez Ureba, su mujer, Rafael Melgar y esposa, Agustín
Rosety y Mamen Cózar entre otros que iban y salían después de depositar su
correspondiente traje.
Sobre las
siete menos cuarto nos íbamos dirigiendo para el Oratorio de San Felipe Neri
donde se celebraría Solemne Eucaristía del Capítulo de San Juan Bautista de la
Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios.
Gran alegría
me dio el encontrarme en ese trayecto a mis queridos y buenos amigos, hermanos
en la fe y en el amor que le profesamos a Villaluenga, Beltrán y May a los que
habíamos invitados expresamente para que asistieran y compartieran con nosotros
un Capítulo tan importante para la Benemérita Institución a la cual pertenezco
hace ya algunos años.
Entramos
dentro del Oratorio y enseguida pudimos saludar al Presidente de la
Institución, Manolo Navarro, José Luis de la Cuesta que lleva la alta
responsabilidad de la tesorería, nuestro hermano José María que ejerce como
Jefe de Protocolo, Fernando Coimbra que en un ejercicio de desprendimiento
total hacía las veces de fotógrafo recogiendo cada instante, cada momento del
Capítulo así como buenos y queridos hermanos Caballeros y Damas Hospitalarios
que hacía tiempo no veía y que este caluroso sábado de finales del mes de junio
Dios quiso que nos volviéramos a unir en un solo cuerpo y un mismo corazón
todos los que integramos la Real y Benemérita Institución de los Caballeros
Hospitalarios de San Juan Bautista.
Misa llena
de solemnidad donde el Rector del Oratorio de San Felipe Neri, también Ecónomo
de la Diócesis, el Rvdo. Sr. D. Antonio Diufaín estuvo extraordinario en su
homilía destacando lo que tenía que destacar y abriendo los brazos con palabras
llenas de esperanza que recalcaban el sentido cristiano de todos los allí
presentes.
En este
Eucaristía tuve el inmenso honor de que me encomendaran la lectura de las
preces que estaban especialmente dedicadas al momento actual en que vive la
propia sociedad y nosotros mismos como Institución. Gracias por hacerme
portavoz de las peticiones que dirigimos a Dios a corazón abierto.
El coro
majestuoso y aunque en el interior del sacro recinto suele hacer fresco os
puedo asegurar que no fue este mi caso pues el sudor bajaba a sus anchas
mientras la emoción por encontrarme de nuevo entre mis hermanos hospitalarios
subía por entero.
Al finalizar
la Santa Misa la correspondiente foto de Familia con las autoridades que
invitadas asistieron y que a modo particular les doy las gracias por estar
siempre ahí demostrando lo que demuestran a diario.
Gracias al
Subdelegado de Defensa, el Capitán de Navío, D. Vicente Pablo Ortells que venía
acompañado de su esposa, Dª Lucía Gutiérrez, gracias al Coronel del CEFOT, D.
Fernando Caballero y el Comandante de la Guardia Civil con sede en Cádiz.
Después para
terminar se hicieron una sucesión de fotografías entre los asistentes uno por
uno o acompañados para que inmortalizaran cada instante de un momento único.
Debo decir
que en este Capítulo llevé en el corazón de la memoria a todos las Damas y
Caballeros Hospitalarios que no pudieron asistir y aunque su ausencia física se
notó estuvieron muy presentes en el recuerdo como hermanos en la fe y en la
Benemérita Institución que nos une.
Una vez
acabado todo nos dirigimos hacia la Sede en plena calle Benjumeda de Cádiz para
cambiarnos y las damas quitarse la mantilla que lucieron con patria y solvente
elegancia.
¡Qué
descanso cuando despojado del chaqué pude vestirme con el traje! Aunque hacía
un calor impregnado de bochorno a mí me parecía que estábamos en un día fresco
de verano tardío.
Allí
esperamos mientras se hacía la hora de la cena que se iba a celebrar en el
precioso patio del Casino Gaditano en plena plaza de San Antonio.
Mientras D.
Antonio Diufaín junto a Manuel Navarro,
Agustín Rosety y otros caballeros departían en el salón-biblioteca nosotros lo
hacíamos en el patio sentados en confortables sillones y sofá con Beltrán, May,
Iñaki, Hetepheres y Gonzalo para posteriormente mostrarle parte del edificio
que compone la Sede del Consejo Supremo de los Caballeros Hospitalarios de San
Juan Bautista que en el piso de abajo se encuentra el albergue y que a esa
precisa hora muchos necesitados y transeuntes esperaban a que se abrieran las
puertas para ducharse, cenar y dormir bajo techo. Son los marginados de una
sociedad abocada al consumo, los predilectos a los ojos del Señor pues su
indefensión les hace grande en el cielo
y a nosotros por nuestra condición de discípulos de Cristo nos obliga a ser
samaritanos buenos y dedicados a los preferidos de nuestro Padre Celestial.
Esta
memorable jornada del sábado 27 de junio culminó con una cena fraterna entre
los hermanos hospitalarios que habíamos asistido al Capítulo acompañados por
los invitados al mismo.
Puedo decir
que tuve el honor de compartir mesa y mantel junto con amena conversación,
vivencias, anécdotas y risas con personas que quiero de verdad y que son en
todos los sentidos unos auténticos referentes para mí. Os estoy hablando de
Agustín Rosety Fernández de Castro, María Carmen Cózar Navarro, Gonzalo
Díaz-Alersi, Iñaki Sánchez Ureba, Beltrán Castell López y Maya de Alba.
Tras las
palabras del Presidente de la Institución, D. Manuel Navarro, se brindó por el
Presidente de Honor, S. M. el Rey, Felipe VI y con el mismo se terminó este
Capítulo de San Juan Bautista que ha sido histórico en todos los sentidos.
Fue el
sábado un día muy feliz donde me pude reencontrar con hermanos hospitalarios a
los quiero mucho que nos reunimos en torno a Dios para encomendarnos, trabajar y
poner nuestras metas bajo su amparo para ejercer nuestro particular carisma,
nuestro apostolado para Su Mayor Gloria y el de la Santa Madre Iglesia por
medio de los más necesitados, los excluidos, los que se encuentran en las
periferias existenciales que tanto nos recuerda nuestro querido Papa Francisco.
Y el
Capítulo de San Juan fue la excusa perfecta para reencontrarnos como Hermanos
que somos en una misma fe, en un mismo Señor, en una misma Iglesia y en una
misma condición: ¡Caballeros Hospitalarios!
Con
fraternal abrazo y que Dios os bendiga,
Jesús
Rodríguez Arias
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