viernes, 25 de julio de 2014

PARA MEDITAR.


Saber callar,  cuando hay que callar, es toda una sabiduría; pero saber hablar, cuando hay que hablar, no es menor sabiduría. 
Hablar cuando es conveniente callar, es condenarse al fracaso; es echar a perder las cosas o quizás empeorarlas. 
Callar cuando es prudente hablar, es signo indudable de cobardía; es no cumplir con el deber. 
El silencio será beneficioso cuando sea más prudente callar, será dañino cuando surja  la obligación de hablar. 
La palabra será útil y productiva cuando salga de un generoso deseo de ayudar al hermano; será contraproducente cuando vaya envuelta en sentimientos egoístas o en deseos de humillación para los demás. 
Silencio y palabra, callar y hablar..., habrá que irlos moderando y aplicando con prudencia; con esa prudencia que los convertirá de vicios en virtudes. 

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