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LA REPRESIÓN NO DETENDRÁ A LOS CRISTIANOS
El llamado «Jerusalén del Este» ya no gusta a las autoridades chinas. La ciudad oriental de Wenzhou, donde se concentra el mayor número de cristianos del país, vive estos días protestas por sus símbolos: las enormes cruces e iglesias que se levantan imponentes en la urbe y que el régimen está derruyendo. El crecimiento de la comunidad cristiana en Wenzhou, en la provincia oriental de Zhejiang (de las zonas más desarrolladas de China), donde más de un millón de sus ocho millones de habitantes son cristianos, ha alarmado al Gobierno chino, que ha lanzado una campaña para acabar con los centros religiosos y sus símbolos.
(La Razón/InfoCatólica) Desde enero hasta hoy, según la organización China Aid, alrededor de 163 iglesias han recibido órdenes de demolición del edificio completo, de parte de él o de retirada de sus cruces, y la mayoría de esas órdenes ya han sido acatadas pese a la oposición de los feligreses, cuyo número ha ido en aumento estos años y también su rebeldía.
A falta de datos oficiales, el Centro de Investigación Pew estimó en 58 millones el número de protestantes en China en 2011 y en 9 millones el de católicos un año antes, si bien el número puede ser mucho mayor, ya que los cristianos en el país se dividen entre aquellos de iglesias permitidas por el Gobierno y los de grupos clandestinos.
«Nuestra comunidad ha crecido mucho, y de ahí esta campaña. Es un ataque contra nuestra religión», afirma una de las participantes de las protestas que esta semana acabaron en docenas de heridos, cuando la Policía trató de retirar una de las cruces que coronaba una iglesia en Pingyang, en Wenzhou.
En declaraciones a Efe, la residente de la localidad, quien prefiere guardar el anonimato, explica que los feligreses acudieron a proteger el templo y se encontraron con unos quinientos policías, que trataron de abrir el paso a trabajadores destinados a acabar con el símbolo del inmueble, sin éxito.
Numerosas imágenes de gente ensangrentada y hospitalizada -muchos de ellos, personas mayores- circuló por un tiempo en internet, si bien fueron rápidamente censuradas. Tras casi dos horas de enfrentamiento entre ambos, la Policía abandonó el lugar.
«Es difícil describir Wenzhou sin hacer referencia a sus más de 2.000 iglesias, adornadas por sus cruces rojas y en muchas ocasiones iluminadas con luces de neón», explica el experiodista local, Zhang Aizong, en una conversación telefónica desde Hangzhou, la capital provincial donde vive.
Fueron precisamente las luces las que alarmaron a Xia Baolong, secretario general del Partido Comunista en la provincia, en un viaje a Wenzhou, en el que comenzó a pensar en el desmesurado número de estos símbolos en la ciudad china, lo que llevó posteriormente a la campaña iniciada este año, explica Zhang, de religión cristiana, a Efe.
Para Xia, que no muestra tanta permisividad como las autoridades locales, en las comunidades cristianas se han infiltrado fuerzas hostiles de Occidente lo que, en su opinión, es una amenaza para el ateo gobierno comunista, según entrevistas concedidas a la agencia oficial Xinhua.
A pesar de ello, las autoridades defienden que el reciente plan -que prevé la destrucción de cientos de iglesias- no está dirigido contra ninguna religión, sino que tiene como objetivo remodelar «edificios viejos e ilegales» de la desarrollada Zhejiang.
Según el Gobierno, las cruces que adornan las iglesias «exceden el tamaño permitido», por lo que tienen que ser demolidas, si bien no se proporcionan más detalles de las medidas estipuladas.
«La mayoría de las iglesias tuvieron la aprobación del Gobierno local y han estado ahí muchos años. ¿Por qué ahora, de repente, todo es ilegal?», sostiene Bob Fu, quien dirige la organización China Aid, que desde EE.UU. coordina una de las redes más influyentes de activistas, cristianos clandestinos y defensores de la libertad en China.
Fu, que ayuda a cualquier víctima de la opresión del régimen como miembros de Falun Gong, organización religiosa ilegalizada en los 90 por China cuando comenzó a ganar numerosos adeptos, teme que la campaña de Zhejiang sea el preludio de una represión a nivel nacional.
Y es que, como opina Maya Wang, investigadora de Human Rights Watch, el reciente plan de las autoridades esconde un temor mayor del Partido Comunista: precisamente que la popularidad del cristianismo en Zhejiang se extienda.
«No sólo tiene que ver con los feligreses, es parte de la lucha del régimen por superar la crisis ideológica por la que atraviesa», opina por su parte David Zhao, de Human Rights Watch, quien, no obstante, considera que la represión no detendrá a los cristianos.
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