La gran preocupación del hombre es cómo hacer para quitarse la cruz de los hombros.
Son inmensos los esfuerzos que está haciendo el hombre para evitar la carga de la cruz, del sufrimiento; se quiere tener una vida sin sufrimientos, sin dolores, sin problemas; pero en ese afán desmedido el hombre encuentra su penitencia.
Es que el hombre de hoy desconoce que el sufrimiento puede tener en sí un verdadero valor; lo desconoce y rechaza. En su esfuerzo por hallar una vida sin sufrimiento, halla unos sufrimientos sin vida, es decir, sin sentido, sin proyección y eso es precisamente lo que le amarga: Que no pueda escaparse de sufrir y que no le vea ningún sentido a su sufrimiento.
Hablando en cristiano, diríamos que el que pretende encontrar un Cristo sin cruz, encontrará una cruz sin Cristo; y una cruz sin Cristo resulta abrumadora, amarga, insoportable de llevar sobre los hombros, imposible de llevar en el corazón.
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