EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor". (Evangelio del día). Con los criterios del hombre, Dios hace las cosas al revés. Pero Dios entiende la grandeza del hombre, no como el más importante, sino como la persona que tiene el corazón más esponjado de amor. Y servir se convierte en una atención, con ternura, del otro, mi semejante, mi hermano. Con estas palabras tenemos que despojarnos de la "costra" de egoísmo que se nos pega y de todos los criterios que nos montamos para aceptar o rechazar al "otro", para no hacer acepción de personas. Ya no debemos mirar a nadie por encima del hombro, y menos los que "no son de mi clan", los que "no son de mi país", los que "no son de mi piel". Servir se convierte en un acto de amor. Y, por otra parte, ser servido hay que recibirlo con gratitud, no con orgullo, prepotencia o vanagloria, y, menos aún, porque tengo "derecho". Tampoco con falsa humildad. Servir te engrandece y ser servido te dignifica. Pero ¡ojo!, debemos ser servido y debemos servir, ni más de una cosa, ni menos de la otra. Señor, dame sensibilidad para entender esta palabra y ponerla en práctica. Santa María de Caná, ruega por nosotros.
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