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Cuando a las 22:20 el Jesús Nazareno de la cofradía del mismo nombre aparecía por la calle Alonso Berruguete, los casi mil asistentes que esperaban bajo los soportales del Teatro Calderón y junto a la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias eran ajenos a todo lo que estaba ocurriendo en el partido. Porque la final de Copa no consiguió que los bares que se encontraban en el recorrido del Vía Crucis llenasen como sí han llenado en otros Barcelona-Madrid. Y sí, era Miércoles Santo y mucha gente aprovechó para descansar unos días fuera de la ciudad, pero la procesión consiguió un número de asistentes parecido al público que están acogiendo otros recorridos estos días.
Mucho antes de esa hora, cuando todavía no había salido la procesión del Jesús Nazareno de su iglesia, el público se agolpaba en la calle Jesús y su salida hacia la Plaza Mayor. Sonaban campanas. Diez Guardias Civiles esperaban en la puerta la salida de la hermandad, de la que el cuerpo es cofrade de honor desde 1999. La Banda de Cornetas y Tambores Padre Nuestro de Palencia llegaba a la puerta de la iglesia Padre Jesús Nazareno desde la zona de Correos. Unas niñas saludaban a una cámara de televisión esperando verse más tarde en el telediario. La gente miraba el reloj, el móvil o cualquier otro aparato que de la hora para saber cuánto les quedaba para que el paso saliese.
Y – flash, flash, flash– sale. A las 20:30 horas. El primer paso, el Jesús de Nazareno, se veía entre la penumbra del incienso y la oscuridad de la iglesia, mientras el segundo –el Cristo de la Agonía– todavía no se distinguía. Los cofrades más pequeños aparecían con cara de asustados ante tanta gente esperando. La novedad este año, quelos adornos florales de los dos pasos fueron creados por un cofrade de la hermandad, pasaron con sobresaliente ante las miles de personas que veían la procesión desde la Plaza Mayor, ya fuera desde las gradas o desde las terrazas de los bares. Llegaba el primer paso y la primera estación del Vía Crucis era narrada por los altavoces que hay por toda la ciudad.
Después, el recorrido giraba hacia la calle Lencería para bajar por Platerías. La Dolorosa esperaba a l paso a la puerta, en la que ya era la cuarta estación. Subía por Guadamacileros y llegaban, tras el Teatro Calderón la quinta y la sexta estación, momento en el que un «gol» –el de Di María– se escuchó desde el bar y algún que otro cofrade apretó el puño en una celebración calmada por la penitencia. Eso sí, desde el bar ni una decena de personas veían la final de Copa mientras cientos de vallisoletanos acudían a las aceras del recorrido. Pero volvamos a Angustias. El final de recorrido acogía a tanta gente que el silencio, tan necesario en la Semana Santa, no apareció hasta el momento de cantar la Salve. Ya había salido la Virgen de las Angustias ante la expectación de los asistentes y solo faltaba la bendición del arzobispo, Ricardo Blázquez. Y los cofrades volvieron a su sede, con la decimocuarta estación narrada tan solo unos minutos antes de que empezase el Jueves Santo.
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