Manuel Bru
Este fin de semana se celebra en Madrid, en la Universidad CEU San Pablo, el I Congreso de “Imision”, que según sus organizadores tiene tres objetivos principales: Crear comunidad entre los distintos grupos y personas católicas que se sienten misioneros en el Continente Digital; reflexionar conjuntamente sobre la evangelización en Internet; y contribuir en la formación de los participantes sobre las técnicas, estrategias y doctrina a tener en cuenta a la hora de evangelizar en Internet, especialmente en las Redes Sociales.
Nadie pone en duda la enorme importancia que la Iglesia Católica da a Internet. Basta tener presentes algunos datos: la Iglesia ha hecho la reflexión más seria sobre el fenómeno más decisivo de la sociedad de la información.
Desde Ética en Internet e Iglesia en Internet, documentos del Consejo Pontificio de Comunicaciones Sociales, al rico magisterio de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI -quién promovió un prolijo debate sobre las redes sociales-, hasta el Papa Francisco que ha llegado a declarar que Internet, a pesar de sus peligros, es una bendición de Dios. Como ha hecho con respecto a casi todos los avances de la comunicación social, la Iglesia siempre ha manifestado una visión positiva, no poniendo al mismo nivel sus aspectos positivos y negativos, sino defendiendo que cuando estos son lo que tienen que ser, son siempre positivos, y sólo tiene consecuencias negativas cuando se desvían de su propia naturaleza, y de su propio fin, que no es otro que el de la comunión y el progreso entre los hombres y los pueblos”, como reza desde hace ya cuarenta años la Carta Magna de la Comunicación Social, Communio et Progressio.
Pero es que si a esto añadimos que el Papa es la persona más seguida twitter de la humanidad, o que la página web del Vaticano esta siempre entre las cien más visitadas del mundo, vemos que la apuesta por la Red y por las Redes Sociales de la Iglesia es incuestionable. Es más, me atrevería a decir que Internet, por su libre iniciativa y su comparativamente bajo coste, está siendo el medio de comunicación por excelencia del Pueblo de Dios.
La incidencia en la Red de sus comunidades, y de sus organizaciones en la sociedad civil, son un tirón de orejas para aquellos que desde estamentos más institucionales y jerárquicos siguen apostando por grandes medios generalistas en los que la identidad cristiana tiene el peligro de quedar prácticamente diluida y en donde la evangelización explicita y el testimonio cristiano, son marginales.
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