jueves, 27 de marzo de 2014

PARA MEDITAR.

Una de las grandes verdades de la vida espiritual es que obtenemos lo que pedimos en la oración. "Pedid y recibiréis", dice Jesús. "Sí, muy bien", pensaréis tal vez. "Si eso fuera cierto, ya habríamos ganado todos la lotería". 

Es verdad, de acuerdo, pero la mayoría de nosotros no sabemos como pedir. Oh, sí, sabemos cómo plantear nuestras peticiones, como si Dios fuese un cocinero de un restaurante de comida rápida, pero eso no espedir.  Pedir no es meramente el acto de articular nuestros deseos y luego sentarnos aguardando a que Dios envíe su encargo. Pedir es el sometimiento total de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Llevamos nuestras peticiones hasta Dios, creyendo que serán cumplidas, no porque nosotros las queramos, sino porque Dios quiera concedérnoslas. 

Aprender la diferencia entre pedir  y pedir lleva tiempo. Requiere un examen sin temor de nuestros motivos. Si hacemos nuestras peticiones y egoísmos, es improbable que Dios las vaya a conceder. Sólo cuanto estamos total y completamente dispuestos a aceptar cualquier cosa que Dios nos dé podremos estar seguros de estar pidiendo realmente. 

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