(Artículo publicado en el Boletín "SIEMBRA" de la Hermandad de los Afligidos
de San Fernando -Cuaresma 2013- )
No
os podéis imaginar la ilusión que ha supuesto para mí escribir este artículo en
nuestro Boletín “SIEMBRA” porque es volver a casa, es retornar a esta
prestigiosa tribuna donde me estrené como articulista de opinión.
Cómo
todos los que me conocéis sabéis que no soy un cofrade los llamados “típicos”,
este artículo no va a versar sobre un tema de nuestra Semana Santa, de la
religiosidad popular, propiamente dicha, de todo cuanto rodea a nuestras
Hermandades y Cofradías.
Me
retrotraigo a finales de junio del pasado año, cuando iniciamos una
peregrinación, un camino de ida sin vuelta atrás, hacia los Lugares Santos
donde estuvo Nuestro Señor Jesucristo. Vivimos y experimentamos, en carne
propia, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en pleno mes de Junio allá
en Tierra Santa.
Decir,
para poneros en antecedentes, que el día anterior de partir para Madrid con destino Israel estaba en cama con
bastante fiebre y una aguda faringitis que, en casos normales, se hubiera suspendido
todo. Cómo no era un viaje al uso sino una invitación del Señor a visitar los
lugares, la tierra y los sitios donde Él Nació, Vivió, Predicó, fue Sacrificado
hasta la Muerte, Resucitó y Ascendió a los Cielos. Cómo para Jesús no hay Nada
imposible, al otro día estaba mucho mejor aunque las molestias persistentes de mi afección de
garganta me hizo enmudecer gran parte del camino y del viaje. No era yo el que
tenía que hablar sino el Señor que quería hacernos llegar nítidamente Todo Su
Mensaje a nuestros corazones y oídos.
Fueron
siete días intensos donde visitamos Nazaret, Cafarnaún, Monte Tabor, Monte de
las Bienaventuranzas, el Lago de Galilea, el Río Jordán y Caná de Galilea,
donde renovamos las promesas del Bautismo y Matrimonio respectivamente,
diversos lugares donde Jesús Predicó un nuevo estilo de vida, donde el Amor y
el servicio a los demás es prioritario a todo. Después llegamos a Jerusalén,
visitamos Belén, el Cenáculo donde se instituyó la Eucaristía, el Getsemaní, y
el huerto de los olivos milenarios, para
después realizar el Vía-Crucis por la Vía Dolorosa.
Y
fue allí, precisamente, donde se enmarca
y tiene fundamento estas letras que hoy están en vuestras manos. Una cruz grande, limpia, pesada, como
nuestras respectivas cruces que vivimos y nos gloriamos a diario en ella, fue
la que cogió un peregrino para iniciar el Camino que realizó el Señor hacia el
Monte Calvario. Ver esas empinadas, y dificultosas, calles serpenteantes y
laberínticas me hizo ponerme en esa situación porque lo que Jesús soportó por
salvarnos, los padecimientos más lacerantes y desgarradores que sufrió, se
hacen más visibles y palpables en aquél Santo Lugar.
Se
procedía a rezar la Cuarta Estación: Jesús se encuentra con Su Madre y, a pesar
del desgaste físico que sobrellevaba por el ritmo de la peregrinación y las
secuelas de la, todavía molesta, faringitis le pedí a uno de mis hermanos
peregrinos que me cediera la Cruz, que necesitaba portarla, precisamente, en
esa Estación que es la resume mi vida como cristiano, como cofrade. Ese
encuentro con la Madre es la que me enamoró hace ya tantos años y ese Misterio
Pasional es el que representa la Hermandad de mis amores: La Hermandad de los
Afligidos. Rezamos la Estación delante de una Iglesia católica armenia y después
todos, excepto yo y mi cruz, entraron para visitarla.
¡Y
fueron tan solo diez minutos! Este breve tiempo, bajo el peso de la cruz en mis
hombros y en la extrema soledad, recé, medité y el Señor habló en el interior
de mi alma y espíritu. Puedo decir que han sido los diez minutos mejores de mi
vida espiritual.
Terminamos
el Vía-Crucis por la Vía Dolorosa con la visita a la Basílica del Santo
Sepulcro donde pudimos ver y tocar el Monte Calvario, donde fue depositada
“esa” cruz con Cristo clavado en ella y el Santo Sepulcro donde reposó, por
tres días, Su Bendito Cuerpo y donde Resucitó de entre los muertos para darnos
Vida Plena y Eterna.
En
la posterior Eucaristía, celebrada en la Capilla de la Resurrección, dicha
Basílica, nuestro director espiritual, el Padre D. Manuel Orta, nos conminó a
proclamar el Mensaje de Dios, a evangelizar, pase lo que pase y pese a quien
pese, por estos mundos de Dios porque nosotros, como aquellos primeros
discípulos, habíamos visto con nuestros propios ojos que la tumba estaba vacía
y que Jesús ha Resucitado.
Después
de esta peregrinación, de este viaje al interior del corazón de Dios que ha
llenado e iluminado mi alma y mi camino,
no he vuelto a ser el mismo, ni creo que ya pueda serlo jamás, porque ha supuesto un antes y un después en mi vida
de fe. Ahora me entrego en la Misión que Dios me tiene encomendada por medio de
sedvalientes.blogspot.com y lo hago plenamente entregado a la causa de anunciar
el Reinado del Señor aquí en la Tierra. Misión a la que dedico muchas horas del
día y que se ve plenamente recompensada. Supone un honor pertenecer a una
Asociación Internacional de blogueros católicos: “Blogueros con el Papa” así
como a una red internacional para defensa de los cristianos perseguidos que
lleva por nombre: “Salvar la vida de Asia Bibi”. Y, puedo decir sin temor a engaño, que
me entrego con pasión desbordante a la Misión, a la evangelización esté donde
esté, desde que regresé de Tierra
Santa, de la Tierra de Jesús.
¡Fueron
tan solo diez minutos que cambiaron mi vida por completo!
Jesús Rodríguez Arias
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