Con este serían veintiocho años
sin interrupción, pero no ha podido ser.
Aunque, como he escrito, para mí
el Lunes Santo es un día radiante aunque diluvie, este año será totalmente
diferente. Me ha ocurrido una circunstancia que sólo podía atisbar desde esas
angustiosas pesadillas que algunas veces nos rondan la cabeza.
Sí, mis queridos hermanos, este
año siento en mi interior amargura, que me oprime el alma y destroza todo
cuanto va cogiendo a su paso. Amargura y Lunes Santo van cogidos de la mano.
Desde hace veintiocho años
siempre me he revestido con mi túnica blanca y mi antifaz rojo. He acompañado
al Señor de los Afligidos y Su Madre de la Amargura desde muchas posiciones:
Con cirio, portando el Senatus, el Libro de Reglas, el Bacalao, en Presidencia,
como diputado de Penitencia así llevando sobre mis hombros, cada vez más
cansados y doloridos, la cruz. Tengo que decir que desde todos los puestos que
he ocupado en el Cortejo donde más he disfrutado, con diferencia, ha sido
llevando una cruz porque ha supuesto un sacrificio en lo físico y un regocijo
espiritual muy grande. Allí, en medio del Cortejo, en una fila de penitentes
que llevan el peso de sus promesas, sus cargas, sus pecados y lo hacen con la
alegría de saberse hijos de un Padre que es Misericordioso y que siempre está
abierto para ayudarnos.
Mis padecimientos en la espalda
con las contracturas en el trapecio y cervicales hacían imposible que volviera
a portar una cruz. Cómo Dios es inmenso me hizo un último regalo y pude
portarla en la Vía Dolorosa, en Jerusalén, haciendo el Vía Crucis justamente en
la Estación donde Jesús se encuentra con Su Madre. Este gesto y lo que sucedió
allí, en Tierra Santa, hizo que me cambiara la vida para siempre. Hoy en día
soy un cristiano, un católico muy distinto del que se fue allá por finales de
Junio a peregrinar por los Santos Lugares donde vivió, predicó, padeció,
sufrió, murió y ascendió a los Cielos Jesús de Nazaret.
Ya había comentado hace tiempo
con el Mayordomo de mi querida Hermandad, Domingo Muñoz Benzo, mi intención de
dejar la cruz y coger de nuevo, como en el principio, un cirio en el lugar que
por antigüedad me correspondiera. Así quedamos.
Lo que no me podía imaginar fue
lo que, finalmente, me ha pasado. ¡El hombre propone y Dios dispone! Un recrudecimiento
de mi enfermedad digestiva ha hecho que durante más de un mes estuviera muy
tocado, todavía lo estoy, y en las
circunstancias que he padecido y que
persisten, aunque con menor intensidad, he tenido que tomar una decisión dura,
demasiado dura, para todo buen cofrade: Este año no puedo revestirme con mi
túnica.
La peor de las pesadillas se han
cumplido. No puedo salir en el Cortejo, como todos los Lunes Santos de mi vida,
porque no me encuentro lo suficientemente bien para hacerlo. La consecuencias
de la crisis digestiva así como el tratamiento que estoy tomando hacen que esté
algo más cansado de lo habitual con lo que no es recomendable el revestirme con
la túnica.
Solamente la salud, cuando te
das cuenta de que no estás todo lo bien que deberías, es la que te hace tomar
las decisiones con la cabeza dejando el corazón aparte. Solamente la salud me
ha apartado de ser un nazareno más, como todos los años, en la Salida
Penitencial de mi Hermandad de los Afligidos.
Os podéis imaginar como estoy sobrellevando
esta situación. Tristeza y amargura por cada hora que pasa. Hoy he estado en la
Iglesia del Cristo y he visto a mis Titulares extraordinariamente bellos
entronizados en su Paso de Misterio. Mañana será un día muy especial porque
viviré la Santa Misa preparatoria de la Salida Penitencial de otra forma, no sé
cómo, pero sé que será distinta.
Por la tarde estaré en la
Iglesia y saldré con mis benditos Titulares hasta que el cuerpo aguante, que le
pido a Dios que sea el itinerario íntegro, en la Penitencia. Iré detrás de
ellos cuando siempre lo he hecho delante. No podré refugiar mi rostro en un
antifaz y mantener ese anonimato tan necesario para hacer una penitencia desde
lo escondido de mi corazón. Lo haré entre los hermanos y devotos que van detrás
de Ellos.
Rezar será mi objetivo
primigenio durante todo el tiempo que dura la Salida Penitencial por las calles
de La Isla. ¡Hay tanto que rezar y nos hace tanto bien!
Aunque en estos instantes siento
esa amargura en mi corazón por no poder revestirme este año con mi túnica que
será mi sudario cuando mi alma abandone este cuerpo mortal, siento también un
gran consuelo y esperanza por poder acompañar a Jesús y María este nuevo Lunes
Santo. No puedo entender un día así sin
estar al lado de mis Titulares así como de mis hermanos y hermanas que
acompañan año tras años al Señor de los Afligidos y Su Madre de la Amargura.
¿Qué queréis que os diga? Que a
pesar de las vicisitudes, de los pesares, de la penitencia vivida y por vivir ante la Salida Penitencial de mi
Hermandad, estoy deseando de que llegue mañana, Lunes Santo, para gustar y
gozar como siempre, aunque este año no será igual, de mi Hermandad que ha sido
mi camino de apostolado como cristiano y como cofrade.
Os puedo decir que por mucho
que haya recorrido, que por otras
Realidades Eclesiales que conforman mi vida, que por mi labor dentro de la
Santa Madre Iglesia, siempre seré y estoy orgulloso de ser COFRADE.
Recibid un fuerte abrazo y que
Dios os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
Nota: Mañana no sé a qué hora
podré actualizar “SED VALIENTES” porque desde que salgo de casa a las seis y
media de la mañana hasta la hora de la vuelta, ya que salgo con mi Hermandad,
no podré poner ningún contenido. No os preocupéis porque, al menos, incluiré el
Evangelio del día y más importante que eso dudo que pueda haber otra cosa. ¡La
Palabra de Dios es siempre la Palabra de Dios!
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